Es enero. Es Invierno. Amanece en Nueva York. Juan despierta, prepara sus cosas para salir a trabajar al restaurante en donde su tío y primos laboran desde hace más de una década. Es poblano, de Cholula. Desde hace tres años, como muchos mexicanos, llegó a la Gran Manzana a buscar el sueño americano, simplemente sobrevivir, enviar algunos dólares a su familia. Salir de la maldita pobreza.
Juan siente el frío en la cara, en las manos, en las piernas. Recuerda el 2020, los meses terribles de la pandemia. También hacía frío. Tenía un mes en NY cuando la peste llegó. En ese tiempo trabajaba como repartidor. Actividad esencial en una metrópoli paralizada por la pandemia. ¿Cuántos mexicanos murieron en esos meses? Muchos, perdió la cuenta. Los migrantes sostienen este pinche país, pero no tienen derechos, no tienen seguro de desempleo, ni acceso a la salud. Reciben la mitad del salario de un gringo. Aun así, preferible estar aquí en “Pueblayork”, chingándole sabroso en el frío, que estar allá, esperando que la miseria te consuma el cuerpo y el alma. Ni en Puebla, ni en México hay oportunidades, pura demagogia y políticos rateros.
Juan llega al restaurante de comida mexicana. Todos hablan español. Van tarde para abrir temprano. Varios de los trabajadores estuvieron en México. Regresaron a pasar Navidad y Año Nuevo con sus familiares; a gastar los dólares que ahorraron, a visitar la tumba de sus padres y abuelos, a compararse con sus amigos y familiares que no se han ido. Qué jodidos se ven.
Juan no pudo viajar, aún no tiene en regla sus papeles, tuvo que conformarse con largas pláticas por WhattsApp. Apuran el paso. Hay que abrir y en la Gran Ciudad el tiempo es dinero. Juan enciende la pantalla. Canal de noticias. Aparecen las imágenes de Andrés Manuel López Obrador, Joe Biden y Justin Trudeau. Están reunidos en México, muy sonrientes y amigables.
Los tres mandatarios, fiel a las tradiciones diplomáticas, dirá muchas cosas, pero de escasas consecuencias. La integración de Norte América es un hecho, pero no es pareja. Quien pone el dinero manda y quien manda en esta relación de tres es Estados Unidos, no importa si el presidente es demócrata o republicano.
Juan se encabrona. De qué me sirve que se reúnan los presidentes. ¿Con eso me van a dar mi residencia en Estados Unidos? ¿Voy a tener seguridad social ¡Ni madres yo no me quiero regresar a México!
El tío de Juan, que es el capitán de meseros, les grita: “quiten esa chingadera, pongan música”. Apagan la pantalla, Juan en su celular, da play.
“Ya me gritaron mil veces
Que me regresé a mi tierra
Porque aquí no quepo yo
Quiero recordarle al gringo,
yo no cruce la frontera,
la frontera me cruzó,
América nació libre, El hombre la dividió.”
Juan se anima. Baila y trabaja que el día es largo, bajo la luz invernal de NY. Quien no trabaja no come. Que los políticos hagan lo suyo, que los migrantes hacen lo propio.
@onelortiz
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