Víctor Manuel Sanvicente pertenece a una familia que por tres generaciones ha mantenido viva la restauradora de calzado «La Reforma», negocio que a pesar de contar todavía con buena clientela, ya no genera los mismos ingresos que antes.
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Entrevistado por El Ciudadano México, el zapatero con más de 50 años de experiencia relató que las costumbres y la ropa que usa actualmente la gente ha tenido mucho que ver con la desaparición de este oficio. Además, afirmó que actualmente existe poco aprecio a las cosas y hay quienes prefieren tirar calzado a la basura y comprar uno nuevo antes que arreglarlos.
Su familia fundó esta zapatería en la ciudad de Puebla en 1925 y desde que él tomó la batuta en 1965 se vivieron buenos tiempos en lo económico, hasta la década de los 90, cuando el país entero entró en una crisis económica.
«Desde que yo lo tomé hasta la década de los 90 estuvo excelente, pero cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio, nos bajó los ingresos. Estuve a punto de quebrar, porque me traían zapatos chinos. En 1995 cobraba 32 pesos por suelas corridas y traían zapatos de 10 pesos. Estuve a punto de quebrar»
Víctor Manuel Sanvicente
Zapatero
Detalló que esta reparadora de calzado llegó a tener hasta 35 empleados cuando el oficio del zapatero tenía mayor demanda, y en la actualidad, su plantilla laboral consiste en sólo cinco personas, quienes reciben el salario mínimo, según dijo, aunque les exige experiencia en esta ocupación.
Él y su equipo viven al día y no se pueden dar el lujo de salir de vacaciones, más que en los días que por ley le corresponden a los trabajadores.
«No pienso irme de vacaciones. Este oficio no descansa. No puedo irme de vacaciones, porque aquí vamos al día, de aquí pago renta, luz, salarios, y si cierro me perjudica», relató el señor Víctor Manuel, quien además mencionó que durante la temporada de fin de año hay un leve aumento de clientela.
En época de lluvia aumenta el trabajo
No obstante, el zapatero contó que la época de lluvia es la que más clientes le genera, pues es cuando la gente generalmente termina con calzado dañado, debido a las inclemencias del tiempo, por lo que llega a ver hasta 20 clientes diarios en esta temporada.
Sus ganancias aumentan también en fiestas decembrinas, pero afirmó que no se compara con la clientela que le cae durante las época de lluvias.
Los servicios que ofrecen van desde costuras, por las que cobra entre $90 a $100 pesos, hasta el reemplazo de suelas, que tiene un costo fijo de $350 pesos. Asimismo, tiene servicios exprés en reparación de bolsas, sombreros, chamarras y artículos de piel.
El buen trabajo que asegura desempeñan en este sitio le ha servido para hacerse de clientes que por años lo han visitado para arreglar zapatos y otros artículos, pero insiste en que para muchos lo más fácil siempre es comprar cosas nuevos, es decir, no ven la reparación como algo rentable.
«Los zapatos no son baratos, pero tienen mucha vida, sin embargo, la gente prefiere desecharlos y comprar unos nuevos. Son costumbres de otros países; piensan que es más caro mandarlo a arreglar que a comprarse uno nuevo»
A cargo del negocio familiar
Relató que este oficio lo aprendió simplemente estando cerca del negocio que en algún momento manejaron sus abuelos y padres, y ahora, con su experiencia, sólo se encarga de «dirigir la orquesta».
Durante la década de los 70 y 80 su establecimiento ganó varios reconocimientos debido al buen trabajo y el servicio de calidad que prestaban de entre las diversas reparadoras de calzado que había en la capital del estado, pero en el presente no hay suficientes negocios con los que se pueda medir.
Entre bromas, dice que su motivación para seguir siendo zapatero es que necesita comer, aunque reconoce que el negocio le ha ayudado a vivir bien, por lo que espera mantenerse así durante mucho tiempo, pues nunca se ha dedicado a otra cosa y no sabría qué hacer para ganarse el sustento.
Ilustración: Iván Rojas
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