El amanecer del lunes 3 de febrero anunciaba signos ominosos ante las vociferantes
amenazas de Donald J. Trump con respecto a la imposición de aranceles de 25% a las
exportaciones mexicanas hacia los Estados Unidos. La conferencia de prensa mañanera de
la presidenta Claudia Sheinbaum se postergó aproximadamente una hora porque se anunció
una conversación con Trump sobre el tema, la cual supimos posteriormente tuvo una
duración de 45 minutos. El ingreso de Sheinbaun a la conferencia citada después de la
conversación se inició con una sonrisa de la presidenta diciendo palabras más palabras
menos “imagino que ya vieron ustedes el twitter”. Acto seguido la sala llena de periodistas
y servidores públicos estalló en aplausos. La presidenta había conseguido una moratoria de
un mes con respecto a la entrada en vigor de los aranceles a través de un acuerdo con el
impredecible Trump.
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Al día siguiente, al montarse como pasajera en una motocicleta que la llevaría a una
reunión con las cúspides empresariales que se realizaría en el Salón de la Tesorería del
Palacio Nacional, la secretaria de Gobernación Rosa Icela Rodríguez celebró el triunfo
diplomático de Sheinbaum y dijo “tenemos mucha presidenta”. En esa reunión, el secretario
de Economía Marcelo Ebrard repitió el reconocimiento que había hecho ya en la rueda
mañanera en medio de nuevas ovaciones: “Nunca he sido un adulador, pero lo que vimos
ayer (lunes) es una mujer de Estado y lo que logró (en la llamada con Trump) merece
nuestro mayor reconocimiento, porque se veía muy difícil”. En esa reunión con el gran
capital mexicano, Claudio González Laporte, padre del gran empresario del mismo nombre
que ha sido el articulador de la oposición de derecha a los gobiernos de la 4T expresó:
“vamos a sacar adelante esto; nos va a costar trabajo, pero vamos a salir adelante (…) la
Presidenta está muy bien, con la cabeza fría. Es el camino”.
Cuando arriba a su cuarto mes de gobierno la presidenta Claudia Sheinbaum tiene una
popularidad que se aproxima al 80%. El triunfo del 3 de febrero consolida indudablemente
ese enorme nivel de aceptación y proyecta incluso a nivel internacional su imagen como
estadista. La oposición de derecha, a diferencia de la preocupación y pragmatismo de los
grandes empresarios, le apostó a los aranceles como una ventana de oportunidades para
levantarse de la lona. El desencanto que mostraron ante el cambio de postura de Donald J.
Trump, nos evidencia que al igual que en el siglo XIX esa oposición le sigue apostando a la
intervención extranjera para lograr sus fines. De manera procaz refiriéndose a Trump, el
neofascista Carlos Alazraky lo dijo en su programa en youtube, Atypical Te Ve: “tanto
pedo para cagar aguado”.
El desencanto tiene un buen fundamento. Los aranceles del 25% significarían para México
las consecuencias de una virtual desaparición del Tratado entre México, Estados Unidos y
Canadá (TMEC). Hubiera afectado al 83% de las exportaciones mexicanas, lo que
implicaría un severo desajuste para la economía mexicana en términos de ingresos
nacionales, inflación, devaluación del peso y otros indicadores. Los términos del acuerdo
logrado con Trump implican la movilización de 10 mil elementos de la Guardia Nacional
en la frontera norte hecho ante el cual se ha vanagloriado Trump. Sheinbaum y México
pueden congratularse por su lado del compromiso estadounidense de evitar el tráfico de
armas hacia su vecino del sur. Hecho no menor si tomamos en cuenta que el 75% de las
armas que entran a México provienen de las armerías y establecimientos comerciales de
armas ubicados en los Estados Unidos. El gobierno mexicano también puede congratularse
con respecto al establecimiento de equipos de trabajo binacionales en materia de seguridad
y comercio. Y finalmente, el acuerdo más celebrado: la moratoria de un mes con respecto a
la imposición de aranceles.
Sheinbaum y el segundo gobierno de la 4T han logrado un respiro. Pero para México los
próximos cuatro años serán complejos, independientemente de que se lograra un objetivo
de gran importancia: la postergación indefinida de los aranceles. Esta postergación tiene la
enorme dificultad de que los aranceles forman parte de los objetivos reindustrializadores de
los Estados Unidos. El proteccionismo frente a México, Canadá, China y aun Europa es una
necesidad estratégica para este proyecto. El arancel de 25% al acero y al aluminio
impuesto a todos los socios comerciales de Estados Unidos y anunciado el 10 de febrero,
revela esa necesidad estratégica. Asimismo, la postergación de los aranceles tiene
oportunidades porque para Estados Unidos mismo tendría efectos muy negativos en
términos de inflación y afectación de no pocos sectores de su economía.
Los peligros para México permanecen. El nuevo ocupante de la Casa Blanca en lo esencial
persigue de manera estridente los mismos objetivos que de manera tersa se plantean los
demócratas de Obama y Biden. Pero Trump y su equipo encarnan una derecha que es
mucho más agresiva que la derecha neoliberal del Partido Demócrata. Dicen de manera
altisonante (y como decía don Jesús Reyes Heroles “en política forma es fondo”) lo que son
los objetivos imperialistas estadounidenses. Insistir en que Canadá sea el estado 51 de la
Unión Americana no es solamente una declaración escandalosa para distraer la atención. El
propio Justin Trudeau en una conversación filtrada accidentalmente con altos empresarios
canadienses, dijo que detrás de las pretensiones anexionistas, se encuentra la necesidad de
apropiarse de las vastas reservas canadienses de minerales estratégicos (entre ellos las
llamadas “tierras raras”).
Por las mismas razones Estados Unidos busca anexionarse Groenlandia en tanto que el
calentamiento global ha provocado un deshielo que hace accesible la explotación de estos
minerales en esa gran isla. Y estas razones también gravitan en la decisión de terminar la
guerra en Ucrania y cobrarse con la explotación de esos minerales la enorme deuda contraída por ese país en el transcurso de la guerra contra Rusia. Los objetivos de balcanizar Rusia y también apropiarse por esa vía de sus recursos naturales no desaparecerán y Ucrania a pesar de su derrota ante Rusia forma parte del tablero necesario para hacerlo.
México se enfrenta con una Casa Blanca que tiene en sus manos los poderes del Estado en
dicho país. Que está gobernada por un sector hiperimperialista, ultraneoliberal y neofascista
que ante su decadencia de manera desembozada plantea sus objetivos: además de
Groenlandia y Canadá, culminar el genocidio contra el pueblo Palestino y consolidar a
Israel sionista como puntal en el medio oriente; acabar con Cuba, Nicaragua y con
Venezuela (independientemente de que el petróleo venezolano le impone un pragmatismo);
reapropiarse del Canal de Panamá; aliarse con Milei en Argentina, Noboa en Ecuador,
Bukele en El Salvador. Acabar con el débil progresismo en Brasil, lograr el regreso de la
derecha en Bolivia que posibilita la división del MAS e ir minando a la 4T en México. Se
trata de asegurar el lebensraum (espacio vital) imprescindible para su enfrentamiento con
China.
He aquí el contexto de los grandes desafíos que enfrentará México en los próximos años.
No puede dejar de recordarse la frase atribuida al dictador Porfirio Díaz: “Pobre de México,
tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
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