La recreación de la verdad es, finalmente la verdad
No hay verdad; hay verdades. Cada quién tiene la suya y la adapta a su conveniencia. La verdad tiene muchas propiedades, y ninguna de ellas está formada exclusivamente por partes verdaderas. La verdad es, cuando mucho, un artefacto y todos sus componentes son accesorios. Aún si una verdad monolítica existiera, esta sería inasequible o incomprensible a la mente humana. Cuando digo, por ejemplo, “Cuando mi equipo de reporteros filmó la aprehensión de Florence Cassez, yo no sabía que aquello era montaje”, esto no tiene por qué ser una mentira, siempre y cuando en este momento yo no recuerde haber sabido que aquello era un montaje.
2. La realidad es aquello que producen las pantallas
Controlando lo que producen las pantallas, es posible incidir en lo que pasa afuera de ellas. Empieza por controlar la conversación pública y te sorprenderá como tu voz incide en el mundo en el que se propaga. No hay guerra ni jubileo en el mundo exento de competir contra su transmisión y reconfiguración en las pantallas, para ser aderezada y servida como golosina óptica a las muchedumbres. Tú eres el ojo de agua de la realidad, que mediante los canales adecuados, alimenta los ojos de los consumidores. No escatimes en producción.
3. Sé la estrella mayor del Canal de las Estrellas
Si llegas a montar un programa de noticias, asegúrate de rodearte de personajes que funcionen como cámaras de eco para tu voz; elige a gente que sepa subordinarse y sobre todo no interfiera con tu imagen de chico más inteligente de la habitación.
4. Ataca solo a objetivos seguros
Es sencillo: ni el poder ni la fortuna en grados superlativos se consiguen sin alguno que otro proceder inconfesable. El verdadero poder – esto es, el poder donde está la buena vida- es asimétrico e ilegítimo. Es imposible hacer un omelette sin estrellar algunos huevos. No hay poder sin sombra. Éste es un factor del que el periodista debe estar consciente. Un factor y nada más: los adjetivos se los pone uno. Sin embargo, es ante este factor que el periodista debe tomar una decisión: revelar sombras del pasado de cualquier poderoso por igual, sin mirar circunscripciones, adscripciones ni vigencias, y quedarse con el riesgo de no encontrar quien le preste a uno su tiraje o su portal para sacar al sol esos trapitos sucios que con arduos trabajos hemos recolectado; o bien, servir bajo salario a algún señor o confederación de profundos caudales y enfocar nuestros misiles periodísticos contra los rangos que nos soliciten.
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5. Deja de creer en la opinión pública
La audiencia ni siquiera sabe lo que quiere saber. La opinión pública es como una alfombra turca: se teje entre unas cuantas manos y sigue unos determinados patrones preestablecidos. El amante de los perros lee “El político X odia a los perros” y se desborda. El amante de los gatos lee lo mismo y lo celebra. Ambos leen el título de la nota, a lo mejor el balazo y antes de terminar el primer párrafo, lo comparten en sus redes sociales; lo mismo pasa con sus contactos. A partir de ahí, se intercambian insultos entre las adscripciones perrunas y gatunas. Lo que no saben es que si avanzaran unas palabras más en la nota, encontrarían que el citado político en realidad dijo: “No tengo mascotas, pero preferiría un gato a un perro porque es más independiente”. Eso lo dijo en respuesta a un periodista que le preguntó: “¿Cómo se llama su mascota?”. La pregunta no la planteó el reportero, sino que se la impusieron en la jefatura de noticias de su periódico, cuya línea editorial compra otro político que contiende por un puesto de elección contra el político entrevistado, ahora crucificado con la más inocente de las preguntas.
6. Cultiva una sonrisa lozana y transparente
Reserva las muecas compungidas para los momentos estrictamente necesarios de tus narraciones. Sin dotes histriónicas, un periodista no es nadie. Siempre preséntate de traje, aunque tengas que salir a cuadro junto a otro payaso. Y nunca, ni de chiste, intercambies atuendos con el payaso, porque es mucho lo que hay en riesgo.
7. Aprende a controlar los daños
Uno de los problemas más prevalecientes en la gente es el egocentrismo, la piel delgada y la calentura de la sangre. No dudes que en algún momento alguien te va a echar en cara la selectividad manifiesta en tu rango de ataque, o que va a revelar las fuentes turbias que financian la onerosa producción de tus cotorreportajes. En ese caso, mantén la cabeza fría y aviéntate un discurso al vapor sobre los altos estándares que rigen tu práctica periodística. Voltéale la tortilla a tus detractores y luego da vuelta a la página.
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8. Nunca digas “adiós”, sino “hasta pronto”
Cuando cierres ciclo en un programa, despídete de tu público haciéndote el conmovido y dando las gracias por su confianza en tu labor. Nunca sabes cuándo volverán a ofrecerte una plataforma, precisamente a cuenta de ese público al que ya tienes en la bolsa, pues te consideran un informador de fiar. Haz creer a tu público que trabajas para él y lo respetas.
9. Guía a tus entrevistados
Cuando hagas una entrevista, recuerda que no solo estás sirviendo como representante del gran público para conocer la opinión de un entendido sobre un tema particular; estás moldeando esa opinión para servir como apoyo a una agenda determinada. Si el entrevistado no responde a la primera lo que necesitas que responda, échale ganitas y guíalo. El arte de la entrevista guarda, después de todo, más de una similitud con el arte del titiritero.
10. Siembra un árbol
Date una escapada con tu periodista de espectáculos. Compra un departamento en Miami. Porque #YOLO.