El movimiento feminista en México tiene una historia larga y profundamente entrelazada con las luchas sociales del país. Desde sus primeros destellos la causa de las mujeres ha estado marcada por desafíos, avances y resistencias que han contribuido a una transformación lenta pero significativa en las estructuras de poder, los derechos y la representación femenina en la sociedad.
Véase también: La amenaza global de la ultraderecha al Feminismo
Aunque la lucha por los derechos de las mujeres en México comenzó a tomar forma de manera más organizada en el siglo XX, las raíces del feminismo mexicano pueden rastrearse cuando figuras como Sor Juana Inés de la Cruz desafiaron los límites impuestos a las mujeres de su tiempo. A través de su obra literaria y filosófica, Sor Juana criticó abiertamente las normas patriarcales y defendió el derecho de las mujeres al conocimiento y la libertad de pensamiento, algo revolucionario en su contexto histórico. En la década de 1850, las mujeres comenzaron a organizarse más activamente en México para exigir derechos básicos como el acceso a la educación.
La lucha feminista en México comenzó a consolidarse en el siglo XX, con avances significativos en la década de 1950. En 1953, México se unió a la lista de países en los que las mujeres obtenían el derecho al voto. Esta conquista fue el resultado de décadas de trabajo por parte de diversas organizaciones feministas que habían demandado la participación política y el derecho a decidir de las mujeres. La figura central de este logro fue Hermila Galindo, quien, junto a otras mujeres, desempeñó un papel clave en la movilización por el sufragio femenino.
A partir de las décadas de 1970 y 1980, el feminismo mexicano dio un paso más en su consolidación, gracias a la aparición de una nueva ola de activismo. Las luchas por el derecho al aborto, el acceso a servicios de salud reproductiva y la igualdad en el ámbito laboral fueron algunas de las principales demandas que caracterizaron a estos movimientos. Sin embargo, las leyes por sí solas no bastaron, y las mujeres continuaron luchando por una implementación efectiva de estos derechos.
En las últimas dos décadas, el movimiento feminista mexicano ha cobrado un nuevo impulso. A medida que los feminicidios, las desapariciones y la violencia estructural contra las mujeres aumentaron, las mujeres mexicanas se movilizaron con más fuerza que nunca, utilizando las calles, las redes sociales y otros espacios públicos como plataformas para denunciar las injusticias. Los colectivos feministas, así como el movimiento #NiUnaMenos, jugaron un papel central en la denuncia de la impunidad de los feminicidios y la falta de respuesta del Estado.
El 8M se consolidó como una fecha clave para las movilizaciones feministas, con miles de mujeres marchando por diversas ciudades del país. Las manifestaciones no solo exigen justicia por las víctimas de feminicidio y violencia de género, sino que también incluyen demandas por la igualdad en el acceso a derechos fundamentales como la salud, la educación y la participación política.
La lucha feminista mexicana, además de centrarse en la violencia de género, ha estado marcada por intervenciones artísticas, performance y grafitis, que han tomado las calles como una forma de resistencia y visibilización. Las mujeres se han apropiado de los espacios públicos para expresar su inconformidad y generar un debate nacional sobre las políticas de género.
El feminismo mexicano ha logrado avances notables en las últimas décadas, pero también enfrenta importantes desafíos. La violencia de género sigue siendo uno de los problemas más graves del país, con un alarmante número de feminicidios y desapariciones que continúan golpeando a las mujeres. La brecha salarial, la falta de acceso a justicia, y la desigualdad en el ámbito laboral, político y educativo son obstáculos que aún dificultan la plena equidad de género en México.
En 2024, México vivió un momento histórico que marcó un antes y un después en la historia del país: por primera vez, una mujer asumió la presidencia de la República. La llegada de la primera mujer presidenta representó un paso fundamental hacia la paridad de género en el más alto nivel del poder político, aunque también se sabe que aún hay mucho por hacer para garantizar una verdadera igualdad en todos los ámbitos de la sociedad.
Para que las mujeres mexicanas vivan en una sociedad más justa, es imprescindible que el Estado y la sociedad en su conjunto implementen políticas públicas efectivas que promuevan la igualdad de género. La educación con perspectiva de género y un sistema de justicia que proteja de manera real a las mujeres son elementos clave para lograr un cambio estructural. En este sentido, la sororidad y la organización colectiva continúan siendo las principales fuerzas que impulsan el movimiento, recordándonos que solo juntas, como sociedad, podremos alcanzar un futuro libre de violencia y desigualdad.
Foto: El Ciudadano
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