Querido socio propietario del 0.00000000001% de alguna de las empresas de las que yo soy socio mayoritario:
¡Muchas felicidades!
Tiene usted mi reconocimiento y admiración porque usted sí sabe lo que quiere. Nos acercamos ya al final de esta pandemia en la que millones de personas que no tenían objetivos en la vida se encerraron en sus casas. Mientras tanto usted, al igual que sus compañeros, haciendo gala de arrojo y estoicismo, se puso su uniforme y su cubrebocas y salió a depositar su piedra en la pirámide de la civilización.
¡La vida es una aventura! ¿Se imagina usted si nuestros ancestros cavernarios se hubieran quedado en su cuevita en vez de salir a cazar, por miedo a las otras bestias contra las que tenían que competir? Usted y yo, minoritario socio, no existiríamos.
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Es por gente como yo, que atraviesa dos delegaciones en helicóptero todos los días, radiografiando a simple vista los problemas de la sociedad; y sobre todo usted, que hace una hora de cola antes de subirse a un metro que le transportará por la ciudad a toda velocidad sobre precarias estructuras, para llegar a tiempo a la sucursal de Elektra o de Banco Azteca que es su segunda casa… somos nosotros, pues, quienes mantenemos vivo no sólo a este país, sino a nuestra especie. Somos nosotros quienes esculpimos las hélices de la genética del Nuevo Azteca, el Azteca Eléctrico.
¿Ha leído, acerino socio, las compilaciones de lamentos que recopiladores ociosos publicaron durante el encierro? ¿Qué hizo toda esa gente, encerrada todos esos meses? Lamentarse y hacerse llevar las viandas a sus domicilios… y encima de todo eso, quejarse y maldecir el capitalismo, la globalización y los murciélagos.
¿Qué hiciste tú, mientras tanto, socio minoritario? ¡Sacrificarte para salir adelante!
¿Qué sentías al llegar a la sucursal y saludar a tus compañeras, a tus compañeros, con un afectuoso roce de codos?
¿Qué sentías al atravesar la ciudad y ver todo cerrado, mientras tu segundo hogar permanecía abierto, con enormes colas de clientes a la entrada?
¿Qué era tu sucursal, querido socio, sino un faro que se negaba a apagarse ante la tormenta de la paranoia, donde la verdadera epidemia eran las gónadas contritas?
Hayas o no enfermado por la pandemia, aquí estás leyendo esto en vida, en la plenitud de tus facultades, para siempre en la nómina de los constructores de la Historia Azteca.
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Nos encontramos, socio minoritario, ante una época en que se busca generar resentimiento contra mí, tu socio, tu Otro Yo, tu potencial Yo futuro. Las compilaciones malhechas como Forbes me colocan como la segunda fortuna más grande del país, como si eso fuera malo por sí mismo, y sobre todo dejando fuera de esa lista a varios mafiosones cuyos recursos exceden los míos, pero que por no estar dados de alta ante las instancias fiscales o el Seguro Social, es como si no existieran.
Mientras tanto, querido socio, esas listas llegan a ojos resentidos y como tristemente vivimos la era del odio hacia los ricos, tu servidor y los demás nombres enlistados quedamos expuestos como los enemigos públicos número uno. ¿Cuánta dignidad puede reconocerse a una época en la que la virtud se hace causal de escarnio ante la opinión pública?
Te adelanto esta información, apreciable socio, porque el mundo da muchas vueltas, y nunca se sabe cuándo dejarás de ser un socio minoritario para transformarte, en cambio, en socio mayoritario o al menos en un socio con la misma participación que tu servidor sobre la corporación que nos vincula. Tú y yo a la par en la Balanza Azteca, compartiendo la responsabilidad de gestionar los centros de trabajo en los que miles de mexicanas y mexicanos fincarán su progreso intelectual y financiero.
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No te dejes apantallar por el hecho de que si eres vendedor de piso en Electra tendrías que trabajar 3,574,620 años para alcanzar mi patrimonio actual, o 1,578, 461 años en caso de que seas asesora financiera en Banco Azteca. Esas magnitudes numéricas son demasiado abstractas y potenciales laberintos para el raciocinio acostumbrado a denominaciones modestas. El desarrollo económico de una mente brillante no acaece de manera lineal, y yo no contrato más que mentes brillantes. Sí, mírate al espejo. ¡Ese eres tú!
Y supongo que si, una vez encumbrado, te vieras enlistado en esta lista de enemigos públicos que insiste en publicar Forbes, y persistiera el clima antiemprendedor que hoy respiramos, te sentirías igualmente agraviada o agraviado. Y con justa razón, porque no hay derecho de exponernos con tal de vender revistas que apuestan al morbo para hacer de la acumulación material una obsesión degenerada, en vez de valorarla como justa recompensa a una vida de productividad, que es el más alto ideal al que puede aspirar el Azteca Eléctrico.
Por ello, te aconsejo que ahí donde veas a un despistado vituperando mi nombre a propósito de esa lista, procedas a cuestionarle del siguiente modo: «¿Y tú qué has hecho de tu vida? ¿Eres de los que nos quieren convertir en Venezuela? El señor Ricardo se levanta a las 5 am hasta los domingos. ¿A qué hora te levantas tú? El señor Ricardo estudia decenas de libros al año, con todo y su intensa labor filantrópica y empresarial, y hasta los reseña en su blog para provecho de los intelectos sedientos. Tú eres un huevón desempleado y en este post donde lo criticas te acabo de encontrar las siguientes faltas de ortografía, falacias retóricas y sesgos cognitivos…».
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No te tientes el corazón, socio minoritario. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. No te juntes con gente débil, porque es una plaga que debilita a los temperamentos sólidos. Mide tu fuerza por tu productividad en sucursal y si en algún momento dudas qué tan productivo estás siendo, consulta con tu gerente y pregúntale qué otras funciones podrías cumplir para seguir engrandeciendo nuestro consorcio.
Veas o no veas mejorías económicas a corto o largo plazo, recuerda estas palabras de don Alfonso Reyes, cuya lectura mi amigo en la Silla Mayor tanto recomienda: «El bien no se funda en una recompensa esperada». El bien mayor, minoritario socio, es ver al final de la jornada los anaqueles de sucursal casi vacíos y saber la caja llena. Aprende a leer la mirada de tu gerente: en aquellos iris se registra el balance de tus esfuerzos.
Bajo esta mística y con estos hábitos podremos seguir rugiendo como el motor de nuestra nación y de nuestra especie, rodando cuesta arriba hacia la cima de un futuro en que el Azteca Eléctrico volverá a irradiar su liderazgo desde el ombligo del cosmos.