Voy a comenzar diciendo algo que a la mayoría de las personas no les gusta escuchar: todas las personas tenemos sesgos ideológicos, porque, todos y cada uno de nosotros, pensamos desde nuestra ideología.
Uno de los mayores problemas para aceptar esto, que es una obviedad para quienes pensamos en serio sobre estos temas, es que la palabra “ideología” tiene un significado diferente en el habla común -la que hacemos en los cafés y en las calles, mientras tomamos las chelas o platicamos entre nosotros- y su significado técnico, conceptual, desde su uso profesional.
Históricamente, la palabra ideología comenzó a ser usada en la revolución francesa. Creada por el filósofo francés Antoine Destutt de Tracy en 1796 originalmente buscaba colocarle como una disciplina, una “carrera” diríamos tal vez ahora, que se dedicara a estudiar las formas en la que las ideas son creadas en la sociedad. Según cuenta Terry Eagleton, en su libro con el mismo nombre: “Ideología”, el problema fue que este pensador se peleó abiertamente con Napoleón, quien comenzó a burlarse públicamente no sólo de él, sino también de su intento. La ideología se convirtió en una palabra de burla, que se usaba como un sinónimo de discurso sin sentido.
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Hegel y posteriormente, Marx y Engels desarrollaron desde su propia postura, la visión de que “ideología” era algo equivalente a “falsa conciencia”, es decir, como un engaño, mentira o error de comprensión que oculta la verdad sobre algo. Este sentido es el que normalmente la gente no especializada toma como equivalente de ideología, y por ello, piensan que quienes no piensan igual tienen “ideología” mientras que ellos hablan de “la verdad”, de “lo científico” o más profundamente aún, de “lo real”.
El pensamiento sobre la ideología fue cambiando. Primero, porque esa idea de falsa conciencia partiría necesariamente de una idea equivocada: que existe algo como la “verdadera conciencia” que fuera universal, absoluta y objetiva. Supongamos, sin aceptar totalmente, la idea de que “la verdad” y “lo real” fueran cosas que existieran en sí mismas. No nos confundamos, esto no significa que acepte la idea de que hay “muchas verdades” o muchas realidades, sino que pensemos que existe una interpretación única sobre algo que existe de forma esencial.
Si escuchamos la canción de “Sopa de Caracol” nos podemos dar cuenta de las diferencias potenciales existentes en lo que escuchamos: desde el “Watanegui consupu”, al “what a very good soup”, cada uno pensará que tiene razón en lo que dice, y buscará mostrarlo con argumentos que le justifiquen. Si estudiamos de manera sistemática este tema, podremos encontrar razones para defender una u otra visión. Incluso, algunos pensaremos que existe algún elemento objetivo para identificar la verdad sobre el tema. Para algunas personas será “lo que piensa la mayoría” para otras, será lo que el autor original pensó escribir.
Cuando tienes contacto con muchas personas, te puedes dar cuenta que tanto un criterio como otro (y muchos más, he colocado esos dos para hablar rápidamente del tema) tienen razones para asumirse como “la verdad”. Y entonces, privilegiar uno u otro, será una cuestión de ideología. No de pensar que las otras opciones sean necesariamente mentira, sino de constituir una visión particular a partir de lo que pensamos, vivimos y aceptamos.
En este sentido, es que la gente que trabaja sobre el tema habla de “ideología”. Y como puede verse, es entonces imposible hablar de un pensamiento “no ideológico” o de que lo que nosotros creemos es “la verdad y no ideología”.
Es verdad que algunas personas intentan aprovecharse de esta idea para decir que, si bien lo que piensan u opinan no puede ser “comprobado” científicamente, eso no significa que sea mentira. Me viene a la mente por ejemplo, lo que Marilyn Cote la grafóloga que insiste en que puede hacer que bajemos de peso escribiendo con pluma azul hace y por lo que acusa a “Mr. Doctor” de haber realizado violencia contra ella.
Cuando asumimos que el pensamiento ideológico es algo que ocurre para los que no piensan como tú, fortalecemos la presencia de charlatanes. Eso es algo que mucha gente, incluida Mr. Doctor, no entiende. No es que ella y Marilyn Cote sean diferentes: es que ambos son reflejo de una visión sesgada que piensa que su propia realidad es “no ideológica”.
¿Significa eso entonces que ambos son igualmente dañinos, que ambos son igualmente válidos o sus ideas deben ser tomadas en cuenta de la misma manera? No, en absoluto. Lo que la Lic. Cote hace es no sólo terrible, sino además engañoso y totalmente fuera de la realidad científica. Lo hace además, intentando justificarse bajo un discurso de cientificidad del que no disfruta: el científico. Eso, la hace una charlatana. Si ella asumiera, como lo hacen otros, que su discurso no goza de esa característica, y mencionara que lo hace desde otra visión (religiosa, mística, etc.) una mirada científica podría servir para demostrar que está en un engaño, pero no que intenta engañar a la gente.
El que pretenda además de usar la idea de ciencia, callar a quienes le hacen ver la mentira en su discurso, a través de demandas y el uso sistemático del sistema jurídico a su favor -mediante todas las trampas de las que gozan quienes se han privilegiado de este sistema durante décadas- muestra además, que lo hace con conciencia de su propio engaño.
Mr. Doctor sin embargo, se equivocó en varias cosas. La primera y más importante, en no saber distinguir el discurso de la persona. Uso unas formas y unas maneras que no habría usado en otras condiciones y eso, le lleva a estar en este problema. El segundo, fue no asesorarse adecuadamente, o bien, contratado un seguro para este tipo de cuestiones. De haberlo hecho, estoy seguro, este episodio no habría sido más que un episodio más de su blog para monetizar y ganar incluso más de lo invertido. Finalmente, se equivocó en pensarse diferente a la Lic. Cote. Él se encuentra tan lejos de la investigación científica médica, como lo está ella, y sus videos tienen el mismo sustento.
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