Iglesia Católica, conservadurismo político y censura han estancado el debate acerca del desarrollo de los derechos sexuales y reproductivos en el país, dejándolo como uno de los cinco estados en el mundo que se resiste a legislar respecto del aborto.
“Me introduje dos pastillas vía vaginal con un tampón. Las otras dos, me las tomé vía oral”, -detalla “Agustina”, quien pide no ser identificada-. “Me quedé dormida, pero de inmediato mi estómago o útero, no podría decirlo, comenzó a moverse y sentí algo extraño, que luego se tranquilizó. A las 8:00 a.m. en punto comenzó el sangrado. Procuré esperar hasta que se volviera insoportable y fui al baño, como me habían dicho. Allí comenzó un sangramiento que no duró más de media hora. No tenía mucho dolor, era sólo una regla fuerte. De pronto, sentí caer un coágulo de sangre que luego vi que era del porte de una nuez. Ese era el embrión”, recuerda.
Agustina sugiere usar Misopostrol a mujeres que no tengan más de dos meses de embarazo y estén decididas a practicarse un aborto. “Recomiendo que luego vayan a algún consultorio y digan que tuvieron un aborto natural, para corroborar que todo está bien. Es muy común en jóvenes y no pueden comprobar si te hiciste un aborto con pastillas, así que no tienen para qué decir que pasaron a la ilegalidad. Es terrible tener que mentir y sentirse insegura, pero no queda otra en este país”, enfatiza.
El 15 de diciembre pasado se reabrió un histórico debate en Chile respecto a la despenalización del aborto terapéutico. En un proyecto presentado por Fulvio Rossi (PS) y -sorpresivamente- por Evelyn Matthei, militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI), uno de los partidos más conservadores del país, se apuesta a restablecer la posibilidad que, hasta meses antes de que asumiera la Concertación, fue un derecho de todas las chilenas: La existencia de una cláusula legal que permita la interrupción del embarazo cuando ponga en peligro la vida de la madre.
Señalado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) como uno de los cinco países en el mundo que no permite el aborto terapéutico a su población femenina –junto a Ciudad del Vaticano, El Salvador, Malta y Nicaragua-, en diciembre, Chile impactó a la opinión pública mundial con el caso de una mujer de 28 años que acudió a la Justicia para poder interrumpir su embarazo. Claudia Pizarro, que llevaba un feto de 38 semanas que no desarrolló su cráneo ni cerebro, y afectada de una lesión que podía generar un cáncer cérvico uterino, agudizó la discusión política y ciudadana al exigir ante las autoridades la posibilidad de defender su vida.
La polémica tras el caso de Pizarro despertó la furia de los sectores más conservadores. El presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, llegó a amenazar con pasarse a la oposición si el Gobierno apoyaba la iniciativa. Tampoco fue indiferente la Iglesia, que se pronunció desde la Conferencia Episcopal: “Nadie tiene derecho a arrogarse el poder de decidir qué vida merece ver la luz del día y cuál no”. En opinión de los principales representantes de la jerarquía eclesiástica, “las prácticas abortivas son la negación misma de lo que se entiende por un acto médico”.
El testimonio de Claudia Pizarro, quien finalmente fue obligada a parir a su hija que sobrevivió apenas por dos horas, revelaría las bases de una elite política conservadora, que se opone a las diversas alternativas del aborto en pleno siglo XXI, cuando las encuestas reflejan que el 66% de la población apoya la alternativa en casos de salud.
HISTORIA DE PROHIBICIONES
La lucha por la defensa de los derechos reproductivos partió con la legalización de las píldoras anticonceptivas en 1964. Fueron distribuidas por el Ministerio de Salud durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva para “reducir los altos índices de mortalidad causados por el aborto». La iniciativa despertó la crítica de quienes veían en la anticoncepción una forma de manipulación de la reproducción humana.
La autorización para realizar abortos terapéuticos fue ingresada al Código Sanitario en 1931. Para que una mujer pudiera acudir a este procedimiento, debía recibir la aprobación de dos médicos que confirmaran el riesgo de su salud. Sin embargo, dicha práctica sería abolida en septiembre de 1989, a cinco meses de que Pinochet entregara el poder ejecutivo.
Al respecto, Rosa Yáñez, coordinadora del Foro de Salud y Derechos Sexuales Reproductivos, destaca que “durante toda la dictadura -un gobierno tremendamente violador de los derechos humanos-, ese derecho en particular se mantuvo intacto. Curiosamente esto cambia justo antes de la transición a la democracia”.
La prohibición de la experiencia abortiva en beneficio de la madre fue impulsada por el Cardenal José Medina, quien hace poco detalló al diario La Tercera las razones que lo llevaron a insistir en esa postura: “En calidad de vice gran canciller de la Universidad Católica, consulté con médicos de mucha categoría, quienes me dijeron que no había justificación para que se mantuviera una norma así”. Luego, Medina acudió a la Junta Militar, donde su iniciativa fue acogida con particular interés por el Jefe de la Armada, José Toribio Merino. La ley se aprobó meses después y penalizó cualquier intento abortivo, incluso con fines terapéuticos.
Los artículos 342 a 345 del Código Penal establecen los castigos por el delito de aborto. Las penas varían entre los 3 y los 5 años para las mujeres que se sometan a uno, mientras quienes sean acusados de facilitarlo pueden ser condenados desde 541 días a 3 años de cárcel. En la década de los ’90, diputados como Hernán Larraín y María Angélica Cristi enviaron proyectos al Congreso para aumentar las penas de 5 a 10 años, pero no prosperaron.
Estas leyes, ante ojos de especialistas médicos, son incongruentes con la realidad. Si bien no hay cifras específicas sobre el aborto en Chile, el informe de la organización internacional The Alan Guttmacher Institute, de 1994, revela que de 451.800 embarazos, un 35% terminó en aborto inducido. Según el mismo documento, las estadísticas indican que nuestro país posee una de las tasas de interrupción de embarazo más altas de América Latina.
“En este país, recién se vislumbra una conversación acerca del aborto terapéutico, asunto ya zanjado en la mayoría de los países del mundo. Y se llega a eso con, por ejemplo, el caso de Claudia Pizarro, un caso extremo en que estamos hablando de vida o muerte”, señala Elena Gallegos, chilena que se realizó un aborto legal, gratuito y por decisión propia, mientras residía en Australia.
Por otro lado, durante la Concertación se presentarían débiles intentos por modificar la situación respecto a los derechos reproductivos en Chile. El más significativo estuvo marcado por la llegada de la Píldora del Día Después, anticonceptivo de emergencia que aún no es distribuido igualitariamente en todo el país.
En opinión de la jefa programática de la Asociación Chilena de la Protección de la Familia (Aprofa), Paula Barriga, este hecho “tiene que ver con cánones morales que se interponen a la salud pública”. Barriga califica la medida como discriminatoria e injusta, pues “las mujeres con recursos pueden acceder fácilmente a esta y otras alternativas”.
ABORTAR A LA MALA
Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), se producen cerca de 160 mil abortos al año. Los métodos abortivos caseros con base en la infusión de hierbas son de los más utilizados, tales como la borraja o la ruda, que se pueden adquirir en el comercio (ver subtítulo abajo) y su efectividad varía según el organismo de la mujer y el método de preparación. También es conocido el uso de fármacos con alto nivel de eficacia abortiva en los primeros meses del embarazo, como el Misopostrol -también conocido como Misotrol-, que se usa para tratar úlceras gástricas.
Respecto al uso de esta medicina, Verónica Díaz, directora de la organización Católicas por el Derecho a Decidir en Chile -CDD-(ver subtítulo abajo), señala: “Es un buen medicamento que a las mujeres no les hace daño, pero que en el país ya no se vende. Ellas lo compran en el mercado negro y las engañan, en vez de Misotrol les venden aspirina, yeso y otras cosas. Lo único que hacen es perder plata y ganar infecciones”.
El caso de “Agustina” (23) -cuyo testimonio destacamos en los primeros párrafos- fue distinto, todo salió bien. Ella relata que algunas amigas también lo hicieron y fueron quienes la orientaron.
Tal como ella, por generaciones, miles de mujeres han acudido a la clandestinidad para hacer valer su voluntad. Así, si bien hoy la discusión está abierta en el mundo político, la práctica del aborto –al menos el terapéutico- está legalizada en casi la totalidad del globo y esta es apenas una parte de la deuda que el Estado tiene con la salud de las mujeres –que abarca desde el postnatal, el desigual precio entre hombres y mujeres para acceder a planes de salud, la poca educación sexual-, según defienden las organizaciones que están por el derecho a decidir.
LA PLANTA ABORTIVA QUE ROMPE EL CERCO INFORMATIVO EN IQUIQUE
La borraja, hierba que al ser bebida bien caliente y en grandes cantidades tiene la facultad de hacer bajar la menstruación, es uno de los métodos abortivos naturales más antiguos. Por eso, las mujeres de la Asamblea Feminista de Iquique lanzaron una campaña permanente que lleva el nombre de la planta, y que tiene la finalidad de “luchar por el derecho al aborto, que es una línea de acción histórica del feminismo y que tiene una profunda relación con el cuerpo de las mujeres”, según señalaron.
La iniciativa iquiqueña es totalmente inédita en Chile. La organización femenina, en cambio -mediante conversatorios, afiches y mesas informativas itinerantes- ha logrado enterarse de que, por ejemplo, 8 de cada 10 mujeres conocen y/o han usado la borraja para interrumpir embarazos no deseados.
“Es increíble pensar en la cantidad de mujeres que han muerto buscando soluciones concretas a la hora de abortar. Algunos métodos conocidos van desde introducción de palillos y sondas de goma que, como cuentan las abuelas, tenían que llevar por dos días hasta ‘romper la bolsa’ (…) Si bien no tenemos certeza si pueden ser o no asertivos los métodos con hierbas, lo que sí podemos asegurar es que existe un enorme riesgo con los otros métodos”, dicen desde la Asamblea.
De esta manera, el objetivo de la campaña no es incentivar el uso de métodos abortivos caseros, sino de hacer un trabajo directo con hombres y mujeres donde se pueda “compartir experiencias, escuchar testimonios, aportar información y, sobre todo, exigir nuestros derechos”, señalan.
En cuanto a la protección previa al embarazo, Susan Campos, integrante de la Asamblea, afirma que han realizado “un estudio en distintas poblaciones y sectores de la región, donde diferentes mujeres nos contaron que en los consultorios existe un stock restringido de pastillas anticonceptivas y que, además, la decisión de entregarlas depende directamente del criterio de la matrona que asiste a la persona”. De este modo, el aborto es, muchas veces, la única opción para quien que no tiene la posibilidad de comprar pastillas o preservativos en farmacias comerciales.
RELIGIOSAS TAMBIÉN EXIGEN DERECHO A DECIDIR
Si bien es común relacionar el mundo de la religión con corrientes conservadoras y totalmente en contra de cualquier tipo de “atentado a la vida”, lo cierto es que en diversas partes del mundo se escuchan opiniones de creyentes que sí defienden la interrupción del embarazo.
La organización internacional, ‘Católicas por el Derecho a Decidir’ es una de ellas. Compuesta por mujeres con los todos sus sacramentos cumplidos, basan su defensa del aborto (no sólo terapéutico) en los estudios filosóficos de San Agustín y Santo Tomás de Aquino.
El primero, en el Salmo 4°, considera que sólo a partir del día 40 después de la fecundación se puede hablar de persona. Tomás de Aquino, agrega a esa misma idea (Salmo 13) que sólo se debe reconocer al embrión como humano en esa fecha porque es cuando Dios infunda el “alma racional”.
Verónica Díaz, directora en Chile de la agrupación antes mencionada, opina que “el aborto no es un asesinato, sino que es, primero que todo, una decisión que debe ser tomada por la mujer. Lo que se pierde es un feto o un gameto, no una vida humana”.
Para ella, interrumpir un embarazo no corresponde a ningún tipo de contradicción con los dogmas religiosos: “Existen muchas escrituras que mencionan que, en ciertas circunstancias muy diversas, un aborto debe ser realizado”. Además, enfatiza que ellas no quieren “destruir la Iglesia”, y que sólo buscan que las mujeres puedan decidir sobre sus cuerpos.
Una religiosa que también ha puesto fuertemente el acento en el derecho a decidir de las mujeres, es la monja catalana sor Teresa Forcades. Con el argumento: “Lo que es bueno es de Dios, por tanto lo que es placentero es de Dios”. Esta mujer, de 45 años, ha aparecido en diversos medios de comunicación españoles apoyando el aborto y la píldora del día después.
Para ella, que se reconoce feminista y seguidora de la Teología de la Liberación, Dios ha puesto en las manos de las madres, la supervivencia del feto por lo que “mientras éste no es viable fuera de ella, la decisión de abortar es indisociable de la autodeterminación de la madre, de su libertad personal”.
Forcades enfatiza en que hay una relación estrecha entre la vida de la madre y el feto, y que esa vinculación es íntima al extremo de que no es posible intervenir para salvar la vida el embrión en contra de la voluntad de la mujer, sin violar su libertad personal.
Por Mijaíla Brkovic L. y Vanessa Vargas R.
Fotografía: Ismael Muñoz
El Ciudadano Nº95, segunda quincena enero 2011