Los habitantes de la Huasteca Potosina, una región al noreste de México conocida por sus bellezas naturales, luchan para impedir la devastación de sus ríos y selvas ante la amenaza del fracking y la explotación de hidrocarburos.
Esto, como consecuencia de la reforma energética impulsada por el presidente Enrique Peña Nieto, la cual contempla explotar grandes reservas de petróleo y gas de lutitas en toda la región del noreste mexicano.
Esta situación encendió las señales de alerta ante la llegada de las primeras empresas que buscan explotar las riquezas del subsuelo, pese a la resistencia de los pueblos indígenas y las advertencias sobre los grandes riesgos de contaminar una región donde la economía local depende por completo de sus recursos naturales.
El conflicto, incluso, ha provocado que los pobladores de la Huasteca aprobaran incrementar el número de policías comunitarias para defender el territorio ante la entrada de empresas que buscan explotar hidrocarburos en la zona.
¿Cómo afecta el fracking el ambiente?
Los riesgos para el ambiente y la salud asociados con el fracking han llamado la atención internacional. Mientras algunos Gobiernos, alentados por las compañías de gas y petróleo, tratan de poner en práctica esta técnica, investigadores, comunidades y otros Gobiernos basan su oposición en los estudios que documentan muchos riesgos y daños que causa.
En realidad, el problema es principalmente económico y político, pues actualmente la protección del ambiente se enfrenta a grandes intereses y tiene un lugar secundario en las decisiones de los Gobiernos.
Los estudios financiados por la industria y los especialistas independientes indican que en la ingeniería del fracking hay problemas intrínsecos que no pueden evitarse con los materiales y tecnologías actuales; entre ellos, fracturación no controlada e impredecible, sismicidad inducida, fugas considerables de metano, así como deterioro del revestimiento de los pozos.
Impactos ambientales de la fracturación hidráulica
El proceso de fracking conlleva un número elevado de efectos ambientales, algunos de los cuales aún no están plenamente caracterizados. Entre ellos destacan:
- Elevado consumo de agua y su pérdida para el ciclo hidrológico.
- Agotamiento de las fuentes de agua.
- Elevada generación de desechos tóxicos y dificultades para su manejo.
- Contaminación de los mantos freáticos y el agua superficial.
- Contaminación atmosférica.
- Migración de gases y sustancias del fluido hidráulico hacia la superficie.
- Contaminación del suelo por derrames y flujos de retorno.
- Emisión de gases de efecto invernadero (metano y otros).
- Sismicidad inducida.
- Contaminación acústica.
- Impactos paisajísticos adversos.
- Alteración de la biodiversidad.
El agua
El proceso de fractura hidráulica consume enormes cantidades de agua. Tradicionalmente, el fracking masivo (MHF) usa entre 4,5 y 13,2 millones de litros de agua por pozo y, en los proyectos grandes, hasta 19 millones de litros por pozo. Se necesita agua adicional cuando los pozos se refracturan.
Se ha calculado que, durante su vida útil, las operaciones de un solo pozo promedio requieren entre 9.000 y 29.000 metros cúbicos (entre 9 y 29 millones de litros) de agua. Incluso, en países de clima templado, esto podría causar problemas en la disponibilidad del agua y, en las zonas más áridas, aumentar las restricciones en el suministro y el estrés hídrico.
Para solventar las necesidades de agua para la fracturación hidráulica usualmente se obtiene agua a partir de cauces naturales, aprovisionamientos municipales e industrias como las hidroeléctricas, todo lo cual reduce drásticamente la disponibilidad de agua para usos domésticos y recreativos.
El agua que se usa en el fracking se pierde definitivamente para el ciclo hidrológico ya que: a) permanece en el pozo, b) se recicla para el fracking de nuevos pozos, o c) se desecha en pozos profundos para descartar los remanentes de la operación. Por cualquiera de estas causas, además de estar contaminada, no queda disponible para recargar los acuíferos.