La excepcional posición política que llega a tener durante más de cinco años a partir de febrero de 1812 J. R. Poinsett con José Miguel Carrera, presidente de la Junta de gobierno de Chile, se tambalea cuando éste es fusilado y sus adeptos pierden posiciones. Esto obliga a planear un largo viaje a México, “donde todo será, para él, motivo de crítica, escándalo, disgusto y burla…”, pero ¿cuál es el motivo de este viaje? Se pregunta Cristina Pacheco en la adaptación del libro: “Te odio, México” que prologa las memorias de este personaje, quien fue el primer embajador norteamericano en México.
Ávido de información, el 27 de septiembre de 1822 llega al puerto de Veracruz para iniciar su viaje a la capital del país, pasa por diversas poblaciones veracruzanas y arriba a la ciudad de Puebla. Días después, en La Garita lo detuvo un empleado, muy cortés. “Atribuí, dice Poinsett, esta señal de respeto, a la creencia errónea de que yo era una gente de carácter público, pero en cualquier caso le hubiera rehusado la invitación”.
En la ciudad “fuimos al mejor mesón que se distinguía de los del camino, por ser de dos pisos, más atestado de gente, más ruidoso y, si esto fuera posible, más sucio… Esta inmunda posada se llama El Mesón del Cristo”. Por cierto, es de comentarse que el mesón fue una vecindad ocupada por más de 60 familias y rescatada por el doctor Efraín Castro Morales, secretario de Cultura, con la intención de convertir el edificio, en talleres de adiestramiento para diversos oficios, pero el gobernador Mariano Piña Olaya, lo entregó en comodato a los dueños de los diarios El Heraldo de Puebla y El Heraldo de México. Años más tarde, el gobernador Rafael Moreno Valle desalojó a los comodatarios. Hoy el inmueble ubicado en 8 oriente 216, lo ocupa la Cámara de Diputados.
Desde luego, después de afrontar las incomodidades del Mesón del Cristo, Poinsett se dedicó a visitar la Catedral, la Casa Municipal, las tiendas y a entrevistar a todo el que se dejara para preguntarle acerca de su vida y su gobierno. Sobre esto, dejó testimonio de lo siguiente: “algunas de las personas con quienes he conversado aquí, han querido convencerme de que Iturbide fue elevado al trono por la voluntad unánime del pueblo. Esto apenas lo puedo creer. Que un país, tras de sufrir las consecuencias de un gobierno popular, mal organizado, y después de experimentar durante algún tiempo los horrores de la anarquía, la guerra civil, se refugie en el despotismo, no es raro ni poco frecuente, pero que se conforme con vivir bajo un gobierno arbitrario, inmediatamente después del triunfo de una revolución, me parece lo más extraño”.
Los puntos de vista de Poinsett tenían sustento, pero no despojados de avaricia al conocer que el imperio de Iturbide heredó un vastísimo territorio que se extendía desde la Alta California hasta Costa Rica, sin embargo –como se afirma en la página 98 del Atlas Histórico de México- “su debilidad política le impidió conservar ese inmenso territorio”. Los países centroamericanos decidieron separarse en 1823 para formar las “Provincias Unidas del Centro de América” y las colonizaciones norteamericanas en Texas, estimuladas por los gobiernos del virreinato y por Iturbide se intensificaron a tal grado, que, sentaron las bases para una separación de México, en 1837, y su anexión a Estados Unidos, en 1845. Los antecedentes de estas colonizaciones fueron la venta de la Luisiana a Estados Unidos, por parte de Francia, y la posterior venta de la Florida, por España en 1819.Con la venta de la Florida, la corona española permitió a sus súbditos residentes en esa región, colonizar las extensas y deshabitadas tierras texanas. Con base en esto, Moisés Austin solicitó permiso para establecerse en Texas con 300 familias en el año de 1821. «Estas medidas abrieron la puerta para que los pobladores de origen sajón se asentaran en aquella provincia”.
A las acciones internacionales de irse apropiando del norte del antiguo México, se sumaron informaciones provenientes de J. R. Poinsett, que durante su primera incursión en México dedicó su tiempo a visitar minas, capitales de estados, a entrevistar a personajes importantes de nuestro país y a poner toda esta información al servicio de su patria. Se puede afirmar que Poinsett fue el antecedente de las agencias de espionaje que existen en México, con la complicidad de grupos de derecha que son financiados por Estados Unidos.