Por Flor Coca Santillana
En su natal Atlixco, en la casa de los abuelos, siendo un pequeño de sólo cinco años entró a la escuela primaria; lo que para él era un gusto, no lo era para sus maestros que tenían que lidiar con un niño que no se estaba quieto. Y es que al Dr. Alberto Cordero Dávila, investigador de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), le gustaba irse a recorrer distintos lugares de su pueblo para pensar.
Las matemáticas y las ciencias naturales nunca fueron una dificultad para él, pero, sus calificaciones no eran las mejores por irse de “pinta” de forma recurrente. “Nunca se me dificultaron las matemáticas y las ciencias naturales. Creo que era la influencia del taller y de mi padre. Ahí se aplicaba la regla de tres por ‘default’ para calcular todo, desde los muebles hasta los clavos, tornillos y tuercas. Mi padre cursó hasta cuarto año de primaria, pero era increíblemente inteligente. Me fascinaba estar en el taller de carpintería de mi padre y cuando no se podía, andaba en la calle” platica a El Ciudadano.
Estudió en el Seminario, y afortunadamente se dedicó a la ciencia. Con el buen humor que lo caracteriza, difícil en un científico, Alberto Cordero hace de una conferencia una plática muy agradable en la que uno entiende muy bien diferentes aspectos de la ciencia. En el taller de Óptica, que dirige en la Facultad de Físico Matemáticas de la BUAP, se diseñan espejos que son utilizados en los telescopios, pero no sólo para mirar el cielo, ya que asegura el científico que sirven a la ciencia en general.
“Mi línea de trabajo es producir superficies, el pulirlas adecuadamente, el probarlas adecuadamente, en lo que se pueda medir, dice ahí un dicho entre la gente de la parte científica de las pruebas ópticas ‘si no se puede medir, no se puede componer’. Y hay que medirlo y pulirlo adecuadamente y yo me dedico a esas dos líneas de trabajo”.
Dr. Alberto Cordero Dávila, investigador de la BUAP
Del aula al universo
Con el entusiasmo que lo caracteriza por la ciencia, el Dr. Cordero ha participado en programas científicos dirigidos a estudiantes, sobre todo, de secundaria. Uno de ellos es el llamado “Del aula al universo”. Este programa está diseñado para niños y jóvenes que quieren contemplar el cielo. Ellos, con la asesoría del taller de óptica, elaboran durante varias semanas, su telescopio. Este programa se ha extendido a las escuelas de varios estados de la república, gracias al esfuerzo de varios científicos que solo quieren que más niños y jóvenes se interesen por la ciencia. Hasta ahora han logrado construir más de mil telescopios en siete estados del país.
“Esto es algo fascinante para los muchachos. Sin duda, sin duda alguna. Ellos se involucran haciéndolo, se crean, además leyendas. Que tanto hicieron… Lo padre es que lleguen a su escuela, con su telescopio cargando y diciendo que lo hicieron ellos solitos, sin ayuda de nadie. Cuando se entrega el telescopio y uno lo ve, qué maravilla. Imagínate los honores a la bandera, aquí son los honores al telescopio. Y los muchachos que hicieron el telescopio se convierten en héroes”. Comenta Cordero Dávila.
Espejos para ver el espacio
En su trabajo cotidiano, que es la elaboración de espejos para telescopios, colaboró también en un proyecto del Dr. Víctor Hess, Premio Nóbel de Física, en el Observatorio Pierre Auger, de Argentina, quien demostró que los rayos cósmicos que diariamente pasan por nuestros cuerpos provienen del espacio exterior.
“Para resolver un problema que se presentaba en los telescopios del observatorio Pierre Auger”, propone el científico poblano, una solución: “usar un espejo esférico formado por una gran cantidad de espejos más pequeños (producidos en Alemania y elaborados de aluminio) con los que se logró una mejor calidad en las fotografías producidas por los rayos cósmicos ultra-energéticos”. Por esta contribución el científico, recibió el premio “Cabrillo de oro”.
Ahora, trabaja en otro proyecto para jóvenes. No pueden hacer telescopios, porque es imposible con la pandemia. “Ahora estamos haciendo microscopios escolares, que se elaboran a partir de un celular que ya no sirve, un celular muerto, que nos dona sus partes, para ver, por ejemplo: células de cebolla, alas de mosquito, ojos de una mosca, en fin: el reto es ahora que las instrucciones sean por línea. Esperamos que se pueda interesar a los estudiantes y podamos evitar el desaliento y el abandono de las aulas por la pandemia” concluye, “con la esperanza de que este proyecto que ya estaba funcionando, continúe”.