Time to pretend es una afamada canción de la banda de rock estadounidense “MGMT”. En ella se describe el prototipo de éxito al que aspiran los “rockstar”, viviendo de prisa en la trama permanente de las drogas, el sexo y la ilusión de la eterna juventud. Con la noción, incluso, de que más vale morir joven y pleno, que viejo y aburrido.
La ironía de la citada canción se encuentra en el desahogo implícito; en el vacío de quien en voz refiere que todo ese aparente éxito del rockstarismo, no es más que una forma de alejarse de sí mismo, teniendo que aparentar que ese falso triunfo es absoluto y reconfortante. Aun siendo una cueva que encubre profunda depresión.
Esos valores aspiracioncitas son propios de cualquier joven. No únicamente de las agrupaciones musicales, sino de todo tipo de contexto (léase la narcocultura: mujeres, dinero y drogas).
Al superar la barrera de los veintes, y aproximarse a la joven adultez, diáfanamente se van borrando los espumosos anhelos de la fama y el dinero. La realidad neoliberal solamente oferta precarios trabajos, con escasos descansos y aún más escasa remuneración.
El dique complejo de vencer es el de la “simulación del todo está bien”, el de la sonrisa forzada que obliga a seguir el caminar, aunque los pies sangren en llagas. El de normalizar el estrés, las presiones económicas y el tren de la adultez, que arrolla los pocos respiros juveniles que prevalecen tambaleantes.
Noel era un hombre joven, pero fuerte. Sus 32 años de edad, reposaban en la responsabilidad y la crianza de sus cuatro hijos. Pequeños y fervorosos, por el afecto paternal.
Apasionado por el periodismo y la comunicación, dedicó sus últimos años a la labor gubernamental. Fue titular de la dirección para la atención y defensa de periodistas y defensor de derechos humanos, de la Secretaría de Gobernación. Curiosa situación, siendo apasionado del periodismo, tenía la labor y responsabilidad de defender al gremio.
Fue un conductor excepcional. Hábil con el manejo de las curvas e inmejorable ambientador musical. Siempre tuvo el soundtrack idóneo, para cada viaje de carretera. Era un experto para “volarse” las casetas. Pasando pegado a los trailers que estaban frente, esquivando los cobros de las plumas y las pistas. Cuantas risas y cuantos ahorros nos otorgó su habilidad robinhudsera.
El último viaje, previo a su fallecimiento fue a Veracruz. Me acompaño en uno de los trayectos más inquietantes y largos que he vivido, siguiendo la carretera.
Llegamos a buen puerto y volvimos a buen destino. En plenitud, con mi amigo y la mujer que tantos insomnios me ha convidado; en el sueño de sus ojos esmeralda.
Noel falleció recientemente, absorbido en un aura de interrogantes.
Quizá de sonrisas forzadas.
De convencerse así mismo que todo estaba bien. De convencerse, de que aún no estándolo, él debía sonreír, aparentando que sí.
Descansa en paz, querido hermano. Gracias por el ánimo, por el afecto y la solidaridad.