Escuchar: “todos los políticos son iguales”, “los problemas del país tienen su causa en los malos políticos”, “en este país no se premia el mérito”, “los compadrazgos son el cáncer de México”, entre algunas diversas expresiones semánticamente afines, es la cotidianeidad del grueso poblacional en México.
Exploremos al respecto…
El poder público, cuando menos en este país –a través de la observación histórica-, se arrebata, y en el arrebato, todo -en verdad- todo es válido (digamos que hablamos de estándares éticos sumamente prolijos).
Uno de los más inocentes componentes de ese todo es la rentabilidad política -la cual engendra, ya en sí misma, rasgos de mérito-.
¿Por qué los más técnicos o, en su caso, los científicos -ya sean sociales, empíricos o formales-, no se encuentran tomando decisiones de naturaleza pública? En el mejor de los escenarios -que pocos hay-, son quienes maquilan las labores técnico-administrativas de los tomadores de decisiones –o sea, los políticos o ayudantes de confianza de estos-.
La clave: la confianza y, por ende, la cercanía. Un tecno-científico no garantiza la primera, por ello carece de la segunda.
Analicemos en prelación. Antes de que el político fuese tomador de decisiones, se constituyó como aspirante al poder (arrebatador, en realidad). Periodo en el que la rentabilidad política es prioridad; rentabilidad compuesta por diversas variables: capital económico, político y hasta simbólico.
Aquí -en la aspiración- es donde se gestan los verdaderos acuerdos y alianzas.
En el tránsito tripartito de la aspiración-candidatura-consolidación los arreglos se dan con quienes contribuyeron en el decurso. Lo sobrante queda al margen, cual migajas de un choripán comido por un hambriento.
Ya en el ejercicio del poder público tampoco importa sustancialmente el impacto de las políticas públicas. Pues la gestión gubernamental reside en que las propias inercias sociales y económicas no se desestabilicen al grado de tener costos políticos, por un lado, y a ejecutar acciones visibles (regularmente de infraestructura vial) y simulaciones institucionales (como la creación de cuerpos colegiados interinstitucionales denominados comités, comisiones, entre otros), por otro. La atención a las necesidades y expectativas comunitarias quedan de lejos; puesto que lo cardinal es el mantenimiento del poder público.
El sistema político mexicano, incluso jurídicamente, está diseñado de esta manera; ya ni se diga en la operación política.
Regresando…
Al principio hablábamos de meritocracia. Palabra prostituida en su significado y malentendida en su concepción.
Los políticos y ayudantes de estos tienen mérito de estar donde lleguen, si es que llegan. Engarzarse en un proceso electoral -donde el poder se arrebata, resonemos- implica altos grados de dificultad tortuosa.
Todo en su honesta dimensión…
Excelente fin de semana, para quienes, en las definiciones locales, resulten favorecidos.
Para los demás, siempre existirá un buen vino tinto…
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Foto: Archivo El Ciudadano
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