El 30 de octubre, Brasil celebrará las elecciones presidenciales más importantes de la historia reciente. La elección es clara: esperanza o miedo; inclusión o intimidación; solidaridad o hambre.
Trabajadoras, trabajadores y sindicatos declaramos categóricamente que: estamos en contra de Bolsonaro y de las políticas desastrosas que ha impuesto al pueblo brasileño.
En sólo un mandato, Jair Bolsonaro ha marcado a Brasil. Su presidencia trajo consigo el declive económico, amenazas violentas y extremistas, y una creciente desigualdad. Bolsonaro ha vendido el país al mejor postor, privatizando todo lo que puede. La selva amazónica y el bioma Pantanal están en llamas, alimentadas por el gobierno. Los derechos de trabajadores y trabajadoras están siendo atacados. El propio presidente incita al odio racista y misógino, enfrentando a la población brasileña entre sí. El hambre, antes casi erradicada, aflige a millones de familias trabajadoras. De hecho, Bolsonaro desprecia de forma tan deliberada la vida de su propia ciudadanía que fue acusado de «crímenes contra la humanidad» en la Corte Penal Internacional (CPI).
El presidente Bolsonaro ha recurrido ahora a ataques continuos para debilitar el proceso democrático. Al tiempo que ataca la integridad del sistema electoral de Brasil, restringe la observación electoral independiente. El año pasado, Bolsonaro instó a sus seguidores a asaltar violentamente el Congreso Nacional y el Tribunal Supremo del país. Incluso ha afirmado que no dejará el cargo a menos que lo maten o lo encarcelen, y más tarde declaró que está dispuesto a «ir a la guerra» por los resultados electorales que piensa impugnar. No se puede subestimar la gravedad de estas amenazas.
Además, declaramos nuestra inquebrantable determinación de defender el estado de derecho y las instituciones democráticas de Brasil. A pesar de que el 2 de octubre el candidato del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, obtuvo el primer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales con casi el 48,5% de los votos, será necesaria la movilización sostenida de las fuerzas democráticas de Brasil y la solidaridad internacional para defender la voluntad popular.
Trabajadores, trabajadoras y sindicatos son el eje de cualquier sociedad democrática, y no hay mejor caso que el de Brasil. En la década de 1980, la acción industrial masiva fue un punto de inflexión en la transición democrática de Brasil. Las huelgas y protestas sostenidas de trabajadoras y trabajadores de la región del ABC de São Paulo fueron un factor decisivo para derrocar la brutal dictadura militar.
Sin los sindicatos, sin los trabajadores y las trabajadoras, sin nuestra lucha, la propia sociedad democrática de la que goza Brasil hoy no sería posible.
Ahora más que nunca, trabajadoras, trabajadores, sindicatos y sus aliados en Brasil siguen dispuestos a defenderse contra la agenda reaccionaria y antisocial que representa el bolsonarismo. Y nosotros –sus hermanas y hermanos sindicales de todo el mundo– estamos con ellos en eterna e inquebrantable solidaridad.
Estamos en contra de Bolsonaro y de las políticas desastrosas que ha impuesto al pueblo brasileño
El 30 de octubre, Brasil celebrará las elecciones presidenciales más importantes de la historia reciente. La elección es clara: esperanza o miedo; inclusión o intimidación; solidaridad o hambre.
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Foto: Wire