Autor/a Franziska Heinisch
Traductorxs Daniela Santalla and Hector Herrera
Las empresas multinacionales de la industria automotriz, como Bosch, dicen tener que despedir trabajadorxs en la transición a la e-movilidad, que requiere menos mano de obra. En realidad, quieren trasladar la producción a países de bajos salarios para salvaguardar las ganancias.
“Esto es una catástrofe», dice Giuseppe Ciccone delante de «su» planta en Múnich durante la jornada de acción del sindicato alemán IG Metall en Bosch. Poco antes había pronunciado un combativo discurso ante unxs 600 trabajadorxs. Desde entonces, la mayoría de ellxs han vuelto a la planta o se han marchado. El presidente del comité de empresa de Bosch en Múnich lleva casi cuarenta años trabajando en la planta local de Bosch. Empezó a los 18 años y todavía hoy sigue allí. La planta y sus empleadxs son una parte central de su vida, «como una familia», dice. Pero, últimamente, en la familia reina un sentimiento de crisis porque está en juego el futuro de la planta.
El año pasado, Bosch anunció sus planes de cerrar su planta de Múnich, que hasta ahora ha sido un centro de producción de motores de combustión, fabricando bombas de combustible y válvulas para motores diésel y de gasolina que ya no se utilizarán en los autos eléctricos. Hace 20 años trabajaban allí unas 1.600 personas, pero ahora sólo quedan unas 260. Aunque en realidad se trata de un sitio bastante pequeño, la lucha de lxs 260 contra el cierre previsto ha llegado a ejemplificar el conflicto de la industria del automóvil y el futuro de sus trabajadorxs.
Transformación desde arriba
En la actualidad, Bosch es el mayor proveedor mundial de la industria automotriz y la mayor parte de su volumen de negocio hasta ahora procede de la tecnología de los motores de combustión. Si quiere mantener su poderosa posición en el sector, la empresa tendrá que transformarse. Para ello, entre otras cosas, tiene previsto trasladar la producción que hasta ahora se encontraba en Múnich. Una pequeña parte iría a Núremberg y el grueso a República Checa o Brasil, a pesar de que lxs actuales empleadxs pagaron 40 millones de euros entre 2005 y 2017 como parte de un acuerdo de protección del empleo para asegurar sus puestos. Para una empresa que se jacta de que «en la planta de Múnich, defendemos la unión familiar» en su página web, es un enfoque bastante sorprendente.
Planes similares de eliminar puestos de trabajo existen para las plantas de Arnstadt en Turingia y Bühl en Baden. En Arnstadt, Bosch quiere detener la producción por completo y en Bühl se pretenden recortar 1.000 de los 3.700 puestos de trabajo actuales.
La empresa justifica sus planes con la transición a la movilidad eléctrica y la correspondiente adaptación de la estructura empresarial. Anunció su intención de hacer de la movilidad eléctrica su negocio principal y de convertir la movilidad «sin CO2» en una oportunidad de crecimiento. Para ello, la empresa quiere cerrar varios centros de producción y utilizar la reestructuración para ahorrar dinero y recortar puestos de trabajo, ya que la producción de autos eléctricos requiere muchxs menos trabajadorxs que la de los de motor de combustión.
Para Miyase Erdogan, quien también trabaja en la planta de Múnich desde hace décadas, está claro que «esto no tiene nada que ver con los autos eléctricos». Hace tiempo que Bosch quiere trasladar la producción a los llamados países de bajos salarios. El IG-Metall también piensa que Bosch está utilizando la referencia a la transición a la e-movilidad como pretexto para sus planes de cierre de plantas. Las reubicaciones y los recortes de empleo tienen como principal objetivo generar mayores ganancias. De hecho, Bosch ni siquiera quiere dejar de ganar dinero con los motores de combustión, sólo quiere abaratarlos.
Resistencia al cierre
Lxs trabajadorxs de la planta de Múnich se niegan a aceptarlo y exigen que se conserven sus puestos de trabajo. Entre otras cosas, han elaborado una propuesta alternativa para asegurar tanto las instalaciones como los puestos de trabajo en Múnich. Para ellxs está claro que las instalaciones que producen motores de combustión pueden utilizarse para fabricar otros productos respetuosos con el medio ambiente en el futuro. «Si se quisiera, todxs podríamos hacerlo funcionar», afirma Ciccone tajantemente.
IG-Metall inició la siguiente fase del conflicto el 26 de noviembre de 2021 con una jornada de acción solidaria en torno a Bosch. En Múnich, Arnstadt y Bühl un total de casi 2.500 trabajadorxs protestaron por su futuro. La música resonó en la tranquila zona residencial del este de Múnich donde se encuentra la planta de Bosch. Había banderas rojas por todas partes y los discursos combativos salían de un sistema de altavoces. Casi toda la plantilla de Múnich se unió para la concentración frente a su planta. También lxs trabajadorxs de Stuttgart, Nuremberg, Bamberg y Blaibach acudieron a apoyar a sus compañerxs de Múnich. Todxs quienes estaban en las calles de Múnich esa mañana lo sabían: esto es por todxs ellxs.
Las acciones del Grupo Bosch reflejan la reestructuración más amplia de la industria automotriz en Alemania, que se está llevando a cabo desde hace tiempo y que, hasta ahora, se ha hecho a costa del personal. Decenas de miles de personas ya han sido despedidas, Daimler planea despedir hasta 20.000 trabajadorxs y el proveedor Continental también está cerrando numerosas plantas y planea despedir hasta 13.000 empleadxs. El resto se ve obligado a competir por los pocos puestos de trabajo que quedan en el sector de la e-movilidad. «La transformación está en marcha», dice Ciccone. «Y es sólo cuestión de tiempo que le llegue el turno a otras plantas».
Sin embargo, la amplia respuesta a la jornada de acción también le da esperanzas: «Hoy hemos visto que muchas plantas de Bosch y trabajadorxs del IG-Metall se han solidarizado con nosotrxs. Y creo que esta solidaridad crecerá. Tenemos que reforzar la solidaridad una vez más. Sólo así podremos decir a lxs empresarixs que no pueden hacernos esto. Si sólo hubiera habido 250 personas aquí, no habríamos tenido ninguna posibilidad. Pero con la solidaridad de las plantas de Bosch, de lxs trabajadorxs de IGM, de lxs activistas ambientales y de todxs lxs demás que se están uniendo a nosotrxs en este momento, Bosch no lo tendrá fácil. No se trata sólo de 250 personas. Si te metes con 250, te metes con todxs».
Alianza con el movimiento climático
La referencia a la solidaridad de lxs activistas ambientales puede parecer sorprendente al principio. Pero, de hecho, un grupo de activistas climáticxs también hace campaña contra el cierre de la planta y estuvo presente en la jornada de acción.
Tras leer en el periódico sobre el cierre previsto de la planta, empezaron a ir a la puerta de la fábrica para hablar con lxs trabajadorxs. Tras unas semanas de conversaciones, el escepticismo inicial de lxs empleadxs se disipó. Esta rara pero urgente alianza entre el activismo climático y la plantilla laboral de la industria automotriz dio lugar a la formación de un grupo llamado «Protección del clima y lucha de clases». Su argumento es que «la llamada a los despidos para la protección del clima está abriendo una brecha entre el movimiento climático y las más de 800.000 personas que están directamente empleadas en la industria automotriz en Alemania, y está obstaculizando así la lucha común contra la catástrofe climática. No podemos aceptarlo».
Las conversaciones personales ante la puerta de la fábrica dieron lugar a una petición conjunta de los grupos climáticos y lxs trabajadorxs. Sus objetivos comunes son: no a los despidos para la protección del clima –y la transición a la producción ecológica. Una gran mayoría de lxs trabajadorxs firmó la petición porque, de hecho, una transformación integral del proveedor y de la industria automotriz podría no sólo compensar las pérdidas de empleo, sino incluso crear cientos de miles de nuevos puestos de trabajo para apoyar la transición de la movilidad. Sin embargo, la transformación de la industria automotriz no debe limitarse a la producción de autos eléctricos.
Para que esto tenga éxito, necesitamos alianzas más fuertes entre las luchas climáticas y laborales, esto es un hecho en el que los sindicatos, lxs trabajadorxs y lxs activistas climáticxs están de acuerdo.
La transformación de la industria automotriz continuará, eso es seguro. Se trata de que la plantilla laboral tenga empleos seguros y buenos en una industria que lucha por su futuro. Se trata de luchar contra la catástrofe climática que tan urgentemente requiere la transformación de la industria. Por último, también se trata de oponerse a una transformación que beneficia a las empresas a expensas del medio ambiente y de lxs trabajadorxs. Si la cuestión climática se toma en serio como una cuestión de clase, necesitamos más alianzas de este tipo. El ejemplo de la alianza entre el movimiento por el clima y lxs trabajadorxs de Múnich ofrece una respuesta que ya debería haberse dado a la pregunta de cómo se pueden liderar las luchas en la industria del automóvil si se mantienen hombro con hombro y, lo que es más importante, muestra cómo puede tener éxito la organización conjunta.
Ciccone y todxs quienes acudieron ese día no han perdido la esperanza en el futuro de la planta de Múnich. En su discurso, prometió que él y sus compañerxs de lucha se encadenarán a las máquinas si es necesario. Para él, para lxs trabajadorxs afectadxs de las plantas de Bosch y para muchxs trabajadorxs a lo largo de las cadenas de producción y suministro de la industria automotriz, la lucha continúa y eso es igualmente cierto para el movimiento climático. Por eso, al nombrar a su grupo «Protección del clima y lucha de clases», ciertamente no prometieron de más.
Franziska Heinisch es activista y autora. En otoño de 2020, fundó la organización Justice is Global Europe con otrxs activistas. En mayo de 2021 publicó el libro “Wir haben keine Wahl. Ein Manifest gegen das Aufgeben” (No tenemos elección. Un manifiesto contra la renuncia).
Foto: Cristoph Breithaupt / IG Metall