Tome usted a una chica con cabello alocado y sonrisa amable, agregue un interés lector (al gusto), un par de padres científicos. Colóquela en una ciudad llena de estímulos visuales, digamos Ciudad de México (no olvide proveer a su individua de una mirada perspicaz y un archivero mental). Deje crecer las raíces de su literaturidad y capacidad de observación.
Añada una licenciatura en Química de la UNAM, deje cocinar unos cuatro años y medio, y posteriormente proceda a inyectar una buena suma de Maestría en Creación Literaria. Agregue un plan de vida con vigencia de cinco años referente a si su individuo puede desarrollarse en el ámbito literario (a repetir de forma ciclíca).
IMPORTANTE: no olvide regar a su chica con hartas dosis de Ciencia Ficción, Fantasía, Especulación, Física Cuántica (de media elevada a avanzada), y mucho ingenio lingual.
Y voilá!, ha usted creado a su Andrea Chapela particular.
Descubriendo a Chapela
Andrea Chapela es quizás mi hallazgo literario reciente de mayor valor. Llevo apenas un par de meses rascando el mundo de la Ciencia Ficción en México y me siento como si hubiese dado con una mina de petróleo (diamantes, oro, rubíes, o cualquiera que sea el hallazgo mineral más asombroso del momento).
Comencé a leer Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio, luego de ver una plática suya en el Festival del Libro de San Andrés Cholula. La forma en la que hablaba con tanta naturalidad de la literatura, como si hubiese nacido con pluma en mano, me lleno lo suficiente de curiosidad como para salir corriendo a comprar su libro.
Poco después de empezar a leer Ansibles me pasó algo curioso, sentí que me leía a mí misma y no, para nada escribo como Andrea ni me sentí usurpada de mis pensamientos o palabras, al contrario, sentí que esa vocecita que a veces me habla con cariño se materializaba en sus historias. Curioso, ¿no?
Avanzada en su libro surgió la idea de hablar con ella, de escribirle y entrevistarla. Oh bendita, bendita virtualidad, bendito internet: la encontré en Facebook, la contacté y charlamos un rato. He aquí lo que hablamos (ojalá les emocione tanto como a mí y les avive un poco ese gusanito lector).
Entrevistando ando
[Breve introducción: de pantalla a pantalla, de CDMX a Puebla, con breves interferencias causadas por una red de conexión ineficaz para transmitir ese noséqué que es conocer a la gente que admiras].
–Por lo que entiendo tú estudiaste Química y después estudiaste una maestría en Creación Literaria, ¿verdad? [Favor de ignorar mi nerviosismo/emoción].
–Sí, exactamente.
–¿Cómo fue que llegaste a esa combinación, por qué no estudiar directamente Literatura o dedicarte solamente a la Química?
–No sé, creo que fue una vuelta en U. Yo ya estaba escribiendo, y ya había publicado libros cuando entré a la universidad. Un poco no estaba segura de que quería dedicarme a eso, era algo que me gustaba, lo que hacía en mis veranos y mi hobby. Pero no sabía si quería que fuera mi apuesta y mucha gente en la que yo confiaba mucho me recomendó que no estudiara Literatura si lo que quería era ser escritora y pues les hice caso. Me gustaban mucho las Ciencias, mis padres son científicos y dije “Bueno, ya está, vamos a ser química”, que era mi ciencia favorita.
Muy rápidamente supe que no quería dedicarme a eso entonces, ya al final de la carrera estuve buscando en el extranjero un postgrado y pues al final me metí en Iowa para hacer Escritura Creativa. La gran pregunta para mí era irme ahí para realmente responder si yo quería o no ser escritora; pues la respuesta fue sí [risilla contenida de lo que me atrevo decir es alivio]. Pero era algo que tampoco tenía muy claro.
–¿Y hasta cuando llega esa claridad?
–El primer semestre de la maestría, hacía el final del primer semestre, tuve un momento muy grande de epifanía que dije “Sí, esto es [otra risilla], esto va a ser”. A partir de ahí me comprometí conmigo misma: cumplí 25 años al terminar ese primer semestre y me comprometí de que los siguientes cinco años, hasta los 30 iba a dedicarme a escribir como la prioridad, y luego iba a juzgar qué había pasado durante esos cinco años.
De esos cinco años viví tres en Iowa, dos en Madrid, estuve en una residencia de estudiantes, escribí los libros que he publicado en los últimos años y hacía finales de eso es que gané los premios; que fue para mí pues la manera en la que, de alguna forma, el mundo me contestó que sí, que ahora que se acababa mi plazo realmente tenía que seguir en eso.
Supongo que ahora estoy en mi segunda vuelta de cinco años [inserte una gran sonrisa de orgullo propio y otra de felicidad por ver a alguien tan genial realizarse], comenzándola y viendo qué pasa ahora.
–Como tal, como química ¿has ejercido alguna vez?
–No, nunca he ejercido, de hecho, no tengo ni cédula y espero nunca tener que tramitarla. Tengo el título, pero no nunca he ejercido. Lo más cercano es que escribo mucho de Ciencia, escribo para revistas y me interesa mucho el lugar donde la Ciencia y el Arte se conjugan, las maneras en que históricamente han estado en conversación o se han influenciado.
Me gusta escribir sobre esos sitios, donde las cosas son mucho más multifacéticas. El Arte mirando a la Ciencia y la Ciencia mirando al Arte.
–¿Antes de entrar a Química ya escribías algo parecido a Ciencia Ficción?
–Escribía Fantasía, escribí una serie juvenil de Fantasía [la saga Vâudïz] muy parecida diría yo a La Materia Oscura [de Pullman], cosa de mundos paralelos, de adolescente [el espíritu teenager es atemporal, sin duda, de adolescente mi gran referencia fantástica eran hombres lobo y vampiros luchando por amores imposibles]. Es una serie de cuatro tomos que me tomó escribir entre los 15 y los 25 años; escribir y publicarla.
Luego me fui a Iowa y comencé a escribir cuento, poesía, ensayo, y fue ahí donde también comencé a escribir Ciencia Ficción. Primero decía que me interesaban los géneros especulativos, estos lugares más allá de la ficción mimética, pero en general, creo que lo que me interesa son los lugares donde hay cierta conexión de cosas que parecerían no tener mucha relación.
También me pregunto muchas cosas intergénero como: “¿Cuál es el lugar entre la Ciencia y la Ciencia Ficción, entre la Ciencia Ficción y la autobiografía? ¿Qué se hace con la auto-ficción y la novela, el ensayo y la novela?”. Todos estos lugares de entrecruzamientos. Pero eso lo he ido descubriendo después.
Cuando llegué a la maestría realmente lo que me interesaba era la especulación, la idea de que uno podía usar la imaginación y el escenario se volvía parte de los grados de libertad, a los cuales yo como escritora tenía acceso.
–¿Cómo creas tú un escrito o cómo surge una idea?
–Surge de muchos lugares y más o menos lo que hago… [breve suspiro que delata un torrente de ideas] Ya ahora llevo muchos años en observación constante de lo que hay a mi alrededor, sobre todo en las cosas que llaman mi atención, aunque a veces no lo comprendo [una sonrisa se escucha en cada frase, como esas sonrisas que brillan éxito]. En esa observación hago como un archivero mental de sonidos, ideas, gente que oigo en el metro, conversaciones, anécdotas que me cuentan, cosas que veo, cosas que me pasan.
A veces, de repente me estoy preguntando cosas; a veces son cosas formales que tienen que ver con cómo se escribe, otras veces tienen que ver con historias, y luego voy sacando de estos cajones los detalles que me van interesando.
Hasta hace poco una de las maneras en las que escribía es que iba haciendo proyectos; que fue una de las maneras en las que fui armándome la vida. Gané una beca del FONCA, que fue la que me ayudó a escribir Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio [anoten para la bucketlist de lecturas para antes de morir]. Entonces había una idea previa como del tipo de cuentos, los universos que iba a estar tratando de [interferencia], con el proyecto el FONCA yo ya sabía que quería que todos los cuentos fueran protagonizados por mujeres, que quería escribir en estas intersecciones entre una relación que se ponía en jaque por una tecnología, que casi todo sería en transhumanismo, esta cosa como de futuros cercanos.
Luego escribí Grados de miopía, para la residencia de estudiantes en Madrid, sabiendo que iba a ser un ensayo lírico, que era sobre Ciencia y Arte. De esta manera he tenido estos proyectos con contenidos que tengo que vender antes y voy limitando. Ahora es un poco distinto, el cómo van llegando las historias; pero cada una es bastante única en la manera en la que se va construyendo. Tardan mucho tiempo, a veces tengo una idea a la que le doy vueltas y después de meses entiendo a dónde pertenece.
–Entonces ¿trabajas de una manera un tanto caótica, digamos, como armando Frankensteins?
–Para mí escribir es armar rompecabezas: voy viendo las piezas, voy viendo cuáles encajan, dónde está mi curiosidad. Muchas veces leo algo y eso me da una pista sobre el rompecabezas que estoy armando. Siento que mucho tiene que ver con estar atento a lo que te rodea, a los impulsos que vienen, y sí, ir encontrando dónde eso impulsos hacen eco dentro de uno y ver qué otras cosas están en juego. No sé si diría Frankensteins, aunque podría ser [risa compartida].
–[Órale] ¿Cuáles fueron tus primeros acercamientos o qué referencias tienes más presentes de la Ciencia Ficción, de estos géneros especulativos? Que hayas dicho “Yo quiero hacer algo así»:
–Mi primer acercamiento fue Harry Potter [de J.K. Rowling], La Materia Oscura de Philip Pullman fue otro de los libros que yo dije “Esto, esto es lo que quiero hacer, escribir cosas que se sientan como esto”. Lo mismo me paso con Michael Ende con La historia interminable, que es un libro que todavía admiro muchísimo. Comencé a leer por ahí, y comencé a escribir igual por ahí.
Comencé a escribir muy chica, con 14-13 años, y esas eran un poco las lecturas que había alrededor mío. A partir de ahí, no sé, siempre regreso y me muevo por todos lados, a pesar de que sé que me interesa escribir especulativo, creo que también lo especulativo bebe del mundo. Igual hay muchos autores mexicanos que me interesan que no son de ese estilo.
Están igual: María Luisa Puga, es una escritora mexicana que admiro muchísimo, muchas autoras contemporáneas igual, por ejemplo, está Nona Fernández, una chilena que admiro igual mucho; me encantaría poder escribir como escribe ella. Voy bebiendo también de muchas tradiciones, últimamente he estado muy obsesionada leyendo libros coreanos y japoneses.
Entonces voy buscando por todos lados: ¿qué me llama? ¿qué me da pistas acerca de las nuevas cosas que quiero hacer; pero sí, comencé por ahí, por lo juvenil y luego tomé talleres. Traté de aprender más sobre Fantasía, sobre Ciencia Ficción y fue cuando ya comencé a leer más de cosas históricas, leer a Asimov, leer a Clark, a Úrsula K. Le Guin, que fue de los grandes descubrimientos de esos periodos.
Luego cuando empecé a escribir cuento, leer sobre cómo se hacía cuento, no solamente novela, sino el cómo; ahí encontré a Ted Chiang, a Kelly Link, a Chris Johnson, y por un rato a Carmen María Machado, que es una de mis grandes influencias. Leí mucho del inglés, fue un idioma y una tradición que ha cambiado mucho lo que escribo, después me mudé a España y ahora regresé a México y como que me he volcado en leer a mis contemporáneos y ver qué está sucediendo.
Leer a Mariana Enríquez, a María Fernando Ampuero, a Mónica Ojeda, a Liliana Colanzi; creo que además hay muchas mujeres haciendo cosas muy interesantes ahora mismo y que muchas de ellas también están jugando en estas líneas de lo no-realista. A lo mejor desde otros géneros, pero también en estos lugares de transgredir lo real.
–Sí estás muy informada, eso está muy padre.
–Creo que te hice un panorama gigante… [risas de ambas].
–Está genial. Fíjate que yo comencé a leer Ciencia Ficción latina recién, comencé con el libro de Paracosmos de Gerardo Sifuentes, y ahora estoy leyendo tu libro, el de Ansibles, la verdad me está encantando, está muy bueno.
–[Ligero rubor pixeleado y un quedito] gracias.
–Me pasa algo muy chistoso con tu libro, siento que me estoy leyendo a mí misma, no sé, esta curioso.
–[Cabeceo de coincidencia], lo que he entendido de escribir un libro es que al final es esto, conversar con la gente, es que quizás hay una experiencia muy concreta acerca de ser joven y ser mujer [risas empoderadas de ambas] en una ciudad como la que se representa ahí.
–Está interesante también cómo haces de la ciudad otro personaje. No sé, es como que no necesito haber estado en la ciudad para concebirme en ella. [Una trabadita a cargo de don Zoom y seguimos].
–Esa característica de Ansibles no era de las cosas que yo sabía desde el principio, a diferencia de otras, sino que fue algo que me fui dando cuenta después. Estaba lejos de la Ciudad de México, sentía mucha añoranza y nostalgia por ella, estaba escribiendo desde ahí; desde una ciudad que me formó, que me hizo y que yo creí que me llamaba. Me fui dando cuenta de lo mucho que me fascinaba tratarla de imaginar en futuros diversos y qué pasaría con ella.
–Oye y ¿por qué decides abordar tu literatura desde lo, digamos, probable y no tanto desde este estigma que hay de la Ciencia Ficción? ¿de saltos en el tiempo, de extraterrestres…? ¿Qué es lo que te atrae de esa probabilidad?
–En realidad me atrae todo, algún día espero escribir de viajes en el tiempo. Quisiera escribir todas estas cosas cada vez más fantásticas. Pero sí hay una cosa de describir la Ciudad de México en cercanía que me interesa mucho por describir a la ciudad y por la conversación con el presente. Creo que toda la literatura especulativa tiene una posibilidad súper grande de ser como un paso a la izquierda, lo que te da es un ángulo nuevo para observar las cosas que están sucediendo ahora; al final yo sí creo esta expresión de que la Ciencia Ficción habla mucho del presente del autor que la está escribiendo.
Para mí es eso, es decir “Vamos a mirar las cosas desde otro ángulo”. Y también pasa que se genera un extrañamiento a lo que es cotidiano y hemos aceptado y que creo que permite pensar las cosas de otra manera, que para mí es algo que se necesita mucho ahorita.
–¿Alguna vez has pensado en dar tu algún taller o meterte a este rollo de la docencia?
–Di mi primer taller el año pasado en Casa Tomada y me gustaría seguir dando talleres, tanto de escritura como Ciencia Ficción. En algunos momentos siento que yo todavía sigo aprendiendo, pero también me doy cuenta de que llevo ya un rato en esto, que hay cosas que he pensado y que hay una manera particular en la que yo me acerco a escribir que creo que explicarla puede a lo mejor servirle a alguien más. Esa fue la manera en la que yo aprendí a escribir: oyendo cómo otros lo hacían. Encontrando cuál es mi proceso.
Soy muy obsesiva para entender mi propio proceso, entender qué sucede dentro de mi cabeza y verdaderamente tratar de escribirlo. Creo que desde ahí es lo que puedo ofrecer y voy a ir comenzado a buscar dar talleres, dando pequeñas cosas, pero sí, sí me interesa, considero que escribir es hacer una conversación.
Yo lanzo un libro que alguien más leerá, que de alguna manera puede llevar a esa persona a escribir algo, a crear algo, a hablar de algo y que es una manera de conversar. Esas conversaciones, eventualmente, regresan a mí en otros libros, en otras personas. Enseñar, dar talleres es parte de ese ecosistema.
–¿Cuál es tu proceso cuando terminas un libro tuyo? ¿Qué pasa con él? ¿Lo abandonas, lo repudias?
–Nunca abandono, no [risilla]. Yo soy una persona de muchos borradores, entonces al terminar un primer borrador, lo primero que hago es congelar el libro de tres a cuatro meses, no verlo, dedicarme a otra cosa. Y luego lo retomo, lo imprimo, lo leo, casi siempre hago unas tres o cuatro versiones con nuevas correcciones. Soy una persona que necesita hacer varias versiones, una tras otra, tras otra, tras otra. Con cada versión tengo nuevos lectores, nuevas perspectivas y voy, espero, profundizando, poniéndole más carnita al libro, espero.
Ahora mismo estoy justo antes de la última versión de una nueva novela que escribí en noviembre de 2019 y que he estado trabajando durante la pandemia. Creo que me queda una versión más y después de eso… ha sido distinto. Cuando escribí Ansibles y Grados de miopía la verdad es que no tenía mucha idea qué hacer con ellas y fue cuando las mandé a concurso, a muchos concursos, muchos que no gané. De manera muy extraña gané los tres seguidos [Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2018, en el género de cuento, el Premio Nacional de Ensayo Joven José Luis Martínez 2019 y el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola 2019].
En enero firmé con una agencia literaria, así que probablemente ahora funcione muy distinto, no lo sé. Todavía no he escrito un libro nuevo, pero probablemente el libro será de la agencia y ahora ya no tenga que hacer el proceso sola, que también es alentador. Espero que ese libro pueda salir para 2022 o 2023.
–Pero me refiero un poco a ¿qué pasa con tu libro una vez que ya está impreso? ¿Lo vuelves a leer?
–Cuando yo le entregó las galeras a la editorial, cuando el libro ya va a materializarse en el mundo, el libro deja de ser mío. Casi siempre me ha pasado que los libros se publican años después de haberlos escrito, yo ya soy otra, mi cabeza ya está en otro lugar, entonces es como visitar una tierra donde estuviste, una casa que fue tuya, donde viviste y ahora viven otras personas ahí.
Es bastante sorprendente comenzar a leerte a través de los ojos de otras personas. No me releo demasiado, casi nunca, pero sí he tenido conversaciones con todo tipo de personas y no sé, considero un gran regalo que me entreguen su propia lectura y me hagan entender mi propia literatura, mis obsesiones, las cosas que coloqué en el libro de otra manera.
Creo que hay muchos puntos ciegos que a veces no sabe que está escribiendo, o cosas que le dices al lector que uno no sabía que estaba diciendo. No releo y ya no considero que el libro sea mío, pero me gusta esta conversación y este volver a él y hablar de las cosas. Es bastante peculiar lo que uno aprende.
[Procedimos a sufrir uno de los infortunios de mi amado internet: la desconexión].
[Después de muchos Oh no, Maldita sea y esperar a que Facebook funcionase de nuevo. Le marqué a Andrea y terminamos la entrevista vía llamada. Charlamos un poco sobre recomendaciones de libros para que uno pueda adentrarse de a poco al mundo especulativo de la Fantasía y la Ciencia Ficción (sobre todo hizo hincapié en leer a Nona Fernández, Liliana Colanzi y Ted Chiang, por si alguien gusta)].
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Les recomiendo ampliamente su libro de Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio (Ed. Almadía, 2020), una antología de cuentos con mujeres poderosas y sensibles, situadas en Méxicos paralelos y/o futuros. Yo me dispongo a comprar otro de sus libros Grados de miopía (Tierra Adentro, 2019), un ensayo literario con un acercamiento peculiar a la ciencia detrás del vidrio, los espejos y la luz.
Tomaré prestadas las palabras de Gerardo Sifuentes para decir que Andrea es (muy muy muy probablemente) una de las escritoras que están reviviendo la Ciencia Ficción en México o, mejor dicho, que lo están poniendo de nuevo de moda. We’ll see.