“¿Vale la pena todo lo ocurrido y las vidas que se pierden por robar gas?”, se preguntan entre lágrimas habitantes de San Pablo Xochimehuacán, resguardados en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No tienen la certeza de que exista un hogar al cual regresar.
La madrugada del domingo 31 de octubre una fuga de gas LP, iniciada en una toma clandestina localizada en Avenida Gasoducto, provocó un incendio y varias explosiones. Autoridades de los tres órdenes de gobierno evacuaron a los habitantes que se encontraban a un kilómetro a la redonda.
La duda es legítima. El lugar del siniestro recuerda a cualquier imagen de guerra. Todo aquello que existió hasta antes de las 2:00 horas quedó en recuerdo. Las casas que estaban a menos de 200 metros de la explosión fueron reducidas a piedras, tierra y humo. Aquellas localizadas un poco más lejos perdieron los muros, las puertas o los techos; y el estallido de los vidrios de las ventanas fue lo más evidente tras el paso de la onda expansiva.
«El cielo se pintó de rojo»
“A las 2:00 de la mañana, aproximadamente, nos llegaron unos mensajes al WhatsApp para avisarnos de una fuga de gas y nos dimos a la tarea de investigar en qué gasera era, pero en ese momento se oyó la primera explosión. Eran las 2:15 o 2:30. Lo que queríamos en ese momento era salvarnos ante el temor de que otra cosa fuera a pasar. Nos dijeron que debíamos evacuar y empezamos a salir cuando dio la segunda explosión y salimos corriendo!, relata María Asunción.
Cerca de las 4:00 horas arribó al albergue que habilitó la congregación de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en la esquina de la calle 9 Norte, Bulevar Norte 5221. Una vecina se ofreció a llevarla junto con su familia hasta la Central de Abasto, y desde allí, sin transporte, el caos que provocó la evacuación y con nada más en las bolsas que la esperanza de que las cosas mejoraran, caminaron hasta encontrar el lugar.
“Fue una cosa espantosa, el cielo se pintó de rojo, todas las llamas. Al momento de la explosión pensamos que ya nos había tocado a nosotros. El temor de no saber qué pasaba con nuestra familia, con nuestra gente, de quererla salvar. Lo único que quería era salvar a mi familia. Fue un momento muy perturbador. Ahorita nosotros desconocemos cómo se encuentra nuestro domicilio”.
María no pudo contener las lágrimas al pensar en todo lo que pudo pasar, en lo que se pierde por culpa de otros. En el temor de no volver a ver a sus seres amados y ahora, el miedo de no saber qué va pasar a partir de ahora.
Añadió que el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, visitó el lugar. Ella aprovechó ese momento, igual que otros habitantes de San Pablo, para solicitar más seguridad y regulación en la zona, ya que hace poco se inauguró otra gasera.
“Somos una bomba de tiempo y en cualquier momento puede ocurrir otra cosa similar o peor, y todo por qué, ¿por culpa de la delincuencia?, ¿por qué ordeñan los ductos de gas? ¿Vale la pena todo lo ocurrido y las vidas que se pierden por robar gas? Somos muchas familias, ¿cuántas creen que perdieron su hogar? Lo único que queríamos era salvarnos”
Personas en el albergue
«Mi esposa y mi hija estaban llorando»
Enrique Camacho se encontraba trabajando cerca de las vías. También vivió de cerca las consecuencias de la toma clandestina. Contó que cerca de las 2:30 de la mañana le habían avisado sobre la fuga de gas, pero le restó importancia hasta que escuchó la primera explosión.
“Fueron como tres, cuatro explosiones. Los vidrios de la escuela que está por las vías se escuchó como tronaron. En ese momento pensé en mi familia y mi supervisor me dijo ‘si quiere ya váyase’. Yo vivo en la entrada principal de San Pablo y cuando llegué estaba todo oscuro, la verdad sí me entró un poco de pánico. Cuando llegué a mi casa mi esposa y mi hija estaban llorando, y tuvimos que salir”
Enrique Camacho
Lamentó que durante su andar en busca de un lugar seguro vio a más personas buscando a sus familiares, porque había niños perdidos. Era complicado salir de allí entre el olor del polvo, del gas y sin luz.
Agradeció las atenciones brindadas por las personas que los recibieron en el albergue, que los ayudaron a tranquilizarse, y les ofrecieron algo de comer.
«Nos percatamos del olor del gas»
Otra vecina afectada, Maricruz Mirón, explicó que la zona se quedó a oscuras como método de seguridad; sin embargo, ante las primeras explosiones tuvieron que ser evacuados y como muchos otros vecinos emprendió la salida a pie, en compañía de sus seres queridos. Se dijo agradecida de que su familia estuviera a salvo, aunque desconoce cómo encontrará su hogar cuando puedan regresar a San Pablo.
“Nosotros vivimos enfrente del Hospital Rafael Moreno Valle y eran las 2:40 de la mañana cuando las alertas vecinales empezaron a sonar. Los animales se empezaron a alborotar y empezaron a salir las familias. La verdad nos percatamos del olor del gas, pero pensamos que era algo leve. Sólo nos dijeron que iban a apagar la luz de la colonia. De repente escuchamos una explosión, toda la tierra se cimbró, se empezaron a tronar los vidrios y empezamos a correr. Salimos como pudimos, algunos en coche, camionetas. Otros a pie. Nos venimos caminando por todo el Mercado Hidalgo y llegamos aquí”
Maricruz Mirón
Se quedó con su familia en el Soriana de la CAPU hasta las 4:30 horas cuando se enteró por Facebook que en la iglesia podrían encontrar ayuda. Compartió que fueron visitados por autoridades municipales, como el DIF municipal.
Albergue temporal para los afectados
El obispo César Sandoval explicó que las instalaciones de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se habilitan como albergue cuando se reporta alguna eventualidad y cuentan con planes de emergencia específicos para cada área geográfica.
“Aproximadamente a las 7:00 de la mañana contábamos con 76 personas que recibieron ayuda, alimento, medicamentos controlados para quienes lo necesitaran. También se entregó ropa, abrigo y calzado»
«Los miembros de la iglesia son quienes han proporcionado los alimentos y ayudado a cubrir y apoyar a quienes están resguardados aquí. Ya después recibimos el apoyo del DIF Municipal, DIF estatal, personal de Seguridad Pública y la Secretaría de Salud”
César Sandoval
Obispo
Desde sus vehículos, los militares resguardaban el inmueble mientras los habitantes de San Pablo Xochimehuacán seguían llegando.
A pesar de las advertencias del personal de Protección Civil, algunos se aventuraron a salir para ver qué había sido de sus hogares o del de sus vecinos. El miedo a la rapiña era más grande. Con bolsas de despensa en mano, colchonetas, cobijas y suéteres abordaban el transporte público o esperaban a algún familiar que los pudiera llevar a su destino.
Consecuencias injustificables
En San Jerónimo las cosas no eran muy diferentes. A pesar de que la zona no fue evacuada, algunos pobladores compartieron su solidaridad con los afectados y confesaron el temor que les causaba que cosas así pasaran. También se sumaron a la exigencia de seguridad, pues para ellos las consecuencias que dejan los ladrones de gas LP son injustificables.
“Las explosiones se escucharon muy fuerte. Hasta se cimbró la tierra. De momento creímos que era nuestro gasoducto, porque nosotros vivimos en Xilotzoni, pero después nos dimos cuenta de que era del lado de San Pablo. Nos salimos y sacamos nuestros papeles por miedo de que pasara lo que pasó en La María, cuando hace 15 años, el 31 de diciembre, se vivió algo más fuerte y hubo más de un muerto
«Esto es por la gente que no es consciente de que no nos debe hacer eso, no debe robar el gas. Todos estamos pasando momentos difíciles y en vez de volvernos más humanos nos estamos volviendo más crueles. ¿Vale la pena tanto sufrimiento de la gente? Hay momentos en los que no tenemos ni para comer, sí es cierto, pero cuando eso pasa tenemos que trabajar, no dañar a los otros. Hay que darle gracias a Dios de que el primer milagro que tenemos es despertar”
Gabriela
(Entre lágrimas, con el anhelo de que sus palabras hagan eco en aquellos que pueden cambiar esta situación)