Son las 20:00 horas en Puebla capital. Al sur de la ciudad, en el Hospital de la Margarita, María murió por complicaciones respiratorias tras dar positivo a covid-19, suceso que desconoce casi la mayoría de jóvenes que abarrotan cada fin de semana los antros y bares de la Avenida Juárez y el Centro Histórico, en plena cuarta ola de contagios dominada por ómicron.
El ambiente es contrastante. Hay dos filas: un grupo esperando noticias de su paciente en el nosocomio del IMSS; en la otra, una multitud esperando mesa para tomar un trago, cenar o simplemente divertirse.
Para entrar a lugares como El Cantarito, basta con llegar hasta la puerta en grupo y fingir que se tomaron la temperatura para entrar. Allá, en el hospital, no se respeta la sana distancia por la necesidad de escuchar un «hoy será dado de alta». En la Avenida Juárez no se guarda distancia para poder conseguir un lugar.
Esta imagen se repite en lugares como La Bici de Cleta, el Salón Corona, la Sufrida, la Cervecería Chapultepec y el McCarthy’s Irish Pub del Centro Histórico.
Pasan los minutos, las canciones, las botellas. Poco a poco, los grupos se unen a otros para poder bailar. Envueltos por las luces de neón se retiran los cubrebocas con gestos victoriosos. Ahora, el único lenguaje que sirve es el de los gritos, porque la música electrónica y de reggaeton de moda hace imposible que sea de otro modo.
Jugar con la salud propia y la ajena
El tiempo de incubación del virus es de 5 a 6 días, así que algunos ya no podrán volver el siguiente fin de semana a divertirse, eso si les queda algún gramo de conciencia y responsabilidad. Otros lo sabrán disfrazar para seguir saliendo.
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El panorama de la calle tampoco es alentador. Confiados en que la vacuna hará su efecto, es casi imposible ver a alguien con cubrebocas. Otro incluso animan a los pocos que lo llevan a retirárselo. «Aquí no pasa nada, ni te pasa nada», se dicen.
Lo hacen a modo de reto. Como si tuvieran la certeza de que los que estarán con ellos también lo estarán, como si pudieran ver a través de los demás y confirmar que ninguna de las personas con las que se encontrarán en su caminata tiene diabetes, asma, cáncer, o algo que los haga vulnerables.
Por fin, entre tantos sitios la Cervecería El Azulito y en el Beirut Beer le ofrecen gel antibacterial y con eso los de adentro creen que todo estará bien, que la música seguirá sonando cada fin de semana, que las cosas cambiarán solo con desearlo…
Una reflexión tardía
María, era una mujer de 57 años con hipertensión. Tenía las dos vacunas contra el covid-19 al igual que sus hijos, dos jóvenes de 24 y 29 años.
Ellos le mintieron en más de una ocasión para salir con sus amigos. Al más joven le dio una «gripe normal» después de Año Nuevo, enfermedad que la alcanzó, pues uno se cuida de los de afuera, nunca de los de adentro.
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Son las 20:00 horas y en el hospital no suena la música del momento. Se oyen sirenas, llanto y rezos. Y luego de despedir a los cuerpos sólo queda el silencio.