Entre vacío, silencio y tranquilidad amaneció la ciudad de Puebla, este primero de enero. El día encontró unas horas de paz después de la celebración que orquestaron los poblanos horas antes, con la esperanza y el deseo de un 2022 extraordinario.
Un día anterior la postal era muy distinta. Las calles principales eran un mar de personas; por momentos se volvió imposible caminar entre la multitud, el tráfico y todos los puestos ambulantes instalados en las inmediaciones del Zócalo y la Calle 5 de mayo.
Por cierto, los ambulantes ganaron la batalla contra la autoridad, o así lo ve la gente, pues a pesar de las recomendaciones y restricciones para evitar la venta de pirotecnia, la pudieron vender en sus narices sin problema, barata, sin empachos. Los niños fueron los mejores compradores y a nadie le importó.
Ahora, en los espacios que tomaron los ambulantes no hay nada. Los locales también permanecen cerrados. No hay personas. No hay automóviles. Todo es paz. Quietud que se romperá después de las 10:00 horas.
La imagen sería perfecta de no ser por toda la basura que se quedó como prueba de que la fiesta fue en grande. Ojalá así fuera la responsabilidad.
A pesar de que el sol ya regalaba sus primeros rayos de calidez, el frío no dio tregua en ningún momento. Caminar con quietud es un regalo para todos, sobre todo para quienes eligieron dormir tranquilos y no pudieron hacerlo por el bullicio del festejo. El cansancio de la risa y el canto suele ser más pesado que el que deja la monotonía o la tristeza, a pesar de ser más placentero.
La neblina tiñó de gris las primeras horas del día. Era complicado distinguir a más de cuatro metros hacia adelante, aunque al tratarse de la Avenida de la Reforma, la conciencia lo recuerda con exactitud.
Ojalá que esta niebla no simbolice lo mismo que en sueños, porque a los dos años anteriores a este lo que les sobraban eran dudas e indecisión, un tanto por la crisis que dejó tras de sí la pandemia y otro por el miedo de saber que vendrá.
Por otro lado, en las colonias populares de Puebla capital, la niebla no era más que el olor y los restos de pólvora de los “cuetes” y “chispitas” que los vecinos adquirieron de forma “clandestina”. Todo lo que se pagó en la 6 Poniente se escuchó al sur y al norte de la ciudad.
Allí la celebración se extendió por horas con la música a tope y los perros aullando de dolor, ante tanto desconcierto y estallido. Las patrullas brillaron por su ausencia, aunque era entendible, los uniformados también tienen familias, también merecían unos minutos con los suyos, un abrazo, una felicitación.
Entre el vacío, el silencio y la tranquilidad. Hoy, en el primer día del año, Puebla amaneció con la esperanza y el deseo de un 2022 extraordinario.