La mujer que alcanzó un sueño colectivo: La libertad de los esclavos negros

La situación de los negros hace que la escritora se dedique a 3 labores que serán fundamentales en su vida: la enseñanza, la escritura y la defensa de los negros evitando la esclavitud

La mujer que alcanzó un sueño colectivo: La libertad de los esclavos negros

Autor: Flor Coca

Entiérrame en una tierra libre

Hazme una tumba donde quieras, en una humilde llanura, o en una alta colina; que sea una de las tumbas más humildes de la tierra, pero no en una tierra en donde los hombres son esclavos. 

A ella le tocó nacer en una época en la que los seres humanos podían ser propiedad de otros o venderse en un mercado a quien pagara el mejor precio. La condición de los negros en esos años en Estados Unidos era trágica y penosa. Vivían en condiciones deplorables y humillantes y los que se atrevían a huir, eran perseguidos ferozmente. Los abusos eran la realidad cotidiana. Es la triste realidad que se vivió en el siglo XIX en Estados Unidos. Frances Ellen, nació en ese país, en Baltimore el 24 de septiembre de 1925. Era hija de padres libres, pero no tuvo la fortuna de disfrutar de su amor, ya que, en 1928 mueren los dos y ella queda huérfana. Afortunadamente, fue cobijada por sus tíos maternos Henrrietta y William Watkins, de quienes hereda el apellido que la convierte en Frances Ellen Watkins. Viviendo en un estado esclavista, aún con libertad, porque ella vivía en la comunidad negra libre en Baltimore, era un obstáculo casi imposible de vencer escribir poesía, editar libros, criticar al sistema y pedir la libertad para quienes podían ser vendidos en un mercado de seres humanos. El ejemplo de sus padres adoptivos fue decisivo en su formación. El reverendo William Watkins luchó siempre en contra de la esclavitud y de la colonización, que decía no era para ayudar a los negros, sino para que los blancos siguieran humillándolos. En esa familia se formó Frances Ellen, quien estudió en la Academia Watkins para jóvenes negros hasta los 13 años. A los 14 obtiene un trabajo como costurera. Sin embargo, su verdadera vocación era la defensa de los derechos de los negros y la mejor forma de hacerlo era escribiendo.  A los 20 años, en 1845, se conoce su primer libro, titulado Hojas del bosque. Frances solo tenía 20 años y de ese libro, aparentemente sin copias, no había huella. Hasta hace poco tiempo que una investigadora está dedicada a rescatar la obra de Frances, Johanna Ortner.  La situación de los negros hace que la escritora se dedique a 3 labores que serán fundamentales en su vida: la enseñanza, la escritura y la defensa de los negros evitando la esclavitud. Ella que comienza sus clases en la Union Seminary. A los 29 años, Frances se va a vivir a Pensilvania y en ese lugar encuentra a hombres y mujeres que luchan por los mismos ideales que ella, que los negros tengan una vida libre y digna. Y ella no deja de escribir, ese mismo año es publicado un nuevo libro: Poemas sobre temas diversos y en sus páginas expresa su sentir sobre lo que sucede en Estados Unidos. Su libro tuvo un gran recibimiento. Uno de sus poemas es el Esclavo moribundo.

“Había anhelado ganar su libertad, esperé, observé y esperé en vano, hasta que su vida se desvaneció lentamente—Casi rota estaba su cadena. “Maestro”, dijo el siervo moribundo, “hogar y amigos que pronto veré; pero antes de llegar a mi país, maestro escribe que soy libre; “Dame la prenda preciosa, para que mis parientes muertos puedan ver—¡Maestría! escríbelo, escríbelo rápido! ¡Maestría! escribe que soy libre!” Fragmento.

Es la súplica al maestro quien le acompaña en sus últimos momentos de que todos supieran que había logrado su libertad y llegaría con sus ancestros a decirles: soy libre. 

Frances continúa y se convierte en dirigente de la Unión de Mujeres Cristianas de Templanza. En 1860 se casa con Fentoin Harper y tiene una hija, Mary. En ese tiempo se encuentra en Cincinatti. Es ahora Frances Watkins Harper o simplemente, Frances Harper. Ella recorre ya varios estados dando conferencias y reuniéndose con los llamados “libertos”, esclavos que han conseguido entrar a un mundo libre y luchando para que ellos recibieran educación, después de terminar la Guerra civil en Estados Unidos. Sus discursos en todos los foros a los que asiste, habla sobre la necesidad de emancipación y voto para las mujeres y siempre, en contra de la discriminación racial. Ella participa en diversas organizaciones de defensa de los derechos para “la raza de color”, y se convierte en la dirigente de la Unión de Mujeres Cristianas de Templanza. Fue también fundadora de la Asociación Nacional de Mujeres de Color y se convierte en vicepresidenta de la organización. En 1866 en una Convención de mujeres y en uno de sus mejores discursos, afirmó: “Todos estamos unidos en un gran paquete de humanidad, y la sociedad no puede pisotear a sus miembros más débiles y débiles sin recibir la maldición en su propia alma. Lo intentaste en el caso del negro. . . Ustedes mujeres blancas hablan aquí de derechos. Hablo de los males. Yo, como mujer de color, he tenido en este país una educación que me ha hecho sentir como si estuviera en la situación de Ismael, mi mano contra todos los hombres y la mano de todos los hombres contra mí. Si bien existe este elemento brutal en la sociedad que pisotea a los débiles y pisa a los débiles, le digo que, si hay alguna clase de personas que necesitan ser sacadas de sus aires y egoísmo, son las mujeres blancas de América”.

En el poco tiempo libre que le queda, sigue escribiendo y su novela Lola Leroy, ve la luz cuando ella tiene 67 años y es uno de sus mejores escritos. Su corazón se cansa de vivir cuando tiene 86 años, en 1911. Ella es enterrada en el cementerio El Edén, junto a su hija Mary, que siempre la acompañó.

Una mujer fuerte que nunca se dejó vencer por las circunstancias y peleó hasta el último aliento: Frances Watkins Harper.

Primavera de 2022

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Ilustración: Iván Rojas

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