Los lamentables hechos del sábado, en el Estadio Corregidora en Querétaro, entre los aficionados de los clubes Atlas y Gallos, con un saldo hasta el momento de 22 personas lesionadas, son un elocuente y terrible ejemplo para reflexionar sobre el fútbol como deporte de masas y la violencia en la cual esta inmerso.
El fútbol es un deporte hermoso, apasionante y popular. El fútbol, como dijo Maradona, no tiene la culpa de la violencia, de la ocurrida en Querétaro o de las acontecidas en otras canchas del mundo.
Al calor de los hechos, parece evidente y recomendable vetar estadios, cancelar ligas, prohibir publico, expulsar equipos y demás medidas restrictivas, pero en realidad, si no se analiza de manera adecuada o no se aplican correctamente las sanciones, éstas dañarán al fútbol y a los aficionados. Sería una derrota explícita ante la violencia, porque ante la incapacidad de corregir se elige prohibir. Evadir el problema, en lugar de resolverlo. Sería un enfoque equivocado. Existen experiencias nacionales e internacionales exitosas de como prevenir la violencia en el fútbol y otros deportes masivos.
Internacionales, los cambios que realizó Inglaterra para erradicar la violencia de los estadios después de las tragedias de 1985 y 1989, cuando murieron 39 y 96 aficionados, el primero por la violencia de hooligans y el segundo, por problemas en las instalaciones de los estadios. El informe Taylor, estableció 76 recomendaciones, que fueron la base de los protocolos y guías de seguridad de las principales ligas de fútbol. ¿Cuántas de estas recomendaciones se aplican en México?
Argentina, Brasil, Chile y Colombia, tienen problemas con las barras y la violencia en el fútbol. En Argentina, las barras juegan un papel importante en el estadio, en los negocios y por supuesto, en la violencia. Basta recordar que la final de la Copa Libertadores, previa a la pandemia, entre River Plate y Boca Juniors se jugó en España, por hechos de violencia en el estadio de River.
Pese a todo, las ligas de esas naciones siguen trabajando para reducir a las barras y erradicar la violencia de los estadios.
México ha tenido amargas experiencias. Recuérdese la tragedia del túnel 29 del Estadio Olímpico, en la final del torneo 1984-1985, donde el sobrecupo, la falsificación de boletos y la incapacidad de las autoridades, tuvo un saldo de diez personas muertas y 70 lesionadas. Ahora el estadio de CU es uno de los más seguros del país. La base de ese cambio es la coordinación entre equipos, autoridades universitarias, de la alcaldía Coyoacán y de la jefatura de gobierno de la CDMX; así como, comunicación con las porras.
¿Qué paso el sábado en el Estadio Corregidora? La transmisión del partido por televisión y los múltiples videos en las redes sociales, permite intentar una reconstrucción de los principales hechos de esta trifulca.
Del lado de las autoridades municipales y estatales fue evidente la falta de elementos de seguridad dentro y fuera del estadio; así como la tardanza en presentarse en el lugar de los hechos. Dicen que había más de 600 elementos, en ninguno de los videos se ve su actuación. La rivalidad entre porras era pública. El pleito estaba cantado en las redes, en los primeros minutos del partido se arrojaron bengalas y monedas a la cancha, la seguridad no hizo nada. La presencia de más elementos era indispensable. La seguridad privada del estadio fue totalmente rebasada por las circunstancias.
La Fiscalía del Estado de Querétaro tiene que dar certezas. Por medio de videos de Fox TV y de las redes sociales pueden reconstruirse los hechos. Saber si la violencia fue circunstancial, una acción planeada por una de las porras, una acción concertada o la infiltración de provocadores. Circulan varias hipótesis al respecto.
Se ha dicho que no hay muertos, sería importante conocer la situación de las personas que en los videos aparecen inconscientes o lesionadas. Para demostrar que no habrá impunidad, los agresores e incitadores de la violencia deben ser identificados, aprehendidos y presentados a las autoridades. Además, a esas personas se les debería prohibir el acceso a estadios, tal como lo dice la Ley General de Cultura Física y Deporte.
¿Qué sanciones aplicar? De entrada creo que suspender el resto de la jornada y prohibir que las porras visitantes asistan a los partidos, es una decisión insuficiente, ni para taparle el ojo al macho. Tiene que establecerse una estrategia para poner un alto a la violencia.
Cada sanción, debe responder a un qué, pero sobre todo a un para qué. Por ejemplo, si se decidiera suspender el resto de la temporada, obviamente sería muy fuerte para la afición, equipos y jugadores, sobre todo, porque el fútbol se detuvo casi un año por la pandemia. En la siguiente temporada tendrían que prevalecer una nueva actitud, con nuevos comportamientos, como la eliminación en definitiva de gritos homofóbicos. El tiempo tendría que aprovecharse para mejorar las instalaciones de los estadios y los protocolos de seguridad.
La redes sociales sirvieron para que la sociedad conociera los hechos. También para difundir rumores e insidia. Hubo quien atribuyó la violencia al clima de polarización del país, producto de las declaraciones del Presidente. En el otro extremo, cuentas afines al gobierno afirmaron que los hechos tuvieron como origen los gobiernos conservadores de los equipos Atlas y Querétaro.
No debe haber impunidad, mucho menos pensar que hechos como estos son menores. Hay la posibilidad de poner un alto a la violencia, al menos en este deporte. Eso pienso yo, ¿usted que opina?
La política es de bronce.