Saveed: dramaturgo, literato, ser de luz histriónico, gurú del Teatro

Entrevista a Carlos de la Villa/Saveed: promesa futura y presente para impulsar el Teatro en Puebla.

Saveed: dramaturgo, literato, ser de luz histriónico, gurú del Teatro

Autor: Alexia Stuebing

Carlos de la Villa Ojalil encarna a Saveed y viceversa. En esta ocasión tuve la oportunidad de entrevistar a una persona increíble, que me ha hecho reflexionar bastante sobre las nociones y preceptos que tenemos hacia el Teatro, el Cine, la Estética y la pandemia misma.

Les presento entonces la pequeña obra que montamos durante nuestra entrevista [siéntanse en libertad de relucir sus mejores personificaciones bucales]:

–¿De dónde viene tu nombre artístico?

–Mi nombre artístico como tal ya lo quiero empezar a tomar como mi nombre personal, debido a una cuestión de problemas familiares. Su origen es propiamente libanés. Mi abuelo Alfredo tenía mucho en mente este nombre, era una constante en algunas de sus cartas, poemas y personajes principales. Entonces, un poquito en honor a él y un poquito en honor a estas raíces semi-orientales que gracias a él tenemos, decidí dejar el nombre Saveed, tal cual.

–Oye y entonces tú de teatro, qué haces exactamente?

–¡Santa Martha! Mejor pregúntame qué desayuné hoy porque va a ser más fácil [risas de ambos]. Pues mira, yo hago teatro desde hace ya… trece años, masomenos, trece o catorce.

Realmente me fascina actuar. El poder envolverte en un personaje, el estar en una realidad que uno no conoce, entre otras cosas, la verdad es que wow. Peeero, estudié Filosofía y letras, entonces la creación no se queda atrás. La verdad es que siempre he tenido esa pequeña fascinación por crear historias.

Así que igual he estado como creador, un poco como director. Igual como todo actor de teatro debe tener tablas en danza y canto. Pero esos son más bien mis alfiles; mis tres reyes serían actuar, cantar y dirigir [amo su referencia ñoña de ajedrez].

Foto: Linda Elizabeth Sainz

–¿En qué géneros te has desenvuelto más?

 –Personalmente creo que me he envuelto un poquito en esta figura del Teatro del Oprimido, principalmente en la universidad de Augusto Boal; por otra parte concibo ls figura del musical.

Propiamente he hecho musical, ambiente cinematográfico también, he hecho algunos cortos. He hecho algunas cositas por ahí medias locuacias [risita histriónica]. Esencialmente, si ponemos así un género, sería muy difícil de establecer; como trabajo en varias zonas.

Tanto nos podemos ir con fantasía, en mi más reciente participación como el Mago de Oz en Wicked, como nos podemos ir a suprarealidad, que es el caso de Pedro y el capitán de Mario Benedetti (la primera obra que presenté en la Ibero). O hasta nos podemos ir al teatro para niños cuando representé al Grinch.

Me he desarrollado en muchos géneros en realidad.

–¿Y cuál es el que te gusta más para crear?

–Para mí hay una cosa muy bonita que, de hecho es un poquito nuevo: la creación de la fantasía-real (creo que es como le dicen a la figura). Propiamente, dicho y hecho, es tomar una historia real, como es el caso de la lucha LGBT, la lucha feminista, la lucha indigenista, y trasplantarla a una estética fantasiosa. Inclusive hasta icónica.

Es decir, ¿cómo podrías poner la lucha de July Gallard, por ejemplo, en Alicia en el país de las maravillas. Algo así, jeje [órales]. Una mezcla particularmente raro pero muy divertida.

–Me dices que estudiaste Filosofía y Letras, ¿cómo es que llegaste al teatro?

–Pues mira, hay tres experiencias en mi vida que fueron marcaje total. La primera vez yo tenía unos cuatro o cinco años, fuimos a La Ciudad de los Niños, que ahora se llama Kidzania [awwww biutiful]; me subí al escenario por primera vez y fue una sensación tan maravillosa. Yo iba vestido de pino de Navidad, estábamos representado en Cascanueces y recuerdo perfectamente esa sensación.

La segunda sería cuando vi por primera vez Rocky Horror Picture Show, es una de mis obras de teatro y musicales favoritos [mine too]. Y la tercera tendría que ser en la secundaria cuando conocía a Robert Phoenix, quien me presentó la idea del teatro propiamente como disciplina.

Entonces esas tres fueron las tes grandes experiencias que me impulsaron al teatro, pero la literatura y la filosofía han estado presentes conmigo desde los diez años, sino es que antes. Desde que falleció mi abuelo me refugié en la literatura y fue ahí donde dije: «¿Qué mezcla Literatura y Teatro? Pues la filosofía». Encontré mi carrera en la IBERO y dije Wow [risitas].

–Entonces no fue que no quisieras estudiar Teatro sino que encontraste como una respuesta más amplia, ¿quizás?

–De alguna manera. Mira, la verdad es que no creo que el teatro en Puebla, particularmente, sea necesario entablarlo. Porque, si algo he podido ver en alguna de las universidades de Teatro, es que tienen un sistema muy cerrado en cuanto a programas de estudio se refiere.

Entonces, me oriento en distintas disciplinas que incluso tocan teatro extranjeros como el Teatro Kabuki; y pues viendo las planillas y los planes de estudio simplemente hay un eurocentrismo de lo que se llama la educación. Más que ampliarme mi figura del Teatro quería disciplinarme y de alguna manera entablarme a un sistema de ideas.

Un poquito también por eso surgió la duda de «No sé si estudiar Teatro en Puebla».

–¿Tú eres poblano, verdad?

–Poblano de toda la vida [jeje, me lo dice casi con pesar].

–¿Cualquier fue tu primer acercamiento ya más profesional, cómo fue esa experiencia?

–Uff, esa debió de haber sido con Isis Morales, aproximadamente del 2014-2013, cuando llevamos El Grinch a un concurso estatal; yo hacía el papel del narrador. Se fue un momento supradisciplinario para mí porque ya no era «de jueguito» y si te equivocas no pasa nada. Y no, ahí era de te equivocas y era adiós concurso, adiós todo.

Fue cuando dije «Qué onda, el Teatro disciplinar es muy diferente». Quizás no fue el Teatro lo primero que me disciplinó, fue la danza.

Cuando tuve mis primeras presentaciones de danza en Plataforma Studio, donde las representaciones tenían que ser al pie de la letra, tal cual. Ahí surge el mix entre disciplina y juego.

Foto: Linda Elizabeth Sainz

–¿Ahorita, en pandemia, qué haces?

–Pues mira, la pandemia nos dio en la torre a todos, literalmente. Uno como literato se sienta en su escritorio y sigue escribiendo, por ese lado no hay tanto problema. Como actor, si de por sí la gente no asistía al teatro, pues lleva eso al doble o al triple.

Ahorita estoy mezclando proyectos, justamente por «la versatilidad del actor, ¿no? [sonrisita incrédula]

TikTok me ha servido muchísimo, ahorita estamos ampliando un nuevo proyecto, que va a ser justamente sobre historias de terror real. También tengo un podcast que busco reabrir, trata de análisis de obras de Teatro pero ya acentuadas en la realidad, de alguna manera [órales].

Actualmente tuvimos que migrar toda la obra de Wicked, que era una obra que queríamos montar con Teatro Compañía Puebla; en esta represento el Mago de Oz.

El problema ahora, no es tanto el que deje de actuar, sino que yo no considero que el Teatro sea a través de la cámara. La pandemia nos vino a lastimar mucho por el tema de que ya no tenemos un sistema presencial.

Uno esperaría que poniendo una cámara ya se soluciona, pero es que ya deja de ser Teatro. En cuanto pones una cámara enfrente ya es cine.

Yo creo que la principal debilidad que nos trajo la pandemia fue crear esta pared invisible entre el actor y el espectador, que ningún teatrero se esperaba.

–Eso que dices es muy interesante, y sí justo: el actor se alimenta de las reacciones que puede obtener la audiencia. Que complicado :(

–Sí, claro, y si nos vamos a la teoría clásica del Teatro… De por sí el teatrero se muere de hambre [risilla como de alguien que oye una vocecita de Te lo dije, resonando molesta desde el pasado].

Realmente el alimento es el aplauso y la reacción de la gente, hablo de la función, no la vida. Uno quisiera alimentarse de aplausos y seríamos millonarios.

Pero pues no, definitivamente no es lo mismo. No tienen entrenamiento de cámara, no todos tienen entrenamiento de, ¡de cine!. Migrar del Teatro al Cine, pregúntale a Hugh Jackman, a Meryl Streep, no es subir un escalón más.

Representar el Teatro en la pantalla es imposible; díganme conservador o lo que sea pero hacer Teatro con una cámara enfrente, deja de ser Teatro.

La cámara intermediaria entre el público y el actor es Cine. No hay más.

Foto: Linda Elizabeth Sainz

–¿Has visto alguna propuesta de Teatro virtual que te haya gustado, que hayas dicho «Ah esta puede ser otra solución» o quizás con otros diálogos.

–Hay dos. Justo en este formato Zoom: el establecer esta como relación; muy difícil, porque hay que programar y rollo y medio, hay que ver que toda la gente apague video y demás.

Y otro formato que me ha gustado son los compilados. No estoy tan de acuerdo, sigo pensando que no es Teatro; pero es una especie de «muestra de supermercado» de lo que sí es el Teatro. 

Creo que ese tipo de propuestas es más bien para darle hambre a la gente, para que el día de mañana vayan al Teatro. El caso del proyecto de Wicked que hicimos, el caso de otras compañías que han estado grabando.

–¿Cuáles serían tus recomendaciones favoritas del Teatro?

–Ahora, por el tema de la problemática social que estamos viviendo, El Jorobado de Nôtre Dame es una joya. Esta referencia a salir a mostrarse ante el mundo, en este tema de la pandemia que todos hemos estado encerramos; creo que es importante.

Esperando a Godot de Samuel Beckett. Es esta figura del personaje que nunca llega; esta figura me agrada porque la normalidad nunca va a llegar. Es esta esperanza de la nueva normalidad, que en realidad nunca va a llegar.

El beso de la mujer araña de Manuel Puig, es una obra controversial, difícil de digerir. Creo que pudiera ser otra referencia muy importante. La trama y la estética es poco convencional.

Las clásicas también siento que son muy olvidadas; por ejemplo, Hamlet. Igual para repensar un poco esta figura del hogar: Hogar sólido de Elena Garro; que toca el tema de la muerte.

Debido a la situación yo creo que son las que más he tenido en cabeza.

–Órale, estás muy bien informado, wow [genuinely impressed]. Sabes que, siento que luego el actor no suele involucrarse tanto en el otro lado de dirigir. Entiendo que tu formación está bastante más pensada, pero luego el actor, digamos, «de a pie» se pierde un poco en ser histriónico…

–Sí claro, yo creo que el problema tiene que ver con el abandono de la Estética; esto tiene que ver con la controversia. La gente prefiere ver a Timothée Chalamet o Robert Pattinson y ya no te importa la narrativa guionista ni visual, hablando del Cine.

Pero lo mismo pasa en el Teatro, particularmente en el Teatro en Puebla; el cual ha sentado bases en el melodrama y la farsa. Como el público no se abra a otras narrativas no se puede esperar nada nuevo.

Y te lo digo por experiencia: shows donde uno se maquilla y se trasviste y se pone tacones y todo, llenos hasta el cúmulo; mientras que una obra como Esperando a Godot, Pedro y El Capitán, o algún otro clásico… Bueno, a veces ni siquiera clásicos; las obras originales ni se diga, la gente no va.

–¿Eso crees que sólo suceda en Puebla o sea algo, no sé, mexicano?

–No me gusta generalizar. Yo te hablo desde mis vivencias, he hecho Teatro solamente en Puebla, algo en Guadalajara y CDMX, pero no tanto. Pero sí te puedo hablar desde Puebla; aquí tengo mis trece años de experiencia y aquí tengo mi base.

Si pasa en México en general, no sé. Yo como poblano sí te puedo decir: he tenido funciones desde una persona a 300-400 personas. También en Puebla tendemos a financiar esta idea de que queremos que se parezca al Cine; queremos el Omar Chaparro del Cine, queremos a esas figuras.

Pero en realidad no me parece válido, justo por lo que te digo de que el Cine y el Teatro son dos hermanos mellizos mas no gemelos. Quién sabe…

No me gusta generalizar pero sí me atrevería a decir que no solamente pasa en Puebla, sino también en el mundo. ¿Cuántas veces no hemos visto ya a Wicked, El Rey León, La Bella Durmiente, Hamilton, Funny Girl, mil y un musicales en Broadway?

Todos estos musicales que vemos temporada tras temporada y digo «Bueno, ¿y las nuevas narrativas, dónde están?». El último gran hitazo fue Hamilton y estamos hablando que fue hace cinco o seis años. Los nuevos musicales, si no llegan a Broadway cómo van a llegar a Puebla. ¿Dónde nos vamos a quedar en esas temáticas?

Foto: Linda Elizabeth Sainz

–Desde tu experiencia, ¿cuál sería otra manera de acercar a la gente al Teatro? Quizás no tanto en un plano narrativo, sino más de publicidad o hasta como en una onda similar a la de la película de Noviembre [donde unos actores trasladan la idea del Teatro hacia las calles mismas].

–Ya, ya como una onda de Teatro invisible.

–¿Crees que algo así funcionaría aquí en Puebla o pasaría igual que en la película. [En ella un grupo teatral busca concientizar a la gente en temas sociales de una forma radical, dándose de topes con las autoridades en varias ocasiones].

–Creo que pasaría lo mismo. Alguna vez lo hice y acabé golpeado, entonces no, no está padre la idea [risilla de olla express de ambos]

La gente, ya hablando en general en un contexto mexicano; aquí en Puebla, particularmente, la gente es muy cerrada y muy envidiosa de su realidad.

En cuanto algo alborota o rompe esa realidad, involuntariamente, porque si van al Teatro a ver a un señor trasvertido, un musical, lo que sea; van con una voluntad y van con una premeditación de la situación y pesé a ello, tienen un intermediario respecto a lo que puedan y no hacer que es el propio escenario.

Cuando tú desnudas al actor/actriz a un espacio público se vulnerabiliza, por el tema de que se vuelve un extraño. Es lo que le digo muchas veces a mis alumnos: es padre para la gente ver a un travesti, a un homosexual, a un transexual, a una feminista, a una persona indígena empoderada, a una persona con discapacidades físicas empoderada, en el escenario en el Cine y siempre y cuando se quede en la cajita chica del recuerdo.

Ya en cuanto se vulnerabiliza a la persona, trayéndola a su realidad y decirle «Oye, abre los ojos, aquí estoy»; saca las garras. Creo que ese tipo de Teatro, más que ser beneficiario, va a victimizar a la gente del Teatro.

Si pudiéramos ponernos optimistas yo te diría que la única forma de publicitar mejor al Teatro se resumiría, ambiciosamente, a una sola palabra: empatía. No hay más.

Y no sólo la empatía como este constructo de pensar en el otro/Otro; sino de tú poder tener la capacidad de implicarse en una realidad que no es la mía. De eso se trata el Teatro y por eso es incómodo; y por eso  el Teatro en Puebla tiende a lo farsa y melodramático, porque es la zona cómoda.

La farsa, a diferencia de la comedia no te enseña una lección; no te deja pensando. Y el melodrama: la propia exageración del drama es lo que lo aleja de la realidad y, por ende, la cabeza ya no reflexiona.

El Teatro cómico, arena, fuego, invisible, de vidrio, del oprimido, y todos estos constructos que justo hablan de romper fronteras; hasta que la gente no tenga esta sensibilidad, esta madurez, no vamos a poder salir de este Teatro «comercial».

No me encanta esa palabra porque al final todo el Teatro es comercial, pero quizás más como estas narrativas «fáciles» y tendenciosas, de alguna manera.

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