Mientras lees esta nota, diez astronautas de distintas nacionalidades se encuentran viviendo y trabajando en el espacio; al regresar, notarán que la falta de gravedad habrá provocado ciertos cambios en su organismo. ¿Cuánto tiempo deberán descansar antes de volverse a embarcar en una nueva misión? Con el auge de las misiones privadas, la carrera por obtener mejores cohetes y la posibilidad del regreso a la Luna por parte de China o EE. UU., se ha incrementado la posibilidad de que los viajes a la alta atmósfera terrestre sean más comunes, y que muchos astronautas pasen largos periodos en condiciones extremas. Desde el inicio de los viajes supersónicos y la aeronáutica espacial, los médicos se han preguntado cómo es que este tipo de travesías inciden en el cuerpo humano. Ahora, un equipo de la Universidad de Florida se dio a la tarea de averiguar el impacto que esta clase de viajes tienen en el cerebro.
¿Cuántos cerebros estudiaron?
Se estudiaron escáneres cerebrales de 30 astronautas antes y después de un viaje espacial. Ocho viajaron en misiones de dos semanas, 18 estuvieron en misiones de seis meses y cuatro estuvieron en el espacio durante aproximadamente un año. Sus hallazgos revelaron que los ventrículos del cerebro se expanden significativamente en aquellos que completaron misiones más largas, de al menos seis meses.
Los ventrículos son cavidades en el cerebro llenas de líquido cefalorraquídeo, que brinda protección, nutrición y eliminación de desechos al cerebro. Los mecanismos en el cuerpo humano distribuyen fluidos de manera efectiva por todo el cuerpo, pero en ausencia de la gravedad, el fluido se desplaza hacia arriba, empujando el cerebro más arriba dentro del cráneo y haciendo que los ventrículos se expandan.
¿Qué recomendaciones tienen para proteger el cerebro de los astronautas?
Descubrieron que las misiones más largas se asociaron con una mayor expansión de los ventrículos, y la mayor parte de la expansión se produjo durante los primeros seis meses en el espacio y luego pareció disminuir en misiones más largas. Los intervalos entre misiones más largas se asociaron con una mayor expansión de los ventrículos después del vuelo; la tripulación con menos de tres años de tiempo para recuperarse entre vuelos sucesivos mostró poco o ningún agrandamiento de los ventrículos. Estos hallazgos demuestran que la expansión del ventrículo continúa con los vuelos espaciales con una duración de misión cada vez mayor, y los intervalos entre misiones de menos de tres años pueden no permitir suficiente tiempo para que los ventrículos recuperen completamente su capacidad compensatoria.
En cuanto más tiempo pase la gente en el espacio, sus ventrículos se volverán más grandes; muchos astronautas viajan al espacio más de una vez, y el estudio muestra que los ventrículos tardan unos tres años en recuperarse por completo, por lo que resulta una buena idea que los viajeros frecuentes se dieran ese tiempo de descanso entre sus viajes de larga duración.
Según los estudios realizados hasta el momento, la expansión ventricular es el cambio más duradero observado en el cerebro como resultado de los vuelos espaciales. Aunque todavía no saben con certeza cuáles son las consecuencias a largo plazo de esto en la salud y la conducta de los astronautas, permitir que el cerebro se recupere parece una buena idea.
Con un mayor interés en el turismo espacial en los últimos años, esta es una buena noticia, ya que los viajes espaciales más cortos parecen causar pequeños cambios fisiológicos en el cerebro. Si bien los investigadores aún no pueden estudiar a otros astronautas que han estado en el espacio mucho más de un año, también es una buena noticia que la expansión de los ventrículos del cerebro no aumenten exponencialmente y se estabilice después de unos seis meses, considerando que posteriormente habrá personas en el espacio por períodos más largos.
El estudio «Impactos de la experiencia de los vuelos espaciales en la estructura del cerebro humano», encabezado por el doctor Rachael Seidler, profesor de fisiología aplicada y kinesiología en la Universidad de Florida, fue publicado en la revista de revisión por pares Scientific Reports de Nature.
Autor: Gerardo Sifuentes
Foto: Internet
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