La mercantilización del fútbol: un «monstruo» creado por la FIFA

La sobreexposición del deporte, a través de una sobreabundancia de competiciones y partidos, ha llevado a una "sobresaturación" que afecta tanto a los aficionados como a los propios jugadores

La mercantilización del fútbol: un «monstruo» creado por la FIFA

Autor: El Ciudadano México

El expresidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha desvelado sus profundas críticas a la transformación del fútbol en un espectáculo excesivamente comercializado, alejándose de sus raíces socioculturales. En una reciente entrevista con el diario suizo Watson, Blatter denunció con vehemencia la dirección que ha tomado el fútbol en las últimas décadas, y, en particular, señaló al actual presidente de la FIFA, Gianni Infantino, por perpetuar un modelo de negocio que, según él, ha «creado un monstruo».

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Blatter, quien estuvo al frente de la FIFA desde 1998 hasta 2015, explicó cómo, en sus primeros años dentro de la organización, el fútbol era un deporte más accesible y culturalmente enriquecedor, con una presencia limitada de patrocinadores y una visión más comunitaria. «La FIFA era pobre cuando empecé en 1975», rememoró, subrayando que los primeros acuerdos de patrocinio, como el de Coca-Cola en 1976, solo llegaron con la promesa de pelotas y camisetas. Sin embargo, a medida que los contratos comerciales se multiplicaron y el fútbol se fue masificando, Blatter reconoce que lo que antes era un «bien sociocultural» se transformó en un «superproducto» destinado a llenar las arcas de la televisión y los patrocinadores.

El exmandatario de la FIFA no solo critica la extensión de los derechos televisivos, sino también la saturación de competiciones. Según Blatter, la ampliación de los grandes torneos, impulsada por la necesidad de generar más ingresos, ha empobrecido el interés por el fútbol y ha «perdido su valor inicial». La sobreexposición del deporte, a través de una sobreabundancia de competiciones y partidos, ha llevado a una «sobresaturación» que afecta tanto a los aficionados como a los propios jugadores.

El clamor de Blatter llega a su punto culminante cuando acusa a Infantino de ser el responsable de una FIFA que «se acomodó en un nido hecho», lo que se traduce en una gestión más preocupada por maximizar los ingresos que por preservar el carácter esencialmente cultural y educativo del fútbol. Esta comercialización, sostiene Blatter, ha contribuido a la violencia tanto dentro como fuera del campo, un fenómeno que no solo afecta a los aficionados, sino que también se refleja en el propio comportamiento de los jugadores y en las actitudes de los directivos.

Las entradas cada vez más caras y los acuerdos millonarios con marcas multinacionales son la cara visible de un proceso que, en la visión de Blatter, ha alejado al fútbol de su misión educativa. «El fútbol se está convirtiendo cada vez más en un campo de batalla», aseveró, sugiriendo que el deporte, en lugar de ser un espacio para la convivencia y la enseñanza de valores, se ha transformado en un escenario de lucha por el poder económico. Este giro en la esencia del fútbol, de acuerdo con Blatter, no solo despoja al deporte de su alma, sino que también está afectando a la relación entre los jugadores y los aficionados.

La crítica de Blatter no es solo un lamento nostálgico, sino una alerta sobre el rumbo del fútbol en la era moderna. Si bien la globalización del deporte ha traído consigo un nivel de visibilidad sin precedentes, también ha generado un fenómeno de desconexión entre el fútbol y sus raíces. La pregunta que plantea Blatter es clara: ¿vale la pena seguir ampliando la máquina comercial a costa de los principios fundacionales de un deporte que, históricamente, fue un espacio de encuentro social, aprendizaje y crecimiento personal?

A medida que la FIFA y otras instituciones deportivas continúan apostando por la mercantilización del fútbol, el debate sobre si este «monstruo» creado por la industria tiene un futuro sostenible o si está perdiendo su capacidad para conectar con la gente sigue siendo más pertinente que nunca.

Foto: X

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