Descubren ciudades perdidas en la Amazonia

Una red de ciudades perdidas en la densidad del Amazonas podría proporcionar conocimiento sobre cómo las civilizaciones antiguas combinaron la construcción de asentamientos urbanos en armonía con la naturaleza

Descubren ciudades perdidas en la Amazonia

Autor: Gerardo Sifuentes

En 2015, gracias a una novedosa tecnología con base en rayos láser, se pudo escanear la selva del oriente de Honduras y descubrir la legendaria Ciudad Blanca o Ciudad del Dios Mono, vestigio de una antigua civilización consumida por la selva. Ahora, un equipo de investigadores internacionales emplearon esta misma técnica, pero en la región amazónica boliviana, para encontrar una serie de intrincados asentamientos urbanos que fueron construidos por la llamada cultura Casarabe, que existió entre los años 500 y 1400 d. C.

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¿En qué consiste el hallazgo?

Estas edificaciones, ubicadas en la región de Llanos de Mojos, en Bolivia, permanecieron ocultos bajo las espesas copas de los árboles durante siglos. La serie de edificios presentan una variedad, nunca antes vista en la región, de estructuras muy elaboradas, asentadas entre una vasta red de embalses y calzadas que se extiende hasta por 900  kilómetros. Hay terrazas de 5 m de altura que cubren 22 hectáreas, el equivalente a 30 campos de fútbol, ​​pero también estructuras piramidales cónicas de 21 m de altura. Se detectaron dos sitios notablemente grandes, Cotoca, de 159,649 m2, y Landívar, de 99,795 m2.

La arquitectura de tipo cívico-ceremonial de estos grandes asentamientos, incluye terrazas escalonadas, sobre las cuales se asientan estructuras en forma de “U”, montículos rectangulares y las mencionadas pirámides cónicas. Estos grandes asentamientos están rodeados por muros poligonales concéntricos, conectados a otros sitios de menor relevancia por calzadas rectas y elevadas que se extienden a lo largo de varios kilómetros.

Los investigadores especulan que estas ciudades se construyeron y administraron en armonía con la naturaleza, empleando estrategias de subsistencia sostenible que promovieron el conservacionismo y mantuvieron la rica biodiversidad del paisaje circundante.

El descubrimiento, de acuerdo con el equipo, a juzgar por la magnitud de los sitios y planificación inherente para realizarlos, desafía la visión eurocentrista de la Amazonia como un paisaje históricamente virgen, cuando al parecer también fue el hogar de sociedades indígenas muy avanzadas que desarrollaron centros urbanos durante miles de años.

Este descubrimiento revela que las antiguas prácticas de urbanismo transformaron las sabanas amazónicas, estacionalmente inundadas, en paisajes agrícolas y acuícolas productivos.

¿Cómo lo descubrieron?

Se empleó el sistema LiDAR, del inglés Light Detection And Ranging, que facilita la medición de distancia y superficie mediante un emisor láser. Es la misma tecnología que permite a los automóviles modernos detectar la cercanía de un vehículo y poner en alerta los sistemas de seguridad. El diodo láser emite un haz de luz que será reflejado por los objetos a los que esté dirigido; el aparato mide el tiempo que le toma a la señal en volver para medir la distancia exacta. El aparato escanea con miles de haces láser y, mediante un GPS, conoce las coordenadas de cada retorno del láser con gran precisión; dado que los pulsos láser rebotan de manera diferente según los objetos que toca, cuando vuelven al receptor se obtiene distinta información según el objeto en el que ha rebotado, distinguiendo entre el follaje, el suelo y construcciones sólidas.

El escáner LiDar, modelo Riegl VUX-1, fue montado en un helicóptero que sobrevoló 200 km2, distribuidos en 6 áreas no conectadas de diferente tamaño, adscritos al área que alguna vez ocupara la cultura Casarabe, de tipo bosque sabana boliviano.

La investigación, publicada en la revista Natura con el título “Lidar revela urbanismo prehispánico de baja densidad en la Amazonia boliviana”, estuvo encabezada por Heiko Prümers, del Deutsches Archäologisches Institut, en conjunto con Carla Jaimes Betancourt, de la Universidad de Bonn, Alemania, José Iriarte y Mark Robinson de la Universidad de Exeter, Inglaterra, y Martin Schaich de la empresa ArcTron 3D.

Con información de www.nature.com y www.exeter.ac.uk

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Fotos: Especial

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