Por Flor Coca Santillana
Hace muchos años vi Julia, una película basada en el libro Pentimento de Lilian Hellman, quien fue una gran escritora. Ella y su mejor amiga se conocen en 1920 y siendo adolescentes se separan para seguir su camino, pero se añoran.
En este libro Lilian habla de una su amistad con Julia, quien estudia en Oxford y luego en Viena, siendo discípula de Sigmund Freud. Las dos amigas hablan los días en que estaban juntas y Lilian decide ir a ver a su amiga a Viena. Corren los tiempos de la guerra y nada en Europa es como antes. Las dos amigas se ven con dolor, después de que Julia pierde una pierna, porque siendo profesora en la universidad es descubierta por los nazis y recibe una golpiza que la deja mutilada para siempre.
Sin duda las guerras mundiales han dejado una lección para la humanidad que no debemos olvidar.
Y es que el terror y el daño que sembró el fascismo en Europa en la Segunda Guerra Mundial es indescriptible. Parece increíble que un solo un hombre llegue a tener tanto poder como lo tuvo Hitler. Y también parece increíble que, llegado el momento de la derrota, no quería darse cuenta de que Alemania ya no podría levantarse.
Encerrado en un bunker subterráneo, y casi abandonado por todos sus hombres de confianza, excepto Goebles y su familia; así como Eva Braun, su esposa. A finales de abril, Hitler sale al jardín, después de muchos días encerrado y se entera de la destrucción de su país. En ese momento se da cuenta de que perdió la guerra. Adolfo Hitler se suicida el 30 de abril de 1945, ante el pavor de ser tomado prisionero por las fuerzas aliadas.
La capitulación se firma el 9 de mayo de 1945, después de la rendición de Alemania ante las fuerzas rusas, que habían invadido Berlín.
Cada año, en la Plaza Roja, se celebra con un magno desfile militar, la victoria sobre Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Y la celebración es del pueblo, porque la resistencia de los ciudadanos rusos ha sido larga y férrea. Y es que esa guerra les costó a los rusos 27 millones de ciudadanos de ese país que perdieron la vida combatiendo.
Cada año, el pueblo ruso recuerda a los soldados y civiles que murieron en la guerra, a pesar de que han pasado 76 años, en las familias sigue latente el recuerdo de los seres queridos que fueron parte de los ejércitos que expulsaron a los alemanes de su territorio y después tomaron Berlín.
Un recuerdo en épocas en que varias potencias internacionales, como Estados Unidos, buscan reescribir la historia
Del escenario al frente de batalla
Boris Mijailovich Berenbaum, nació en 1906 y era actor, escritor y poeta, sin embargo, estaba en gira con su compañía haciendo presentaciones en Minsk, Bielkorusia, cuando comenzó la guerra. El entonces, viajó con el elenco teatral para dar ánimo a los soldados en el frente. Después de tres meses formó parte del ejército y lo nombraron capitán. Ahí estaba también una pianista profesional, Anfia Vasiliyevna, que colaboraba como enfermera y quien sería su esposa.
Después Boris se perfecciona en artillería y dirige la brigada número 43, en el frente número 3 de Ucrania. Su esposa regresa a Moscú, porque va a ser madre. Cuando el se despide de ella, le dice: “Cuando nazca mi hijo, si es hombre, que se llame Borislav, por mi nombre y por Slava, gloria”. “Si yo me muero que su nombre sea Gloria de Boris”.
El se encuentra en el frente cuando nace su hijo y se lo hacen saber y entonces escribe una carta poética. Un fragmento dice lo siguiente: “Pienso en mi patria, en mi casa, pienso cada hora en ustedes, y creo que estos pensamientos me dan la fuerza para resistir y continuar hasta el triunfo”.
En agosto de 1944, le otorgan la orden de la estrella roja que es una condecoración muy importante. El dice, en otra carta: “Quiero escribir para que se acuerden de mí, no puedo en una frase expresar todo, todas estas cartas largas van a reflejar los años de soledad y nuestra separación y el dolor de mi alma y las palpitaciones de mi corazón de quien los ama, cruzaré tras la tormenta de peligro en este tiempo terrible, de grandes carencias y superaré todo este sufrimiento y el infierno de no verlos, entregaría todo por volver a estar con ustedes, mi amada de los días más difíciles, con mi pequeño hijo, quien es copia de su padre.”
En 1945, Boris, recibe el galardón por estar en la liberación de Polonia y otro galardón por la toma de Berlín.
Es uno de los miles de testimonios de la guerra, la llamada Guerra Patria, así se conmemora en Rusia. Después de la guerra, Boris continúa con el teatro y concluye en una fotografía que dedica a su hija: “En los días de guerra, el destino me regaló la vida, la vida es el misterio más grande de la naturaleza y siempre tenemos que recordarlo. Papá.”
Boris Mijailovich Berenbaum, es abuelo de la concertista de guitarra ruso-mexicana, Nadia Borislova, quien nos cuenta en esta historia, una parte de la vida de su abuelo, combatiente de la Guerra Patria, que siempre estuvo convencido de que habría que defender a Rusia y al mundo del fascismo. Alexander Latishev, guardó las cartas de su abuelo. Gracias a ellos por compartir un poco de los recuerdos que ahora se mencionan en la ceremonia militar en la que el presidente Vladimir Putin recuerda a los patriotas que no regresaron nunca a su lugar y a los que sí lo hicieron y lucharon en contra del fascismo alemán durante los años que duró la guerra.