Si los panistas tradicionales pierden la dirigencia estatal ante Genoveva Huerta Villegas mejor deberían dedicarse a otra cosa y no a la política. Ella no hace nada nuevo, sólo repite las fórmulas de Rafael Moreno Valle Rosas, para las que los tradicionales ya debieran tener antídoto.
La competencia que hay entre morenovallistas y panistas tradicionales para hacerse de la dirigencia estatal del Partido Acción Nacional tiene como objetivo las elecciones de 2024, cuando habrá de terminar el periodo del actual gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta.
Si en el PAN hay lucha de intereses entonces sus militantes tienen un problema. Lo interesante de los problemas es la forma en que se resuelven y habremos de ver cómo los soluciona Acción Nacional, ya sin la poderosa presencia de Rafael Moreno Valle.
Ni Genoveva Huerta Villegas ni Augusta Díaz de Rivera, las dos aspirantes a la dirigencia, han sido cuadros sobresalientes del panismo. Ambas han trabajado, sí de forma constante, pero arropadas por quienes toman decisiones en las corrientes a las que pertenecen.
En la actual elección de la dirigencia estatal varios panistas de alto nivel ven una oportunidad dorada para librarse del morenovallismo que aún anida en Tulipanes 6104.
Quieren dejar en el pasado, de una vez por todas, la torpeza con la que eligieron a Moreno Valle Rosas como aliado en aquellas elecciones en las que el PRI perdió frente a la coalición Compromiso por Puebla, formada por PAN, PRD, CD y el Panal.
La cosa, sin embargo, no es tan simple: uno de los mayores apoyos que tiene Augusta Díaz de Rivera es el del presidente municipal electo, Eduardo Rivera Pérez, postulado por PAN, PRI, PRD, CPP y PSI.
Y es precisamente Rivera Pérez el más interesado en que Huerta Villegas no gane la dirigencia del PAN. Él repite como presidente municipal de la capital del estado y su mira, dicen sus cercanos, está puesta en 2024. Ella le significa, hasta ahora, el mayor obstáculo.
A favor de Augusta Díaz de Rivera y de quienes empujan a Eduardo Rivera están los votos que éste recibió del PAN: 213 mil 400, que representan 72.2 por ciento del total que obtuvo en la elección para la alcaldía.
En contra, que Huerta Villegas controla la estructura del PAN y que nombró a Jesús Giles Carmona como presidente del Comité Directivo Estatal.
Giles Carmona, señalado como presunto responsable de falsificar su título como abogado, más que ser un buen operador, sabe obedecer y de ahí la decisión de Genoveva: en los hechos será ella quien tome las decisiones importantes.
La lealtad de Giles está más que probada: cuando en 2015 él fue dirigente del PAN quien tomaba las decisiones era la secretaria general Martha Erika Alonso Hidalgo, esposa de Moreno Valle Rosas, y a la postre gobernadora del estado.
Panistas tradicionales consideran un agravio que Genoveva Huerta haya recurrido a Giles, al que no le perdonan que en septiembre de 2012 pidiera al presidente nacional Gustavo Madero destituir al dirigente estatal del PAN, Juan Carlos Mondragón Quintana, uno de los políticos perseguidos por Moreno Valle Rosas.
La petición se publicó como un desplegado en los periódicos Milenio, Excélsior y Reforma.
Está por verse si los panistas tradicionales podrán de una vez por todas deshacerse del morenovallismo, si tienen estrategia para ganar.
AL MARGEN
Algo que se debe celebrar sin recato alguno es que haya comenzado el proceso de extinción de los minipartidos Fuerza por México, Encuentro Social, Redes Sociales Progresistas y Compromiso por Puebla. Sus creadores, o quienes los encabezan, necesitan repensar sus vocación política: aquí le van algunos nombres así a bote pronto: Fernando Manzanilla Prieto, Gerardo Islas Maldonado, Rafael Moreno Valle Rosas…, y súmele los que le vengan a la mente.
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