“Si hay alguien aquí que es privilegiado, soy yo. Y lo digo sin medias tintas”, declara sonriente Lorenzo Córdova, consejero presidente del INE que lleva una década embolsándose mensualmente un cuarto de millón de pesos al mes.
Así arranca el seminario inaugural de la serie “Elecciones 2021, ¿Refrendo o cambio de rumbo?”, organizada por el Colegio de México como espacio de reflexión académica en torno al proceso electoral en curso.
En su intervención inicial, Lorenzo Córdova se congratula de lo que considera “la alta funcionalidad del INE” ante “la elección más importante y más compleja de nuestra historia”. Describe como pertinente y viable la última reforma del INE, que aunque ha multiplicado las funciones que debe cumplir el Instituto, permite recrear en paz la pluralidad política del país.
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Córdova enuncia la posibilidad de simplificar en un futuro el proceso electoral, de tal modo que se pudieran abaratar sus costos, sin que esto implicara una pérdida de la confianza en las elecciones. También describe el papel del INE como un interventor, no como un superior jerárquico que dicta directrices y genera criterios generales.
En cuanto a los riesgos que se han superado en la antesala de la elección, Lorenzo Córdova menciona el “exorcismo” de parte del INE de las pretensiones del gobierno federal de hacerse con los datos biométricos de la ciudadanía, evitar reformas que impondrían “sesgos regresivos” orientados hacia el control político de las autoridades electorales. El primer sesgo regresivo que Córdova Vianello identifica está en la propuesta de reducir el periodo de los altos funcionarios electorales.
Los interlocutores de Lorenzo Córdova son el moderador Jean-François Prud’homme (Consulta popular y democracia directa. INE, 1997), la historiadora del Partido Acción Nacional Soledad Loaeza (El Partido Acción Nacional: la larga marcha 1939-1994. Oposición leal y partido de protesta), y la académica Jacqueline Peschard, autora de “la cultura política democrática” y asesora por parte de la ONU de los consejeros electorales que llegaron a Irak después del ataque ilegal de Estados Unidos a dicho país.
Soledad Loaeza y las propiedades del viento
La historiadora del PAN Soledad Loaeza considera que el mexicano es por antonomasia receloso de la ley, a la que ve como una forma de violencia. Quien escuchara hablar a Soledad Loaeza sin antes conocer a un solo mexicano pensaría que las personas con esta nacionalidad remontan la vida «solitaria, pobre, asquerosa, bruta, y corta» del estado natural según Thomas Hobbes, y quien no conociera la desigualdad en la aplicación del derecho en México, pensaría que además los mexicanos son ezquizofrénicos.
Para Soledad Loaeza, las elecciones con el mayor padrón en la historia del país corren un riesgo: que el 90% de la gente se quede en sus casas y que sean los funcionarios de casilla quienes decidan por ellos, como aconteció en las elecciones entre 1930 y 1970. Lorenzo Córdova no la contradice.
Para la historiadora del PAN y gran alquimista de la metáfora aérea, el partido en el poder ha desfigurado a la oposición, generando una niebla emanada de la guerra que impide al electorado dilucidar con precisión la silueta de cada partido de la oposición. El aire se encuentra espeso, y entre las obligaciones del INE está adelgazar y descargar ese aire de toda la esencia dañina que podría enturbiar los pulmones de la democracia. Lorenzo Córdova resultaría así ungido como gran filtro del aire social de la república.
Cuando la conversación regresa al consejero, este se encuentra extático, listo para aprovechar las plataformas retóricas que a su disposición se han colocado y desde ellas arremeter contra quienes considera enemigos naturales del instituto que él dirige.
En palabras del consejero presidente del INE, en México los muertos no votan desde hace 30 años. Las urnas ya no se embarazan. A pesar de que el INE no tiene competencia en el ámbito municipal, jurisdicción de las OPLs, el INE hace todo lo posible por evaluar previo a las elecciones el entorno donde éstas se van a desarrollar. El nivel público de confianza en su Instituto se encuentra en un máximo histórico.
Juegos pirotécnicos. Fanfarrias. Desde el fondo de la mente del espectador se insinúa, con volumen creciente, el himno a la alegría interpretado por una orquesta dirigida por Lorenzo Córdova.
La evaluación
Una vez más, el bolo de Lorenzo Córdova hizo chuza con los sinodales. Soledad encomió la vivacidad de su imaginación, que le permitió anticiparse a todos los “cuestionamientos” que se le fueron planteando. Noventa minutos de softball y consenso idílico, todos en la misma sintonía, en el mismo hemisferio de la realidad y con las saetas dialécticas apuntando en la misma dirección. No tanto un diálogo, sino un coro. No las voces cristalinas de los niños de Viena, sino el rechinido acompasado de la fábrica del miedo.
Porque manufacturar el miedo fue, sin lugar a dudas, el ejercicio predominante en aquél coloquio en el que se pintó a un INE salomónico asediado por una sociedad enardecida y un tándem de presiones partidistas y autoridades políticas.