La amenaza global de la ultraderecha al Feminismo

En las últimas décadas, el feminismo ha vivido avances cruciales en la lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres, impulsados por movimientos globales como #MeToo, la visibilidad de las violencias machistas y la denuncia activa de las desigualdades estructurales. Sin embargo, una nueva ola de ultraderecha se ha levantado a nivel mundial, poniendo en peligro los logros alcanzados y amenazando con retroceder en los derechos conquistados con tanto esfuerzo. Desde Europa hasta América Latina, pasando por Estados Unidos y otras regiones del mundo, la radicalización antifeminista se está extendiendo y las voces de odio contra el feminismo se están haciendo más fuertes y persistentes.

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El concepto de «woke», que hace referencia a una postura activa contra las injusticias sociales, especialmente el racismo y la desigualdad de género, ha sido adoptado por diversos movimientos feministas a lo largo del mundo. Sin embargo, este término también ha sido tergiversado y usado como un insulto por la ultraderecha para desacreditar y deslegitimar a quienes defienden los derechos de las mujeres, promoviendo lo que se conoce como la «ideología de género». Este fenómeno no es aislado de una región en particular; por el contrario, se está extendiendo por diversas naciones, impulsado por la erosión de los derechos fundamentales y el avance de políticas regresivas.

En Europa, el avance de los partidos de extrema derecha ha tenido efectos devastadores sobre los derechos de las mujeres. Países como Polonia, Hungría y Eslovaquia han vivido una creciente resistencia a las políticas que promueven la igualdad de género. En Polonia, por ejemplo, la ultraderecha ha logrado imponer casi una prohibición total del aborto, incluso en casos de malformaciones fetales graves, mientras que en otros países como Bulgaria y el Reino Unido, aún se niegan a ratificar el Convenio de Estambul, un acuerdo internacional clave para la protección contra la violencia de género.

El Parlamento Europeo recientemente reconoció una «ofensiva visible y organizada» contra la igualdad de género, subrayando cómo los partidos ultraconservadores han votado sistemáticamente en contra de medidas a favor de los derechos de las mujeres. Esta resistencia se extiende a otros ámbitos, como el digital, donde el debate sobre feminismo e igualdad ha sido distorsionado por las crecientes narrativas misóginas y contrafeministas. En redes sociales como Twitter (ahora X), los mensajes negativos sobre feminismo han aumentado drásticamente, reflejando la polarización de las discusiones y el auge de un discurso de odio hacia los derechos de las mujeres.

En América Latina, el fenómeno es igualmente alarmante. En Argentina, el presidente Javier Milei ha adoptado políticas que afectan directamente los derechos de las mujeres, incluyendo el cierre del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, y la eliminación de medidas de protección contra la violencia de género.

En Estados Unidos, la llamada «generación MAGA», compuesta principalmente por hombres jóvenes atraídos por el discurso de Donald Trump, ha exacerbado la división de género y promovido una actitud antiderechos, especialmente en relación con el aborto y la igualdad de género. En este contexto, los movimientos feministas se enfrentan a una resistencia feroz, tanto a nivel institucional como social, con la amenaza de retroceder a tiempos en los que los derechos de las mujeres eran ignorados.

Ante este panorama global, las voces feministas están pidiendo un retorno a la solidaridad y la sororidad entre mujeres. En 1934, las mujeres que luchaban contra el fascismo y la guerra comprendieron que la defensa de sus derechos no podía esperar más y que solo a través de la unidad podían enfrentar las amenazas que se cernían sobre ellas. Hoy, más que nunca, esta lección de historia debe ser tomada en cuenta. En tiempos de creciente radicalización antifeminista, las feministas de todo el mundo están uniendo esfuerzos para enfrentar la adversidad.

Desde el Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo en los años 30 hasta las mujeres migrantes que alzaron la voz durante la pandemia, el movimiento feminista ha sabido encontrar formas de resistencia colectiva. La sororidad, la solidaridad y la organización se presentan como las herramientas más poderosas para enfrentar la ultraderecha, que busca desmantelar los avances feministas y revertir los derechos alcanzados.

Este 8M, las feministas de todo el mundo se están movilizando no solo para recordar los logros obtenidos, sino también para exigir la protección y expansión de los derechos de las mujeres. Desde España, donde la VI Cumbre Transatlántica organizada por la ultraderecha puso de manifiesto la amenaza contra el derecho al aborto, hasta América Latina, donde las mujeres continúan luchando por su derecho a vivir libres de violencia, la movilización social se ha convertido en una respuesta fundamental ante el avance de los discursos antifeministas.

Es imprescindible que las mujeres, junto con sus aliados, continúen luchando por los derechos que les han sido arrebatados y por aquellos que aún están en riesgo. Los retrocesos que estamos presenciando no son inevitables, y la solidaridad entre mujeres, junto con la organización colectiva, son las únicas armas para garantizar que los avances logrados no sean deshechos.

En un mundo donde la ultraderecha continúa ganando terreno, la resistencia feminista se alza con fuerza. Como se entendió hace más de 100 años, la lucha por los derechos no se mantiene por inercia. La organización, la sororidad y la acción colectiva son más esenciales que nunca para asegurar que el feminismo siga avanzando, no solo en un país, sino a nivel mundial.

Foto: El Ciudadano

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