Alejandro Pérez Vázquez toma las hojas de maíz para untar la masa, su hermano coloca la salsa verde y su padre, don José Santos, termina enredando el tamal que coloca en el fondo del perol para ser vendido todos los días en la colonia La Paz.
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Los hombres de la familia Pérez rompieron el hito de que la cocina es sólo para las mujeres y han mantenido el negocio familiar por casi 30 años en las calles de la capital poblana.
Don José Santos emigró temporalmente a la Ciudad de México para trabajar y logró emplearse como tamalero.
Después, regresó a la ciudad de Puebla sin imaginar que sería la herencia que daría a sus hijos, a quienes desde pequeño los motivó a ayudarles.
“Mi papá me traía desde niños, a abrir la bolsa, a cortar las tortas. Desde pequeños le agarramos el modo, pero sí hubo un momento en que nos daba miedo ver como se juntaba la gente y despechar”
Don Alejandro Pérez
Desde la esquina de la calle Acatlán, recuerda su infancia y dice que 15 años después, este oficio le permite ser independiente.
Tragedia en Xochimehuacan pierde su casa
Alejandro Pérez Vázquez tiene 22 años y nació en Huamantla, Tlaxcala, vivía en San Pablo Xochimehuacan, pero su casa se derrumbó en la explosión de gas lp, después de que delincuentes intentaran robar.
Relató que su padre pudo ingresar al programa de apoyo a la vivienda, del gobierno estatal, y adquirió una nueva vivienda en la zona de El Batán, pero él y sus hermanos decidieron independizarse.
“Vemos a mi papá para trabajar. Él tenía 15 años cuando empezó a trabajar en los tamales en la ciudad de México, después se vino con ese negocio a Puebla”
Alejandro Pérez Vázquez
El motor de Alejandro para salir en las gélidas mañanas es su familia y que es el único espacio donde se siente cómodo.
“Lo que me motiva de este trabajo es que estamos todos juntos, en familia y que ellos estén bien. Me siento bien con mi papá y con mi hermano. Mi padre es muy estricto en hacer las cosas bien, pero aun así me gusta”.
Su camino: una hora en bici
Todos los días, a las 4 de la mañana, Alejandro está preparando el atole que vende con sus tamales.
Sube a su bici 130 tamales en un perol; abajo su bracero para que sean, en muchos casos, el desayuno de trabajadores, estudiantes y vecinos de La Paz.
Para llegar a su trabajo, una hora recorre con su bicicleta las principales calles de San Pablo Xochimehuacan, el bulevar Hermanos Serdán y la colonia San Felipe.
“Me gusta mucho vender tamales, siguen consumiéndose. Le agradezco a mi papá»
Fotos: Karen Meza
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