En los años tumultuosos de la década de 1960, un joven delgado con barba rala emergió en Cuba, llevando en su guitarra las melodías de la revolución. Silvio Rodríguez, con su voz aflautada, entonaba trovas que desataban pasiones y controversias entre los cubanos. Sesenta años después, Rodríguez se erige como uno de los más prominentes poetas y músicos de habla hispana, cuyas composiciones han marcado generaciones enteras en América Latina.
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A sus 77 años, Silvio Rodríguez no solo ha sido testigo de los altibajos políticos y sociales de Cuba, sino que también ha sido protagonista de ellos. Comprometido desde sus inicios con el ideal revolucionario, ha sido alfabetizador, miliciano y participó activamente en misiones internacionales en Angola contra el apartheid. Aunque nunca ha ostentado una militancia partidaria, su voz ha resonado como un fiel reflejo de los tiempos que le ha tocado vivir.
En una reciente entrevista con The Associated Press (AP), Rodríguez no ocultó su preocupación por la situación actual de Cuba. Lamentó la crisis económica que azota a la isla, exacerbada por la pandemia de COVID-19 y el recrudecimiento de las sanciones estadounidenses. La inflación descontrolada, la improductividad agrícola, la migración masiva de jóvenes y el deterioro de la seguridad social son solo algunos de los desafíos que enfrenta su país.
«Es terrible», expresó Rodríguez con franqueza desde su estudio de grabación, mientras reflexionaba sobre el impacto de las reformas económicas de 2021 que dolarizaron la economía cubana y dispararon los precios. A pesar de su profundo compromiso con la izquierda y su sueño de una sociedad más justa, el trovador no escatima críticas hacia las fallas del proceso revolucionario. Sus canciones, a menudo cargadas de metáforas potentes, reflejan este constante diálogo con la realidad política y social de su tierra natal.
Su último álbum, «Quería Saber», no solo es un testimonio de su longevidad artística —es su disco número 22— sino también un reflejo de sus preocupaciones contemporáneas. Temas como «Para no botar el sofá», descrito por él mismo como una «canción editorial», capturan la complejidad de los tiempos actuales en Cuba. Aunque la salud pública y la educación masiva siguen siendo logros innegables del modelo cubano, Rodríguez reconoce que la realidad cotidiana para muchos cubanos es dura y desafiante.
Fuera del escenario, Silvio Rodríguez es un hombre de rutinas sencillas. Llega puntualmente todas las mañanas a su estudio «Ojalá», donde compone, graba y responde correos electrónicos. A pesar de las múltiples invitaciones, ha optado por no salir de gira para promover su nuevo trabajo, prefiriendo la tranquilidad de su hogar donde comparte la vida con su esposa, la reconocida flautista Niurka González, y su hija Malva, quien estudia música.
Silvio Rodríguez, más allá de ser un músico célebre, es un testigo viviente de la historia reciente de Cuba. Su legado musical y poético continúa resonando entre quienes buscan no solo entretenimiento, sino también reflexión sobre los grandes temas que atraviesan la sociedad cubana y latinoamericana en su conjunto.
Foto: Redes
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