El arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, atribuyó al aborto el origen de la cultura de la muerte en la sociedad, dijo: si una madre es capaz de realizar este acto “que no nos extrañe todo lo demás (…) Tristemente esta cultura de muerte inicia desde que una madre puede asesinar legalmente, entre comillas, a su hijo en su propio vientre.” Esto ocurrió al presidir la ceremonia en la Catedral de Puebla, Sánchez Espinosa aseguró que la sociedad está inmersa en esta cultura, que se traduce en crímenes de odio y la normalización de la violencia desde la infancia.
El señor arzobispo se equivoca. Intencionalment relaciona un problema de salud pública y de derecho de las mujeres a decidir, con la violencia que vive Puebla y otras regiones del país. ¿Sabrá el arzobispo cuántas jovencitas y mujeres poblanas católicas y de buenas familias vienen a abortar a la CDMX, porque en Puebla las instituciones públicas y privadas no pueden realizar un aborto en condiciones adecuadas? Son miles.
En Puebla el aborto sigue penalizado, por la oposición de la jerarquía eclesiástica y los grupos más conservadores de la sociedad. La clase política, de todas las orientaciones, le tienen miedo a las sotanas y los alzacuellos, piensan que pueden volver en su contra a la mayoría de la sociedad y con esto perder el poder.
El origen de la violencia está en la familia. No en los videojuegos, en los espectáculos masivos, en los narcocorridos o el reguetón. Por supuesto que estas manifestaciones contribuyen a la apología de la violencia, pero no son su causa.
No tengo certeza, pero tampoco duda que las familias de los jóvenes que golpearon a otro en la Estrella de Puebla hace unos meses y del adolescente que agredió a un guardia de seguridad en la caseta de vigilancia de Angelópolis, que se volvió noticia nacional, son católicas, gente bien, alumnos de la universidad Anáhuac, propiedad de los legionarios de Cristo. No sería extraño que hubieran asistido a misas oficiadas por el propio arzobispo
Ahí está la violencia que no quiere ver el pastor de la iglesia poblana, escondida, gestándose tras los altos muros de esos castillos de la pureza.
Al igual que Ignacio Ramírez, El Nigromante, pienso que la jerarquía de la Iglesia Católica ha sido uno de los grandes obstáculos para el desarrollo de nuestro país. Después de tres siglos de colonia, se fueron los españoles, pero nos dejaron la iglesia. Por supuesto que no hablo de los cientos, quizá miles de sacerdotes, encabezados por Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón y Mariano Matamoros, que lucharon por la independencia y el fin de la esclavitud. Hablo de la jerarquía católica que alentó la reconquista, que dio la bienvenida a la invasión norteamericana, al imperio francés en el siglo XIX, que facilitó la explotación de los campesinos y trabajadores en el Porfiriato. Hablo de la jerarquía eclesiástica que abandonó a su surte a los cristeros; que siempre está del lado de los poderosos y solapa a los sacerdotes pederastas.
El señor arzobispo debe abrir bien los ojos, recordar que México es un país laico y contribuir, si tiene voluntad, a terminar con la violencia en la familia, en el ámbito personal y privado y no hacer política desde el púlpito. Primero debe limpiar su casa. Eso pienso yo, ¿usted qué opina?
La política es de bronce.
@onelortiz
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