Por: Agencia Reforma
Ciudad de México, México .-Eloise (Thomasin McKenzie) se muda a Londres para estudiar diseño de modas. La ciudad, sin embargo, resulta ser demasiado -como varios personajes se lo repiten continuamente-, y lo único que logra sacarla de su realidad son vívidos sueños sobre aquel «Swinging London» de los 60 con los que está obsesionada.
En aquellas escapadas, Eloise sigue a Sandie (Anya Taylor-Joy), una bellísima y carismática joven que quiere ser famosa y pronto, consigue a un agente, Jack (Matt Smith), que la podría ayudar.
Edgar Wright, director y coguionista (junto con Krysty Wilson-Cairns), es un cinéfilo enérgico que en varias de sus películas ha jugado a deconstruir géneros con el común denominador de un inspirado uso de la música.
El Misterio de Soho no es la excepción, y la importancia de este elemento -aunado al fluido manejo de la cámara del fotógrafo Chung-hoon Chung– dan la impresión de estar viendo una danza, por momentos operística.
Edgar: el ingenio detrás de Soho
Wright, sin embargo, tiene varias sorpresas bajo la manga, y su historia pronto se torna en un cuentito de horror. Y si bien la narrativa siempre tiene un factor de impredecibilidad que hace que la experiencia sea más inquietante, también es cierto que la película va perdiendo impacto conforme avanza.
Lo que en un inicio parecía tener un enfoque en aristas sobre la salud mental y la obsesiva nostalgia por el pasado, se torna en una tragedia influenciada por Polanski y un cine Giallo que se le sale de control. Wright intenta subvertirlo mientras tambalea con lo políticamente correcto, pero el resultado termina siendo ambiguo y deja de lado lo que hacía tan seductora su primera parte.
Aun así, la pasión de Wright es palpable, y su película nos lleva por un intenso viaje acompañado de impecables valores de producción, una gran actuación de McKenzie, y la siempre irresistible presencia de Taylor-Joy.