Donald Trump, Persona del Año: racismo y xenofobia como estrategia política

El presidente electo de Estados Unidos le ha dado su sello distintivo al lenguaje del odio, apropiándose de una narrativa extremista que alimenta las tensiones raciales y sociales

Donald Trump, Persona del Año: racismo y xenofobia como estrategia política

Autor: Fernando Cabrera

En un gesto que refleja la intensa polarización política y mediática de Estados Unidos, la revista TIME nombró a Donald Trump como Persona del Año por segunda vez, destacando su regreso a la presidencia tras las elecciones de 2024. No obstante, este reconocimiento, más que celebrar un logro, parece subrayar el profundo impacto que Trump sigue teniendo en el tejido político y social del país.

El editor de TIME, Sam Jacobs, justificó la elección argumentando que Trump “para bien o para mal” ha sido la figura más influyente del año.

La portada de TIME, por lo tanto, no solo simboliza el regreso de Trump al poder, sino también un reconocimiento a una política que agudiza las divisiones sociales, al validar a una figura que continúa manipulando las emociones más profundas de la nación, a través de discursos impregnados de retórica populista, así como de actitudes abiertamente racistas y xenófobas. De esta forma, se vislumbra la verdadera naturaleza de su estrategia política.

El racismo de Donald Trump es una estrategia política diseñada para dividir a la sociedad estadounidense. El uso del racismo por parte del presidente electo forma parte de una táctica cuidadosamente elaborada por el Partido Republicano, que ya en la década de 1960 adoptó estas divisiones para asegurar el apoyo de los votantes blancos y beneficiar a las élites económicas.

El racismo de Trump tiene un propósito claro: crear un «enemigo» racial, como los inmigrantes o los musulmanes, y utilizar ese miedo para justificar políticas que benefician a la clase millonaria. A través de mensajes de amenaza racial, Trump ha logrado desviar la atención de la verdadera desigualdad económica en Estados Unidos, causa fundamental de los problemas que enfrenta la sociedad.

Lo que Trump hace es crear una narrativa de invasión racial, una amenaza inminente. Un ejemplo claro de esto son sus declaraciones sobre la necesidad de construir un muro en la frontera sur de EE.UU., donde no se menciona explícitamente la raza, pero la retórica transmite la idea de una «invasión» de personas de color. Trump ha perfeccionado esta estrategia para ganar apoyo mediante la creación de un «enemigo común», al mismo tiempo que se presenta como el salvador de los blancos ante una supuesta invasión de extranjeros.

Aunque Trump niega ser racista, su discurso y sus políticas están profundamente marcados por la retórica racial. Trump está jugando a avivar el odio racial y luego presentarse como el inocente. La contradicción es clara: mientras incita el miedo hacia los inmigrantes y las comunidades de color, se presenta como un líder que no es racista, lo que le permite mantener a sus seguidores sin confrontar abiertamente su racismo.

El racismo de Donald Trump es parte de una estrategia deliberada para dividir a la sociedad y desviar la atención de los problemas reales que enfrentan los estadounidenses, en particular la creciente desigualdad económica.

Retórica populista que alimenta la intolerancia

Desde que Donald Trump irrumpió en la política estadounidense, su discurso ha sido el centro de un feroz debate. Con una retórica populista y abiertamente racista, Trump ha logrado movilizar a un sector significativo de la sociedad que, según especialistas, se siente alienado por el cambio social y racial en el país. Las bases de Trump son alarmantes: una “horda” de personas principalmente blancas, llenas de resentimiento y cansadas de la corrección política y la diversidad racial. Los mítines de Trump se llenan porque permiten a los asistentes liberar su intolerancia.

Esta legitimación pública del odio y la xenofobia no es solo el resultado de la figura de Trump, sino también de una realidad socioeconómica y unos antecedentes políticos que propiciaron un caldo de cultivo ideal para su ascenso. En un contexto de creciente desigualdad económica, donde el 1% más rico ve incrementar sus ganancias mientras los trabajadores de clase baja se ven estancados, la sociedad estadounidense ha comenzado a mostrar señales alarmantes de fractura.

Sin embargo, la raíz del fenómeno Trump no se limita a una crisis económica. Existen también antecedentes políticos cruciales. El concepto de “pluto-populismo”, descrito por Martin Wolf, resalta cómo una élite plutocrática ha trabajado, mediante el financiamiento de políticos de derecha, para alimentar un populismo que favorece sus intereses económicos a costa de la cohesión social.

Además, la aparición de las redes sociales ha jugado un papel esencial en la propagación de discursos extremistas. Desde mediados de la década de 2000, plataformas como Facebook y sitios web especializados en supremacía blanca han permitido que estos mensajes de odio se difundan masivamente, creando una red de apoyo para los movimientos más radicales.

Donald Trump le ha dado su sello distintivo al lenguaje del odio, al apropiarse de una narrativa extremista ya en crecimiento y fusionarla con la indignación popular, Trump no solo alimenta las tensiones raciales y sociales, sino que va cimentando un movimiento que perdurará más allá de su carrera política. La polarización que ha generado su discurso de odio continúa siendo un desafío para la unidad y la paz social en Estados Unidos.

Un racista sin complejos

Donald Trump logró aumentar su apoyo a pesar de sus polémicas y retórica autoritaria. Kamala Harris se centró en alertar sobre la amenaza que representa Trump para la democracia.

La retórica de Trump, que incluye ataques a sus rivales políticos, el uso de términos como «enemigo interno» y su amenaza de usar a los militares contra ellos, ha sido calificada como autoritaria y peligrosa por muchos de sus detractores. Uno de los elementos más controvertidos de Trump han sido sus comentarios racistas y xenófobos, arremetiendo contra latinos, negros, palestinos y judíos.

A lo largo de su carrera, ha hecho afirmaciones despectivas hacia migrantes, especialmente de América Latina, acusándolos de criminales y violadores. Su discurso ha incluido desde comentarios sobre la «basura flotante» en Puerto Rico hasta sus clasificaciones de países de origen de migrantes como «países de mierda».

El historial de comentarios racistas de Trump incluye ataques directos a mexicanos, venezolanos y haitianos, a quienes ha calificado de «criminales» y «narcotraficantes». Estos mensajes, aunque han sido desmentidos por diversas autoridades y expertos, han sido reiterados por Trump como parte de su estrategia para reforzar su política migratoria de línea dura.

A pesar de los ataques y sus escándalos racistas, Trump sigue siendo una figura popular entre los republicanos. Su retórica, considerada por muchos como un intento de avivar temores y divisiones dentro de la sociedad estadounidense, parece haber surtido efecto en un país dividido.

Controvertidas declaraciones

Los tuits de Donald Trump han generado controversia mundial. Trump atacó a las congresistas demócratas Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Rashida Tlaib y Ayanna Pressley, conocidas como «El Escuadrón», sugiriendo que deberían «regresar» a los países de donde provienen y «arreglar» sus gobiernos. A pesar de que las cuatro congresistas son ciudadanas estadounidenses, tres nacidas en el país y una naturalizada, las palabras de Trump fueron rápidamente condenadas como un ataque racista.

A lo largo de su carrera política, Trump ha sido señalado por recurrir a una retórica xenófoba y racista. Los críticos señalan que este tipo de comentarios no solo exacerban las tensiones raciales, sino que también contradicen el principio fundamental de la nación estadounidense, E Pluribus Unum, «De muchos, uno». Para muchos, sus declaraciones reflejan una visión excluyente del país, sugiriendo que los estadounidenses que no son blancos o nacidos en EE.UU. no tienen cabida en la nación.

Algunas frases polémicas

«Regresen de donde vinieron». El 14 de julio de 2019, Trump tuiteó que las congresistas demócratas deberían regresar a los países de los que vinieron, insinuando que sus críticas hacia Estados Unidos no tenían valor porque no eran «nativas» del país.

«Países de mierda». En enero de 2018, Trump se refirió a países africanos, Haití y El Salvador como «países de mierda» en una reunión sobre inmigración, una frase que desató una ola de condena por su evidente despectivo racismo.

«Hablamos inglés». Durante un debate en 2015, Trump dejó claro que, para él, Estados Unidos es un país donde «hablamos inglés, no español», una declaración que fue vista como un rechazo a la diversidad cultural y lingüística del país.

«Conflicto de interés por su ascendencia mexicana». En 2016, Trump afirmó que el juez federal Gonzalo Curiel, de ascendencia mexicana, tenía un «conflicto de interés» para juzgar su caso debido a su origen, lo que muchos interpretaron como un ataque racial hacia los latinos.

«¿Qué demonios pueden perder?» En 2016, Trump dirigió un mensaje a los votantes afroamericanos, sugiriendo que «vivían en la pobreza» y que no tenían nada que perder al votar por él, lo que fue visto como una simplificación y estigmatización de la comunidad negra.

«El certificado de nacimiento de Obama es un fraude». Trump fue uno de los principales promotores de la teoría de conspiración «birther», que afirmaba que Barack Obama no había nacido en Estados Unidos, lo que muchos vieron como un ataque racista hacia el primer presidente afroamericano del país.

«El Islam nos odia». En 2016, Trump expresó que «el islam nos odia», una afirmación que generalizaba a una religión completa como enemiga de Estados Unidos, alimentando estereotipos y prejuicios contra los musulmanes.

«Cerrar las mezquitas». Durante la campaña presidencial de 2015, Trump sugirió la posibilidad de cerrar mezquitas en EE.UU. como medida contra el extremismo, una propuesta que fue vista como una violación a la libertad religiosa y un ataque a la comunidad musulmana.

«Me encantaría ser un negro bien educado». En 1989, Trump hizo un comentario que hoy se considera altamente insensible, diciendo que, si pudiera, le encantaría ser un «negro bien educado», insinuando que los afroamericanos tienen ventajas en la sociedad.

«México envía drogas, crimen y violadores». Cuando inició su campaña presidencial en 2015, Trump declaró que México enviaba a su país «drogas, crimen y violadores», un comentario racista y generalizador sobre los inmigrantes mexicanos.

La reciente controversia sobre los comentarios de Trump llevó a la Cámara de Representantes de Estados Unidos a votar sobre una resolución para condenar sus palabras. A pesar de la fuerte oposición de la mayoría de los republicanos, solo un pequeño grupo de congresistas republicanos y un independiente se unieron a los demócratas para rechazar los comentarios.

Aunque Trump ha negado ser racista, sus múltiples declaraciones cuestionables sobre etnias, religiones y países continúan alimentando el debate sobre su actitud hacia las minorías y la naturaleza de sus políticas migratorias. Las críticas no solo provienen de sectores progresistas, sino también de voces moderadas que rechazan cualquier tipo de discriminación racial en la política.

Estas frases revelan un patrón que pone en duda la postura de Trump sobre la diversidad y la inclusión, lo que podría tener repercusiones en su legado y en la política estadounidense.

Mitin en el Madison Square Garden

El domingo previo a las elecciones en Estados Unidos de noviembre 2024, Donald Trump celebró un mitin de clausura en el Madison Square Garden, un evento que se transformó en una descarga de rabia contra el sistema político y legal que lo ha procesado, impulsando una vez más su agresiva retórica. Este acto, que sirvió como colofón de una campaña marcada por agravios y divisiones, evidenció la sombría energía que ha caracterizado al movimiento MAGA en los últimos años.

Desde el inicio del mitin, la atmósfera fue incendiaria. Un cómico comenzó el evento con comentarios racistas, insultando a comunidades como los puertorriqueños, los hispanos y los palestinos, mientras se burlaba de la vicepresidenta Kamala Harris con términos denigrantes y referencias ofensivas a su origen étnico. La figura central del evento, Trump, subió al escenario en un clima ya cargado de misoginia, racismo y ataques virulentos hacia sus opositores políticos.

La retórica de Trump, marcada por promesas de «represalias» y advertencias sobre un «enemigo interno», intensificó su discurso. Describió su posible victoria como un «día de liberación» frente a lo que calificó como una invasión migrante, mientras sugería que procesaría a quienes considerara responsables de «hacer trampas» en las elecciones. En este contexto, Trump continuó alimentando la narrativa de un Estados Unidos amenazado por un orden interno que, según él, debe ser combatido con mano dura.

El evento también reflejó la creciente polarización dentro de su base. Mientras figuras del Partido Republicano como el senador JD Vance y el ex presentador de Fox News, Tucker Carlson se unían al mitin, la campaña de Kamala Harris aprovechó la oportunidad para denunciar los comentarios ofensivos hacia Puerto Rico y otras comunidades. El mitin fue una plataforma para la expresión del desdén de Trump hacia sus adversarios.

El regreso a la Casa Blanca

Tras las elecciones de noviembre de 2024, la victoria de Trump ha coincidido con una ola de mensajes racistas que ha alarmado a la sociedad estadounidense. Estos mensajes, enviados masivamente a personas negras y latinas en más de 30 estados, contienen amenazas que evocan el oscuro pasado esclavista de Estados Unidos, incluyendo referencias explícitas a la explotación de afroamericanos en plantaciones de algodón. El FBI ha iniciado investigaciones para rastrear el origen de estos textos, en un clima de creciente preocupación por la seguridad de las minorías en el país.

Este preocupante episodio recuerda al aumento de crímenes de odio registrado durante el primer mandato de Trump, cuando los discursos inflamatorios del entonces presidente alentaron a grupos supremacistas a actuar con mayor violencia. La retórica divisiva de Trump no solo amenaza con polarizar aún más a la sociedad, sino que pone en riesgo los avances logrados en derechos civiles y justicia social.

Con la investigación en curso por parte del FBI y la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), la nación se enfrenta al desafío de contener la escalada de violencia y odio racial que podría seguir en aumento con Trump en la Casa Blanca. Su figura representa no solo una amenaza política, sino un peligro real para la cohesión social y los valores democráticos que han definido a Estados Unidos como una nación diversa e inclusiva.

Así es como Donald Trump, nombrado Persona del Año por TIME «para bien o para mal», refuerza su imagen presidencial manipulando las emociones más profundas del país mediante discursos de odio cargados retórica populista, y actitudes abiertamente racistas y xenófobas. En este contexto, la reflexión sobre el futuro de Estados Unidos y su identidad como país inclusivo y democrático cobra una urgencia inédita.

Ilustración: Iván Rojas

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