En marzo de 2020, el rumor de la inminente suspensión de clases presenciales cobraba cada vez con mayor fuerza. En muchos aún estaba fresco aquel día de hace casi 11 años cuando, apenas regresando de vacaciones de Semana Santa 2009, el entonces director de Salud, José Ángel Córdoba, mandó a suspender las clases -tanto en el entonces Distrito Federal como en el Estado de México– en atención a la epidemia influenza H1N1, conocida como «gripe porcina». La medida no tardó en extenderse a Puebla. Poco más de dos semanas después, en la segunda semana de mayo, las clases se reanudaron.
El 27 de febrero de 2021, se confirmó el primer paciente de COVID-19 en la Ciudad de México: la persona había viajado a Italia, en aquel entonces foco europeo del virus. Arrancaba la fase 1 en México de la Gran Perturbación Biológica del Siglo XXI.
El 16 de marzo del 2020, el Diario Oficial de la Federación anunciaba la suspensión de clases presenciales del 23 de marzo al 17 de abril en todas las escuelas, desde preescolar hasta el nivel superior, en el marco de las medidas que buscarían conducir a la sociedad mexicana a un confinamiento casi total de manera indefinida.
Ante la expansión incontenible del SARS-CoV-2, el 1 de abril de 2020, el Ejecutivo del Estado de Puebla amplió la suspensión de clases al 30 de abril del mismo año. A dicho decreto seguiría el 15 de mayo la conclusión del ciclo escolar 2019-2020, decretada por el Gobierno de Puebla.
Así se gestó el giro más dramático que la educación en México y el mundo había conocido en el Siglo XXI y probablemente en toda la historia de la educación moderna.
El saldo en números
A un año de que se suspendieron las clases presenciales, de 400 a 600 escuelas privadas han cerrado sus puertas de manera definitiva, tal como lo reporta la Unión Poblana de Escuelas Particulares (UPEP), lo que repercutió que más de dos mil personas que laboraban en el rubro de la educación perdieran sus empleos, según lo reportó en su momento El Sol de Puebla.
Además, la suspensión de clases presenciales vino a ahondar la brecha en acceso a la educación, pues en el área metropolitana de Puebla apenas 1 de cada 2 hogares cuenta con una computadora y solo 2 de cada 5 disponen de acceso a Internet, tal como lo refirió en su momento La Jornada de Oriente.
El Ciudadano México entrevistó a docentes y alumnos del ámbito universitario, quienes a un año de no pisar un aula, rememoraron el inicio del fenómeno y evaluaron su impacto dentro de su vida profesional.
Cómo empezó todo
Se suponía que en vez de empezar el receso escolar de primavera en los últimos días de marzo, como estaba originalmente programado, se iban a «adelantar» al 20 de marzo. Además, se alargarían hasta el 20 de abril. En algunos, había preocupación; en otros, regocijo. Así lo recuerda el fotógrafo Alan Díaz Telpalo, quien entonces estudiaba el último semestre de la licenciatura en Comunicación:
«Recuerdo que era el puente del natalicio de Benito Juárez y las autoridades dijeron que se iban a adelantar las vacaciones de Semana Santa (…) y, pues eran vacaciones, no sabíamos que a lo mejor ya iba a ser en línea. Dos días antes de que entráramos a clase nos comentaron que nada más tendríamos que ir el primer día después de vacaciones, un lunes. Y me acuerdo que ese día lunes ya nos comentaron que era muy probable que empezáramos las clases en línea y nos dieron un pequeño curso sobre lo que era el coronavirus (…) al menos en mi caso sí me agarró de sorpresa porque yo ya había escuchado la noticia pero no pensé que fuera a ser tanto o que ya iba a durar un año… o que ya duró un año. Yo creía que nada más iba a ser un mes o unas cuantas semanas».
A su vez, la promotora de la lectura María Fernanda López, quien hace un año era compañera de grupo de Alan en Comunicación, rememora:
«La verdad es que me cayó por sorpresa, pues nunca había vivido algo así, ni siquiera cuando comenzó lo del H1N1, porque hasta recuerdo que nos pidieron llevar gel antibacterial y cubrebocas, pero sí tomaba clases presenciales».
Los docentes, sin embargo, tenían clara la situación desde mucho antes. La Maestra Miroslava Martínez, especialista en diseño y mercadotecnia, recuerda:
«Ya lo esperaba por lo que pasaron otros países. Sin embargo, sí creó un caos para estudiantes, docentes, administrativos y padres de familia«.
El Maestro Daniel Fajardo, quien labora como docente y coordinador en una licenciatura en comunicación, explica:
«No me tomó por sorpresa porque ya me había tocado una pandemia hace unos años, cuando fue el tema de la influenza y también se suspendieron clases en aquella ocasión. Pero obviamente, el tema era más grave. Era una pandemia a nivel global, no había mucha información. Había las temáticas de Europa, que pues obviamente era mucho más agresivo el virus y que probablemente la estadía en casa sería mayor que en la influenza, que solamente fueron 15 días. Suponíamos que posiblemente duraría más porque las autoridades anunciaban un confinamiento un poquito más extenso, pero sin duda no imaginábamos la extensión del confinamiento».
Del cognitivismo al conectivismo: la difícil migración al formato digital
El cambio trajo consigo un notable incremento en la cantidad de trabajo que tanto docentes como coordinadores debieron acometer, siempre bajo la estricta lupa de la Secretaría de Educación Pública que, en aras de mantener un control en los procesos, impuso un sinfín de obligaciones burocráticas que complicaron la labor de los mencionados trabajadores de la educación.
A una buena parte de los docentes, las herramientas digitales para la docencia no eran del todo desconocidas.
Daniel Fajardo explica: «Ya tenía uso de estas herramientas y muchos de los docentes ya las conocían y ya las habían aplicado de manera casual en algunos y otros ya participaban dando clases online. Lo que sí tuvimos que hacer fue estandarizar para que todos los docentes se conectaran sobre una misma plataforma y entonces pudiéramos hacer el esfuerzo lo más homogéneo posible para evitar confusión entre los estudiantes».
Algunas instituciones incluso brindaron facilidades para que los docentes rezagados en cuanto a sus aparatos pudieran actualizarse, tal como lo explica la maestra Miroslava Martínez, quien labora como docente y directora en bachillerato y también imparte clases en licenciatura y maestría:
«En el bachillerato sí hubo apoyo por si alguno de nosotros no contábamos con las herramientas. En el nivel superior nos hicieron un Google forms para saber con qué equipo contábamos, velocidad de internet, software, etc.».
Aún así, las circunstancias no fueron parejas para todos y algunos docentes optaron de plano por cambiar de giro, toda vez la relación entre inversión de tiempo y las percepciones dejaron, para muchos de ser rentables. Quien estas líneas escribe se cuenta entre esas bajas.
Por otro lado, ni todos los estudiantes ni todos los docentes están hechos para el e-learning. Miroslava Martínez explica:
«La mayoría de docentes y estudiantes estábamos con el chip de clases presenciales y, de pronto, e-learning. En la cuestión de clases, al principio fue complicado… Y por ello, algunos desertaron esa modalidad de enseñanza-aprendizaje. A algunos afectó mucho el desarrollo cognitivo. Y pasar del cognitivismo al conectivismo sí fue ‘revolucionario‘. Ahora, a casi un año, algunos estudiantes se adaptaron a la realidad. Y algunos educandos mejoraron su aprendizaje por vía online. Y definitivamente hay de todo».
Quienes más difícil lo tuvieron fueron los alumnos que no contaban de inicio con las herramientas indispensables para la educación digital. Alan Díaz, quien vive en San Martín Texmelucan y estudiaba en Puebla, es hijo de pequeños comerciantes dedicados a la venta de ropa en un tianguis. Rememora que a pesar de que estudiaba en una universidad privada,
» Sí tenía una laptop que me servía para hacer mis trabajos, pero no tenía conexión WiFi, porque donde está la casa no llegaba ese servicio ni los servicios de cable. Tuve que recurrir a un plan de datos con mi compañía telefónica para poder mis clases en línea. Si no, me iba a quedar atrás. (…) Había ocasiones en que me la tenía que pasar todo el día en el cyber, pues tenía tesis, tenía que entregar trabajos finales, tenía mis prácticas. Entonces sí fue difícil, pero esto me ayudó mucho a adaptarme rápido a los cambios».
Emociones a flor de piel
Muchos estudiantes resintieron la pérdida de convivencia presencial con sus amistades, que se combinó con un aumento del trabajo escolar y el incremento de fricciones familiares que trajeron tanto el confinamiento, como la disminución de las percepciones económicas en muchos hogares mexicanos. A esto había que agregar el constante pánico de que un miembro de la familia contrajera el SARS-CoV-2.
A su vez, Miroslava Martínez recuerda: «Supimos de estudiantes que reflejaron cuadros de estrés, ansiedad, falta de interés. Aunque también la vulnerabilidad está a flor de piel y no sólo para estudiantes. Y por mi parte he hecho ese trabajo para dar emotividad y seguridad como ser humano independientemente de ser directora o docente».
Daniel Fajardo reflexiona: «Somos seres emocionales y el tema de la pandemia no solamente nos pegó en lo académico; nos pegó en lo personal y esto obviamente lo reflejas en tu rendimiento. Sí ha habido alumnos… no cuando inició la pandemia, sino posteriormente, angustiados por pensar en el rendimiento, pensar en el nivel de preparación que estaban teniendo y esto les fue eliminando poco a poco ansiedad. En el caso de los docentes, pues obviamente los sacamos de su zona de confort –en el buen sentido—, pues aunque ya tienen un modelo, un proyecto de vida construido, se salen de esa zona de confort, tienen que reinventarse y generar innovación. Fueron unos meses al inicio complicados donde los maestros lo intentaron hasta encontrar un propio método. Ahora te puedo decir que cada docente tiene ya una metodología más establecida. Hemos logrado ese equilibrio nuevamente en donde cada maestro tiene una personalidad online que los alumnos califican».
No todos los docentes respondieron igual a la remoción de la zona de confort que refiere el Maestro Fajardo; después de todo, los docentes perdían la privacidad de su espacio de trabajo y de pronto podía viralizarse en un instante cualquier desplante, cualquier gesto. Algunos se viralizaron de la peor forma posible; también hubo episodios emotivos, como cuando los alumnos ayudaron a tranquilizar a maestros que se habían desesperado ante su falta de pericia ante los comandos del aula virtual. Después de todo, hubo entre los docentes quien no necesitó ayuda para crear y editar videos, pero también hubo quien, como el suscrito, se vio obligado a efectuar más de una llamada de auxilio para estampar su firma en un acta en formato PDF.
El difícil retorno
El retorno a clases no ofrece un camino claro y definido, pues aunque hasta el momento se han aplicado 5.6 millones de vacunas en la República Mexicana, faltan más de 100 millones de mexicanos por inocular antes de cantar victoria. Y sin una cobertura total de la población, no es posible plantear un retorno definitivo a las clases presenciales, ni a muchos otros aspectos de la tan añorada normalidad. Aún en la modalidad híbrida, que combina el aula presencial con el aula virtual, está sujeta a las intermitencias de confinamiento impuestas por las oleadas de COVID-19 que faltan por venir.
Así lo ve Daniel Fajardo:
«El regreso a modalidad híbrida va a estar sujeta nuevamente al tema de los semáforos. Entonces, los estudiantes regresarán y si marca el semáforo amarillo o rojo, entonces volverán a online; un tiempo y entonces volverán a regresar a la modalidad híbrida».
El balance: en tránsito a la digitalización de la humanidad
Algo es seguro: una vez que la pandemia quede difícilmente controlada y México cumpla un año en semáforo verde, los docentes no volverán a sacar los gises, ni regresarán el mapamundi a su escritorio, ni retomarán las fórmulas «Copien en su libreta» o «Explique de memoria…». En cambio, todo docente deberá agregar a su portafolio un abanico comprobable de habilidades digitales, en constante y permanente expansión.
El Maestro Daniel Fajardo explica:
«Estamos viviendo una época que se conoce como la Digitalización de la Humanidad en donde veníamos con un proceso natural y hemos tenido un avance de seis años, según dicen algunos especialistas, viviendo un mundo donde prácticamente las reglas de todo se están reescribiendo, hay una depuración de mercado, hay una nueva forma de crear y construir educación».
Secretaría de Educación Pública busca abatir rezagos
Precisamente con el objetivo de promover un acceso equitativo a la educación, el secretario estatal de Educación Pública, Melitón Lozano Pérez, inauguró el foro de educación «Nadie fuera, nadie atrás», en el que participaron casi 60 mil profesionales del rubro.
En dos mil 600 mesas de diálogo se analizaron los resultados de diversas evaluaciones implementadas durante esta campaña, cuyo propósito es determinar cuáles son las problemáticas recurrentes en la educación a distancia y promover una práctica reflexiva tanto de la enseñanza como del aprendizaje, tal como lo reportó ayer Reto diario.