A pesar de prestar servicios esenciales, las trabajadoras domésticas deben hacer frente a la violencia y la precariedad; la situación se ha agravado durante los años del Covid y posteriormente. La situación no ha cambiado a pesar de que los sindicatos se han movilizado para abogar por los derechos de las trabajadoras domésticas y garantizar condiciones laborales justas.
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Limitaciones en leyes y normativas
El trabajo doméstico no figura como empleo del sector informal en la encuesta de población activa. Parece ser una forma invisible de trabajo en el sector no regulado. No existen estadísticas sobre el número de trabajadoras domésticas empleadas en el país. «Intentamos obtener estas cifras de varios Grama Niladharis (funcionarios de los pueblos), pero no contaban con ellas», me dijo el Secretario General del sindicato Protect Union. Las leyes del país no han logrado cumplir el estándar internacional para la industria. Por ejemplo, las leyes de la época colonial, como la Ordenanza de Empleadas Domésticas de 1871 (Domestic Servants Ordinance), están obsoletas. Muchos sindicatos y activistas han señalado que el país no ha ratificado el Convenio 189 de la OIT, que aborda la informalidad del trabajo doméstico.
Las trabajadoras del país se enfrentan a una multitud de problemas. En lugar de contratos formales, dependen de contratos verbales. Aunque tanto empleadores como empleadas prefieren esta práctica, tiene como consecuencia la explotación de las trabajadoras, que trabajan jornadas interminables. El 31,4 por ciento de las personas que participaron en un estudio de la OIT respondieron que comenzaban antes de las 6 de la mañana y el 86,7 por ciento que trabajaban más de 8 horas al día. Los empleadores no conceden permisos retribuidos ni bajas por enfermedad. De hecho, a muchas personas se les redujo el salario porque se tomaron un permiso para recuperarse de una enfermedad. Los empleadores tampoco ofrecen primas, prestaciones sociales ni fondos de jubilación.
Las trabajadoras también experimentaron acercamientos inapropiados. El 16,7 por ciento de las personas encuestadas en el informe mencionado afirmaron haber sufrido tocamientos no deseados y el 8,3 por ciento denunciaron agresiones sexuales. A pesar de estas alarmantes estadísticas, la mayoría de las trabajadoras domésticas señalaron un nivel moderado de satisfacción al sentirse incluidas en la unidad familiar. Los empleadores, por tanto, familiarizan y personalizan el trabajo doméstico en lugar de formalizarlo y profesionalizarlo. El medio de vida de las trabajadoras depende de sus relaciones interpersonales más que de una estructura formalizada. Sin embargo, en el sector del trabajo informal, esto puede ser peligroso para las personas que no se fíen de las relaciones interpersonales.
Las trabajadoras en el plano transnacional sufren la explotación en dos dimensiones. Los intermediarios de los centros de contratación y los prestamistas explotan y obtienen beneficios de las trabajadoras domésticas, que a su vez son explotadas por sus empleadores en el extranjero. En Oriente Medio y África del Norte, el Kafala es un sistema de patrocinio de visados que crea una dependencia de los empleadores, que además confiscan sus pasaportes. Las trabajadoras están de guardia la mayor parte del tiempo. Por consiguiente, no hay separación entre el trabajo remunerado y el tiempo libre. No pueden salir de la casa libremente. No tienen acceso a asistencia sanitaria. No reciben ayuda de los centros de reclutamiento, la policía local o la embajada de Sri Lanka. «¿Por qué las enviamos a situaciones vulnerables en hogares privados? ¿Por qué no se les proporciona en su lugar formación reglada y se les envía a empleos disponibles en el sector formal de los cuidados, que ofrece mejores condiciones y mayor protección?«, preguntó Shymali Ranaraja, abogada e investigadora.
El Impacto de la pandemia y las crisis económicas
El carácter informal e invisible del trabajo doméstico lo vuelve vulnerable a impactos externos como la pandemia del Covid-19 y la actual crisis económica. En 2020, muchas trabajadoras domésticas perdieron su trabajo, ya que muchos de sus empleadores se hicieron cargo de las tareas domésticas que anteriormente subcontrataban. Muchas siguen desempleadas. Las trabajadoras desamparadas en Oriente Medio y África del Norte acamparon frente a embajadas y consulados. Contrajeron el Covid-19 y algunas incluso fallecieron. Otras perdieron su trabajo y no tuvieron opción de trasladarse a Sri Lanka porque el gobierno cerró sus fronteras para evitar la propagación de la enfermedad. Si bien el país abrió las fronteras en mayo de 2020 para que pudieran entrar, la aerolínea local y los hoteles de cuarentena cobraron tasas desorbitadas. Cuando el país detectó otros brotes de Covid-19 en julio y octubre de 2020, volvió a limitar o paralizar la repatriación. Estas políticas ponen de manifiesto la actitud y los prejuicios de Sri Lanka hacia las trabajadoras domésticas. El país depende de las remesas, pero se olvida de las manos que traen el dinero y no las prioriza ante la crisis.
Debido a la crisis económica, la situación se ha vuelto insostenible tanto a nivel local como internacional. La pobreza se duplicó del 2021 al 2022, empujando a 2,5 millones de personas bajo el umbral de la pobreza. Los índices de pobreza urbana aumentaron del 5 al 15 por ciento. La clase media, compuesta por médicos, profesores, funcionarios y empresarios, que contrataba habitualmente a trabajadoras domésticas, también se vio afectada. «La demanda de mano de obra doméstica sigue existiendo, pero la remuneración ha disminuido«, afirmó Kalpa, líder sindical. Las trabajadoras externas trabajan menos días y cobran menos por la misma cantidad de trabajo. Se les sustituye por mano de obra más barata, como trabajadoras internas de la plantación o a tiempo parcial. En 2022, 300.000 personas abandonaron Sri Lanka para trabajar en el extranjero; especialmente los trabajadores no cualificados y semicualificados. Las mujeres de las zonas rurales y de los sectores de las plantaciones se marcharon masivamente porque recibían primas de entre 300.000 y 400.000 rupias en el momento de la contratación, según me informaron las fuentes.
Las trabajadoras se enfrentan a la inseguridad mientras ven cómo se acumula una montaña de gastos, que no tienen dinero para pagar. «Debido a la crisis económica, los 30.000 al mes que gano apenas cubren los alimentos básicos y mucho menos los suministros cotidianos», me comentó Rama Rajakumari, de la Provincia Central, empleada en varios hogares de Colombo. 10,13 millones de personas de las zonas rurales del norte, centro-norte y este son vulnerables por la deuda. El 33,4 por ciento de las personas encuestadas en un estudio del PNUD son vulnerables y sufren carencias debido al endeudamiento vinculado a la alimentación, la atención médica y la educación.
Kanthi vende comida a una escuela local y también hace trabajos ocasionales en casas de la zona. Es la única que mantiene y cuida de su hogar. «El costo de los uniformes, libros y artículos de papelería de mi hijo se ha disparado», afirmó. Los elevados precios de los alimentos hacen que los productos básicos estén fuera de su alcance. «Las trabajadoras de las plantaciones encuentran trabajo en casas de clase media en Hatton, pero rara vez, o nunca, cobran 1.000 rupias al día. Lo máximo que he oído es 500 rupias al día. Muchas de estas personas apenas pueden comprar alimentos básicos, como arroz, y viven al día», me explicó Kalpa.
Las facturas de electricidad también se dispararon en 2022 y en 2023. Muchos hogares recibieron cartas en las que se les comunicaba que se les cortaría la electricidad por impago. Por ejemplo, algunos miembros de Protect Union tuvieron que ausentarse de las reuniones sindicales debido al aumento del coste del transporte público. Algunos ni siquiera podían ser localizados por teléfono porque no habían pagado sus facturas o no disponían de dinero para comprar datos móviles.
Como consecuencia de la crisis, las trabajadoras son más vulnerables a la explotación. Los intermediarios locales suelen cobrar una comisión de sus clientes, pero ahora han empezado a cobrar tanto de los clientes como de las trabajadoras. Las fuentes confirmaron que también ha incrementado el trabajo infantil, ya que las madres han comenzado a llevar a sus hijos a casa de sus empleadores. Aunque al principio los niños acompañaban a sus madres a sus trabajos, con el tiempo asumieron toda la responsabilidad de las tareas domésticas.
Las mujeres son vendidas a la industria sexual, tanto a nivel local como internacional. «Las trabajadoras se trasladan a una zona urbana como Colombo o Kandy, donde se vinculan a un centro informal y luego se les engaña para que se dediquen al tráfico sexual», explicó Yogeshwari Krishnan, secretaria general del Frente de Mujeres Trabajadoras (WWF, por sus siglas en inglés). En 2022, se detuvo a agentes de bolsa, diplomáticos locales con sede en Oriente Medio y burócratas en el aeropuerto por dirigir una trama que inducía a trabajadoras al tráfico sexual en Omán. Algunas mujeres que se trasladaron a Oriente Medio y África del Norte con visados de turista recurrieron a falsos centros de contratación o recibieron referencias de contactos personales y acabaron en los llamados refugios, que eran lugares donde se producían agresiones sexuales. Las mujeres que iban con la esperanza de obtener empleo eran vendidas en subasta para dedicarse al comercio sexual. «Las trabajadoras se vuelven vulnerables si se trasladan por vías informales. Hacemos mucho hincapié en que el empleo se debe encontrar por medio de centros de contratación fiables. Si no, no será posible ayudarlas ni intervenir», afirmó Krishnan.
Obstáculos a la sindicalización
Las trabajadoras domésticas carecen de sindicatos tanto a nivel nacional como internacional. Los sindicatos locales se limitan a hablar de boquilla de los problemas de las trabajadoras, en lugar de convocar las huelgas pertinentes o abogar por un cambio legislativo. Los dirigentes sindicales asisten a actos dedicados al trabajo doméstico, pero nunca lo incluyen ni abogan por él en las consultas públicas ni en las huelgas, según las fuentes. Los sindicatos de las plantaciones también están mucho más centrados en la política nacional que en cuestiones laborales. Los sindicatos, como los de las zonas de libre comercio, se concentran en su sector en lugar de impulsar políticas que beneficien a todos los sectores. Las trabajadoras de las zonas rurales rara vez se ven representadas en los estudios o reivindicaciones de los intelectuales influyentes de Colombo, debido a la actitud elitista de estos.
A pesar de dominar las esferas locales e internacionales del trabajo doméstico, las trabajadoras gozan de una autoridad limitada en la sociedad de Sri Lanka, en el ámbito político y en la distribución internacional del trabajo. Las mujeres en Oriente Medio y África del Norte no pueden votar en ninguna elección por correo, por lo que sus representantes políticos no dan prioridad a sus necesidades colectivas. Del mismo modo, los defensores locales no tienen jurisdicción para intervenir o resolver disputas en Oriente Medio y África del Norte. Los ciudadanos de Sri Lanka prefieren mantener relaciones cordiales con los empresarios de Oriente Medio y África del Norte para conservar su competitividad en el mercado laboral. Los empleadores pueden conseguir fácilmente mano de obra de otros países en caso de recibir demasiadas quejas. Con la montaña de deuda externa y la actual crisis económica, Sri Lanka goza de un estatus y una autoridad limitados en la jerarquía internacional de naciones. Por consiguiente, el país no dispone de los medios necesarios para elegir mejores mercados de trabajo, como la UE.
«Es verdaderamente hipócrita reclamar mejores condiciones en el extranjero, si no se van a introducir protecciones similares aquí en Sri Lanka«, se quejó Ranaraja. La fundadora del Sindicato de Trabajadoras Domésticas, Menaha Kandasamy, lleva años explicando a los miembros de su sindicato que el trabajo doméstico es una profesión. «Las trabajadoras deben entender que son trabajadoras. Tienen que entender el lugar de trabajo. Tienen que ver los hogares como entornos profesionales, identificar los problemas y movilizarse en torno a ellos», me comentó. Aunque numerosos grupos de defensa e investigación han propuesto medidas jurídicas, éstas no pueden aplicarse fácilmente porque el trabajo doméstico se realiza dentro de hogares privados y cerrados. En un contexto internacional, Michele Gamburd, la más destacada investigadora de la migración de Sri Lanka a Oriente Medio y África del Norte, recomienda alcanzar un consenso multilateral sobre normas mínimas y un mecanismo internacional para garantizar que se apliquen.
Los sindicatos dirigidos por mujeres, que fueron excluidos del proceso de consulta, manifestaron su oposición a las reformas laborales propuestas por el gobierno en 2023 por ser estas susceptibles de aumentar la explotación. Las reformas pretenden aumentar las horas a cambio de un salario menor, limitar la sindicalización y flexibilizar los contratos. Con las medidas de austeridad impuestas por el FMI, la continua neoliberalización de la economía y los ridículos llamamientos de los economistas expertos a aumentar la participación de las mujeres en la población activa a pesar de su sobrerrepresentación en el sector informal, es poco probable que el trabajo doméstico se formalice y profesionalice. Dada la desestabilización de las leyes laborales y la represión de las formas públicas de disidencia, como huelgas y protestas, es muy probable que el trabajo doméstico informal se convierta en una forma de servidumbre.
Recientemente, el Estado ha propuesto la abolición del trabajo doméstico internacional y una transición hacia la mano de obra cualificada en la próxima década. No obstante, tales restricciones paternalistas al trabajo femenino, al igual que el Informe de Antecedentes Familiares (Family Background Report), no han prosperado nunca debido a la dependencia económica del país de las remesas. Los sindicatos dirigidos por mujeres y el movimiento feminista del país deben presionar al Estado para que reconsidere el trabajo doméstico como cualificado y formal, y reclamar mejores salarios y condiciones laborales seguras para satisfacer la demanda transnacional de trabajo de cuidados.
Devana Senanayake es una periodista de Colombo, Sri Lanka. Devana ha trabajado para The Washington Post, Foreign Policy, Guardian, Aljazeera, Inter Press Service y South China Morning Post. Se le puede encontrar en X como @dsenanayake16.
Autor/a: Devana Senanayake
Traducción: Almudena Arroyo, Fabian Arequipa and ProZ Pro Bono
Foto: Jamhoor
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