Desparecer en Puebla: ¿parte de la nueva normalidad o consecuencia de un estado dañado?

Es una forma de exigir al Congreso del Estado aprobar la Ley de Desaparecidos que ellos redactaron desde junio de 2020, la cual se mantiene en la "congeladora"

Desparecer en Puebla: ¿parte de la nueva normalidad o consecuencia de un estado dañado?

Autor: Alexia Stuebing

El Zócalo de la capital de Puebla actualmente está en reparación para la conservación de su patrimonio, por lo que la zona está protegida con una gran barda blanca. Pero esa estructura se pintó de color el pasado 28 de marzo cuando el colectivo Voz de los Desaparecidos colocó encima los nombres y rostros de sus familiares y amigos sin localizar, como una forma de exigir al Congreso del Estado aprobar la Ley de Desaparecidos que ellos redactaron desde junio de 2020. 

La normalidad de desaparecer en México

El otro día, caminando, observé como en la calle un par de personas se paraban a ver un cartel de SE BUSCA de una persona desaparecida, una chica de sonrisa tierna y chueca. Hicieron una mueca que tras el cubrebocas parecía de dolor, se miraron con tristeza, avanzaron unas tres cuadras frente a mí, y a la cuarta, escuché un par de risas: la imagen de la chica parecía ya no afectarles, como si fuese un suceso superfluo que con un chiste puede olvidarse, algo tan normal que no requiere ser conversado por más de tres calles o que simplemente no saben cómo abordar en una plática mundana.

En la actualidad, en México se estima que hay un total de 82 mil 241 personas desaparecidas registradas a nivel nacional hasta el 13 de enero de 2021 (Aristegui Noticias), y aproximadamente cuatro mil 159 casos en el estado de Puebla (Milenio Puebla), en el periodo de 2018 a 2020, esto sin considerar los casos no reportados y los casos presentados en lo que va del 2021. Se cree que este número comenzó a escalar desde la entrada del panista Felipe Calderón a la presidencia de la República, con el saldo de muertes y violencia creciendo a la par; sin embargo, la historia nos cuenta otra cosa.

1968, el año sangriento de la masacre de Tlatelolco, del movimiento estudiantil nacional, a un año de la muerte del Che Guevara, con el nacionalismo, el comunismo y la opresión a flor de piel. Ese año se comenzó a librar en México la llamada Guerra Sucia o Guerra de baja intensidad, como la prefieren llamar varios historiadores: un periodo conflictivo que se prolongó hasta la década de 1980, en el que se buscaba cambiar a un gobierno represor y en extremo autoritario.

Entre los simpatizantes de la oposición figuraban jóvenes estudiantes, guerrilleros, obreros, campesinos y ferrocarrileros, mientras que del lado de las autoridades se encontraba el cuerpo armado de seguridad, militares, agentes del servicio secreto, judiciales, políticos y empresario aliados del régimen: dos grupos con intereses radicalmente opuestos.

El resultado fue un periodo de opresión largo, con un saldo de muertes y desapariciones como no se habían visto desde la Revolución Mexicana, información que fue poco visibilizada en su momento debido a la censura autoritaria de los medios de comunicación. Estos sucesos marcan un antecedente histórico en materia de personas desaparecidas: lo que en pocas palabras no es otra cosa que decir que todo esto (por desgracia) no es nuevo.

Hasta hace poco, es decir de unos tres o cuatro años a la fecha, hablar de personas desaparecidas en Puebla era un tabú, normalizado por su sociedad cuida-apariencias y por el gobierno del estado que, a pesar de la creación de una Comisión Estatal de Búsqueda de Personas Desaparecidas, sigue sin considerarles como una prioridad máxima.

No es un misterio que la inseguridad a nivel nacional se recrudeció a partir de la llegada del PAN a la presidencia, en particular con la llamada Guerra contra el narco de Felipe Calderón; sin embargo, aún con el fin de ese mandato, la violencia y la inseguridad siguieron en aumento. Resulta casi imposible contabilizar el número de personas desaparecidas en una ciudad como Puebla, en la que no puedes salir a la calle con la garantía de regresar a casa, en una ciudad donde se buscan a (por lo menos) dos mil 773 personas.

Rosario Ibarra de Piedra y María Luisa Nuñez Barojas 

Rosario Ibarra de Piedra fue una de las primeras activistas mexicanas en abordar el tema de las desapariciones de personas, forzada a comenzar una carrera política cuando en 1972 su hijo, Jesús Piedra Ibarra de 21 años de edad, desapareció tras ser acusado de pertenecer al grupo guerrillero Liga Comunista 23 de septiembre (movimiento consecuente de la Guerra Sucia). 

En 1977, al no tener respuesta por parte de las instituciones gubernamentales correspondientes, creó el Comité ¡Eureka!, un grupo de familiares y seres queridos de desaparecidos y presos políticos. Las acciones de este comité lograron contribuir a la acusación por terrorismo en contra del expresidente Luis Echeverría.

40 años más tarde, el viernes 28 de abril de 2017, en el municipio de Palmar de Bravo, Juan de Dios Nuñez Barojas, de 23 años, y los hermanos Abraham y Vicente Basurto Linares, de 26 y 29 años respectivamente, desparecieron alrededor de las 9:00 horas, tras desviarse de regreso a casa por lo que parecía ser un retén rutinario. El último contacto fue una llamada con la madre de Juan, María Luisa Nuñez Barojas. 

Al no recibir ya ninguna otra comunicación, tanto los familiares de los hermanos Basurto como María Lucía, comenzaron la búsqueda por su cuenta. Peinaron la carretera, conocida por ser insegura, sin obtener nada relevante. Por lo que acudieron a levantar una denuncia en Tecamachalco, misma que es transferida 15 días más tarde a Tehuacán, de nuevo, sin respuesta alguna.

María Luisa afirma que las autoridades nunca hicieron nada por investigar el caso y mucho menos por localizarlos. En ese momento, ambas familias retomaron la búsqueda con sus propios medios y alcances, topando con pared con situaciones y recursos que se salían de sus manos; a pesar de recurrir con frecuencia a la Fiscalía, nunca se hizo nada, y en cambio dejaron perder datos importantes como videograbaciones de vigilancia, el rastreo de las líneas telefónicas de los jóvenes y la memoria de posibles testigos. 

Con una perspectiva pesimista y considerando ya todos los posibles escenarios, comenzaron a buscar también dentro de Servicios Médicos Forenses. Pendientes de cada cuerpo que entraba, de lo que ocurría en su municipio y en las comunidades cercanas; ya no podían darse el lujo de descartar nada. 

Dentro de la búsqueda recurrieron a investigar en las redes sociales, tratando de pescar algún indicio, algún traspié de sus hijos. Fue gracias a los medios digitales que María pudo visibilizar un aumento de publicaciones que exigían localizar a más y más personas desparecidas ante Fiscalía Puebla. María buscaba un colectivo en Puebla que la ayudase a encausar su investigación o alguien que la orientara para acudir con mayor fuerza a la Fiscalía. No encontró a ninguno.

En un momento de desesperación, María comenzó a tocar puertas con organizaciones fuera de Puebla, incluso con los 43 de Ayotzinapa, hasta que por fin una organización de Guerrero, especializada en materia de desaparición forzada, pudo al fin orientarla. Así, sumado a las acciones que realizaba para buscar a su hijo, comenzó a instruirse lo más que pudo en el tema, superando la inacción de la Fiscalía y superando también la dificultad de mantener el contacto con un colectivo fuera de Puebla.

Al ver que no había grupos dispuestos a apoyarla en su estado, y con el incremento diario de casos de personas desparecidas, María vio necesario fundar un colectivo, unir los esfuerzos de familiares y seres queridos para tener un mayor impacto.

Así, el 8 de agosto de 2018, a año y medio de la desaparición de su hijo Juan de Dios, María Luisa Nuñez Barojas, junto con Lucía Linares, madre de los hermanos Abraham y Vicente, crean el colectivo Voz de los Desaparecidos, el cual precisamente busca que estos casos sean escuchados, que tengan una voz. Para 30 de agosto de ese mismo año ya había unas 14 familias involucradas en el colectivo.

Redes sociales: aliadas de los desaparecidos en Puebla

Desde sus inicios, las redes sociales se han convertido en el aliado que María y el colectivo buscaban en las autoridades estatales. A principios de noviembre de 2018, con 26 familias unidas, el colectivo comenzó a presionar al gobierno para crear un organismo especializado en la búsqueda de personas desaparecidas en Puebla; mismo que llegaría hasta febrero del 2020, con la creación de la Comisión Estatal de Búsqueda (con una administración estatal que de acuerdo a María, no ha sido empática con la situación de los miembros del colectivo).

A pesar de que esta Comisión ya tiene funciones en vigor y que cuenta con el sistema LOCATEL, cuya función es brindar el servicio para la localización de personas extraviadas o ausentes, así como brindar información a los usuarios del mismo, casos como el de Juan de Dios y los hermanos Basurto Linares siguen abiertos. 

Ley de Desaparecidos: la aprobación que no llega

Para junio de 2020, el colectivo desarrolla el proyecto de Ley en Materia de Desaparición de Personas para el Estado de Puebla, en conjunto con varios expertos y académicos, junto con el Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría S.J. de la universidad IBERO. Con el respaldo de la diputada Estefanía Rodríguez Sandoval, la Ley fue entregada por las mismas fechas al Congreso estatal, misma que a la fecha no ha sido aprobada, pesé a las presiones del colectivo y de sus aliados.

Al tener una respuesta nula por parte del Congreso, Voz de los Desaparecidos comenzó a colocar una instalación con fotografías de las personas que buscan en el Zócalo de la ciudad. Pero, al ser rodeado el Zócalo por una barda, el colectivo la intervino desde el pasado 28 de marzo para recordar a sus familiares y amigos. Para mostrar su rostro a cada transeúnte; para que su lucha no caiga en el olvido. 

https://youtu.be/v-42TrgL8Ko

Protestan para presionar al Congreso 

El Colectivo Voz de los Desaparecidos colocó en la barda que roda en Zócalo nombres, fotografías, retratos en grafiti y pintura de las personas que buscan, esto con la doble intención de visibilizar las desapariciones en Puebla y de presionar al Congreso del Estado por aprobar la Ley que elaboraron y fue entregada a los legisladores desde junio de 2020, es decir, hace ya ocho meses. 

La urgencia del colectivo por aprobar la ley se debe a que este año la legislatura cambiará y el proceso podría prolongarse indefinidamente. Cada fin de semana han estado presentes en el Zócalo recolectando firmas en físico y a través de la plataforma Change.org (portal digital de recolección de firmas a nivel mundial), esto como otra medida para aumentar la presión por aprobar la ley. 

Esta Ley no sólo busca resolver los casos pasados, como los de Juan de Dios y los hermanos Basurto Linares, también pretende crear materia jurídica que abarque las necesidades locales del estado de Puebla en materia de personas desaparecidas, así como brindar información clara respecto a qué medidas tomar en caso de ser parte de esta situación de carácter local y nacional, y hacer saber los derechos de los familiares, para también desmentir los mitos que existen alrededor de las denuncias, como que es necesario esperar 72 horas para comenzar la búsqueda de alguien extraviado. 

Nos queda de ti… de Daniela Portillo

La serie fotográfica de Daniela Portillo también fue colocada en la barda que rodea el Zócalo de Puebla, como parte de la protesta para la aprobación del Congreso respecto la ley en materia estatal de la desaparición forzada de personas en Puebla.  

“Nos queda de ti…” se inauguró en la Sala Juan Cordero de la Casa de la Cultura, con 11 imágenes que fueron trabajadas entre septiembre y diciembre de 2019, cuando familiares de algunas víctimas de [feminicidio] y mujeres desaparecidas en Puebla, abrieron las puertas de su casa y corazón a Portillo y mostraron cómo y en qué espacios viven o sobreviven su duelo. 

Jazaura Salas – Síntesis 

Este texto da introducción a la serie: 

La última vez que te vi, los zapatos que combinabas con ese vestido floreado, tu conejo de peluche en la cama, la dedicatoria de tu tesis, la última foto que te tomaste, el nudo en la garganta, tu ausencia, la impunidad que prevalece, el número de expediente que para alguien más sólo forma parte de la gran pila que se desborda en los escritorios de las autoridades por tantos casos similares que se registran, pero que detrás hay una historia. 

Puebla ocupa los primeros lugares a nivel nacional en feminicidios y desapariciones de mujeres. 

Las víctimas como Paulina, Judith, Abigail, Araceli y Olga Nayeli formaron parte de los encabezados de los periódicos cuando les arrebataron la vida, sus historias reflejan el peligro de ser mujer en un estado en emergencia. Pero también hay casos que han pasado desapercibidos, como la desaparición de Galilea. 

Como parte de una investigación, las madres, hermanas e hijas de esas víctimas abrieron las puertas de sus hogares y de las heridas que aún no cicatrizan. 

Así, a través de una serie fotográfica se observan los lugares donde alguna vez convivieron con ellas, los recuerdos que guardan de esas mujeres que fueron víctimas de la violencia, en un estado feminicida y donde desaparecen las mujeres como lo es Puebla. 

Guadalupe Juárez 


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