AKI, República 550: El candado y las telas

El Ciudadano publica un reportaje realizado hace 2 años que da cuenta de la experiencia del Centro Social Okupado AKI, desalojado este martes por una orden emanada del SERVIU


Autor: Mauricio Becerra



El Ciudadano publica un reportaje realizado hace 2 años que da cuenta de la experiencia del Centro Social Okupado AKI, desalojado este martes por una orden emanada del SERVIU. Esta nota fue hecha en un contexto anterior de desalojo y da cuenta de la experiencia de uno de los okupas más importantes que se han levantado en Santiago.

La puerta del Centro de Investigaciones Escénicas AKI está abierta. Junto a la entrada, en el hall central hay talleres de tango, danza moderna, butoh, teatro y tai chi. En una pieza contigua hay un taller sobre Nietzche de la Universidad Libre; en el subterráneo hay tres bandas ensayando en distintas piezas, una biblioteca abierta, talleres de fotografía, serigrafía y stencil. En el segundo piso el laboratorio hacker hace pocos meses estrena cuatro ‘tarros’ conectados a internet;  al lado funciona el taller de máscaras. En el patio algunos practican tela y los viernes distintas compañías de teatro presentan su trabajo. Más de 300 personas -jóvenes y ancianos- entran y salen a diario de la casa AKI, ubicada en República 550, dando vida desde hace 2 años a 25 talleres. Todo gratuito y por estos días esperando el desalojo pedido por el Serviu Metropolitano, institución propietaria del lugar.

Una ampolleta de 60 watts iluminaba desde una esquina el salón durante la última asamblea. Poco más de cien participantes de los diferentes talleres se juntaron a recibir la noticia de que desde esa noche (2 de Julio) debían estar fuera de la casa. El gobierno ganó la demanda por usurpación de espacio y la casa debe volver a estar abandonada como lo estuvo por casi 10 años. Nadie quiso irse. Esa misma noche se puso candado a la reja luego de dos años abierta y se soldaron las puertas. Un grupo adentro y uno afuera de apoyo esperan la llegada de la policía y defenderán el espacio okupado. ¿Cómo? -preguntó alguien. Con arte, respondieron.

UNA CASA VACÍA

La casa fue construida en 1923 por el arquitecto Josué Smith Solar para pasar sus últimos años en el barrio República. Antes había diseñado el Palacio Alessandri, la Universidad Federico Santa María, el Club Hípico, el Hotel Carrera y algunas casas en Santiago y Zapallar, la mayoría demolidas. La casona cuenta con tres pisos y subterráneo y a su muerte pasó a propiedad del Estado. Un tiempo fue embajada, luego pensionado de la Universidad de Chile y durante la dictadura la DINA se quedó con ella, utilizándola como centro de tortura.

Ya en democracia el Ejército devuelve la casa a Bienes Nacionales, institución que no se hace cargo de ella por el costo de mantenerla y, pese a que la institución está imposibilitada de vender propiedades, la traspasa al Serviu para que la venda, repartición que mantuvo en abandono absoluto la casa hasta que fue abierta por cuatro jóvenes el 2005.

Alex, uno de los pioneros, cuenta que abrieron la casa porque «hacer teatro en un sistema capitalista requiere dinero para ensayar, difundir y poder mostrar una obra. Eso produce la necesidad de tener un espacio, habitar uno o construirlo sin que funcionara en esos términos». Primero okuparon una casa en Avenida España y luego entraron en República 550, donde inauguraron el Centro de Investigaciones Escénicas AKI. Adrián, uno de los gestores del proyecto, cuenta que «esto partió en la escuela de teatro, cuando un colega armó un proyecto en el ramo de Gestión Cultural. Luego, al egresar nos enfrentamos, como todos los artistas, a todas las necesidades para poder desarrollar tus proyectos: debes arrendar espacios para ensayar o que tienes que pagar para poder mostrar algo. Los proyectos artísticos mueren por dinero. Existía la necesidad de un espacio y buscamos la forma de solucionar aquello; postulamos a proyectos, buscamos mecenas, en fin, muchas cosas y no conseguimos nada».

Adrián, añade que «al día después de haber okupado la casa fuimos al Serviu a presentar nuestro proyecto. Nos trataron como delincuentes y, como no pescamos sus amenazas, llegaron a ofrecernos 3 casas a los primeros okupantes para que dejáramos el AKI. No les aceptamos su oferta».

ESCOMBROS

«Lo primero fue limpiar el salón para iniciar las funciones regularmente -cuenta Adrián, eso permitió dar cuenta de que en la casa algo pasaba y abrimos las puertas pro primera vez». La casa olía a abandono, la humedad corroía los muros de piedra y las terrazas estaban taponeadas con escombros. Les tomó un año y medio sacar toda la basura acumulada, mientras reparaban las instalaciones eléctricas, destapaban los baños e iban abriendo las piezas que posteriormente albergarían los talleres.

A medida que comenzaban las clases de danza butoh, teatro, maquillaje, escenografía, telas y tango fue pensándose la idea del espacio que se estaba abriendo. Alex cuenta que «AKI se propuso proporcionar un espacio de encuentro social y para generar un cuestionamiento respecto al ser humano dentro de la sociedad, promoviendo el apoyo mutuo como vehículo de entendimiento y de convivencia humana. También apostamos trabajar la autogestión como medio económico, generando así una forma de expresión artística sudamericana y popular».

Adrián cuenta que «la condición de okupar existe desde que somos seres humanos, la posibilidad de tener un espacio para desarrollarte, para hacer tu trabajo y vivir ha existido antes de la propiedad privada». Tampoco quieren depender del estado y la respuesta de éste no tardó en llegar: Una querella criminal en tribunales, la que fue denegada al no darse las características necesarias para acusar a los integrantes de AKI de usurpación del bien raíz.

«Nuestra idea es la autogestión. La casa no produce dinero y con apoyo del gobierno tendríamos que empezar a producirlo y todo nuestro trabajo sería fagocitado por el Estado que impone su logo. A nosotros no nos acomoda, no nos interesa tener ese vínculo porque nosotros mismos hemos levantado esto». Adrián agrega que «buscamos la no flojera, la autogestión y la autonomía. No tengo que estar esperando que me solucionen el problema. Si tengo un problema tengo que solucionarlo, si postulo a un Fondart y no me lo gano, no vamos a dejar de hacer nuestra obra; si nos faltan materiales, los buscamos o los armamos de algún lado. En vez de preocuparme, tengo que okuparme».

AUTOGESTIÓN

Poco a poco llegaron artistas y cultivadores de diversas disciplinas que fueron montando sus talleres. Adrián confiesa que «se ha ganado en gestión cultural y en el como armar un proyecto con voluntades; en cambio, aceptar la injerencia del gobierno nos condicionaría a repetir al interior de nuestra organización la lógica de los organismos de gobierno. Habría que replicar sus reglas y formas piramidales de organización, que acá no corresponden».

Los talleres funcionan  a cambio de un trueque a favor del mantenimiento de la casa. En el diario mural suelen aparecer peticiones de escobillones, cera, cloro o alimento para perros, ya que hay 3 guardianes de la casa. Todos los días afuera se ofrece la cartelera del día. A veces hay un mago o una muestra del taller de tango o un hackmeeting (encuentro de hackers), como el celebrado en julio de 2006, o una cumbre de graffiteros, como la de septiembre del mismo año. «Varias cabezas piensan mejor que una es el axioma de nuestro trabajo, por lo que preferimos la organización horizontal, sin jerarquías de poder, la que en estos 2 años nos ha posibilitado tener un buen funcionamiento»- cuenta Adrián.

Y de veras que lo han logrado, porque hay días en que han entrado más de 500 personas en la casa, siendo la envidia de centros culturales que tienen sus aulas vacías. «Estos 2 años, a modo personal, me han pasado muchas cosas, esto de crecer personalmente es maravilloso; a modo de proyecto, AKI ha crecido demasiado y constituimos ya un movimiento social» – cuenta Henry, del taller de máscaras.

No solo llegan jóvenes. Una de las más entusiastas es Gemy Herrera Allende, ayudante taller de tango, asistente social, Magíster en Trabajo Social y alguna vez directora de Desarrollo Comunitario en una municipalidad. «Mi hija participaba acá y yo le decía que cómo era eso de irse a tomar un lugar ajeno, que eran puras tonteras. Pero en un momento de depresión se me ocurrió meterme al taller de tango y los chicos me contagiaron el sueño. En AKI he aprendido a ser gestión cultural, dirección escénica y trabajar la producción de una obra. Claro que me costó al principio eso del trabajo lineal y sin jerarquías. A la larga fue un gran aporte a mi vida esta capacidad a partir de nada, lo que hace darte cuenta de que lo tenemos todo si es que tenemos la fuerza interior y las ganas, antes que las cosas materiales. Es real, no es consigna: Acá el pueblo hace arte para el pueblo sin platas de por medio»-comenta. En el taller de tango participan 30 personas, siendo el más pequeño de 13 años y el mayor de 86.

«La casa tiene vida, te enseña cosa. Yo no le pego para nada al dibujo y aquí me ves haciendo stencil, que es una técnica para mostrar gráficamente lo que tu piensas. Cada día que estoy aquí salgo aprendiendo mil cosas, cada día que pasa es más difícil irme de la casa, porque son muchas las cosas que he aprendido»- confiesa Emerson del taller de stencil, que funciona el subterráneo contiguo al taller de serigrafía, en el que participa Natalia, quien comenta: «He participado en los talleres de títeres, pintura, maquillaje, serigrafía y stencil. Termina uno y me meto a otro. La experiencia acá nace de la necesidad de tener un espacio para crear cosas y empezar a trabajar».

Felipe Bustamante, actor a cargo del taller de escenografía, reflexiona que «AKI no tiene ningún tipo de normalización por parte del gobierno. Ellos no saben lo que ocurre acá adentro, no conocen a quienes hacen los talleres; y como no ponemos reglas eso les molesta. Sobre todo que viene gente de todo Santiago a tomar clases acá, a diferencia del vacío de la mayoría de las casas de la cultura, acá llegan a diario más de cien personas». A su juicio el gran valor por el que el Serviu quiere expulsarlos es que «demostramos que se puede hacer cosas sin Fondart ni patrocinios privados; se puede hacer arte gratuito para el pueblo y que ellos mismos puedan mantener a sus artistas populares».

En los subterráneos de AKI suenan a veces baterías y guitarras eléctricas. Allí hay  salas de ensayo habilitadas para las bandas, como Desarme, cuyo vocalista, Cristobal Muñoz, cuenta que «el año pasado me enteré de que existía esta casa y Desarme ensaya desde aquel invierno en AKI. Piensa que cualquier grupo que quiera ensayar tiene que pagar una sala de ensayos y no siempre se puede. Además, esta casa es un espacio libre, lejos de los estándares capitalistas, que te cobran plata por todo».

Un taller que quedó con cosas pendientes es el de máscaras, organizado por Aníbal Peña, de la Compañía Dies Irae, quien cuenta que «en verano me prestaron un espacio para ensayar y yo lo retribuí partiendo un taller de máscaras, al que llegaron 15 personas. Ahora estábamos preparando una muestra para agosto junto a los de teatro, la idea era hacer comedia del arte, y nos llegó esto del desalojo».


HACKLAB Y UNIVERSIDAD LIBRE

Andrés Osorio, profesor de filosofía, participa los jueves del taller sobre Nietzche que congrega a los integrantes de la Universidad Libre. «Esta nació en AKI. Forma parte de este espacio y somos un proyecto no acabado que se construye con los mismos integrantes. Somos una universidad acrática, donde no hay jerarquías, rizomática y virtual»-cuenta Osorio.

La Ulibre partió en verano con un curso de Historia del Arte y mantiene un taller de armado de antenas en La Victoria y luego abriría un Laboratorio de Comunicación Urbana. «La Ulibre es coherente con el proyecto AKI -confiesa Osorio-, ya que no somos mercantiles ni apostamos a ser fagocitados por el Estado. Se trata de sustraerse de esos marcos para poder pensar, crear e intervenir de manera novedosa».

Una experiencia inédita en Chile ha sido el hacklab o laboratorio de hackers. Mantienen en el segundo piso una pieza llena de ‘tarros’ desarmados y pudieron entregar a la casa 7 terminales con internet. Back Spin, uno de sus integrantes, cuenta que «compartimos en AKI y nos alejamos de ese prejuicio de que los computines estamos solos y aislados en una pieza frente a una pantalla; en AKI conocimos a artistas y colectivos y le entregamos al proyecto laboratorios con internet y una biblioteca de informática. Esto no termina con el desalojo, la experiencia la vamos a tener que llevar a otro okupa».

«Llegué  a la casa a través de hackreta, el grupo de hackers y exploradores del software libre -cuenta Serial, otro integrante del hacklab-. Vine una vez con un amigo y el hecho de estar en un okupa le da mucha energía. Nos quedó gustando y con el laboratorio que armamos hemos ayudado a toda la casa; nos hemos hecho amigos con gente de otros talleres, compartiendo ideales… Yo soy más computín, se podría decir, pero estos últimos días, con esta amenaza de desalojo me he compenetrado con quienes están en  otros talleres y he aprendido muchas cosas»


LA ÚLTIMA FUNCIÓN

La última función presentada antes de prepararse para el desalojo anunciado el 2007 fue el monólogo Días de furia o el asesinato de Michel Bachelet, interpretado por el actor Gustavo Gallardo. «Nosotros llegamos acá buscando un lugar donde poder mostrar nuestra obra fuera de los circuitos oficiales. Este es uno de los lugares que no está dentro del establishment, en donde para poder ensayar tienes que arrendar un espacio o pagar auspicios exorbitantes -comenta- Claro, que igual es un poco difícil el cuento de las lucas, ya que somos totalmente autogestionados. En eso estamos: en cómo lograr recuperar lo invertido y tener la opción de poder seguir trabajando en teatro». La obra se presentó luego de una performance y antes de la exhibición de un documental. La casa esa noche del 1 de Julio estaba llena.

Al otro día se decidió cerrar la casa y esperar la llegada de la policía y durante estas semanas se han turnado los grupos para hacer guardia tanto adentro como afuera de la casa. Felipe Bustamante rescata que, pese a la tensión del desalojo, «en AKI hay muchos creadores de distintas disciplinas que nos juntamos. Lo que vas necesitando se va dando; si quieres máscaras hay quienes las hacen, o si necesitas hacer una escenografía o vestuario o tirar la publicidad por internet. Siempre hay alguien en las pieza de al lado que domina un saber. En AKI estuvimos juntos todos los órganos de un nuevo arte, todos los nodos en un solo lado. Eso te permite crear libremente y cosas de buena calidad. El gobierno al cerrar esta casa está clausurando un movimiento cultural que no se da en otra parte de Santiago: acá hay músicos, bailarines, actores, diseñadores, hackers; todo un movimiento cultural que es anti cultura oficial. Por eso buscan terminar con nosotros».

Gemy rescata que «a estas alturas somos más que el Centro de Investigación Escénika, somos un movimiento social. Nuestro gran valor y fuerza es la diversidad absoluta que tu hallas adentro de esto, ya sea sexual, ideológica, generacional o artística. A todos juntos no nos van a parar. Nos pueden desalojar de esta casa quizás, pero nunca nos van a desalojar del sueño. AKI va a seguir vivo en esta casa o en otra. Somos ya un movimiento social, una bola de nieve que no para nadie».

A medida que pasan los días, pasan también patrullas de carabineros cada media hora mapeando el sector. Hay una tensa espera y se recibe ayuda en alimentos y firmas de apoyo. Ya hubo un primer cotejo cuando algunos participantes del taller de telas se colgaron de un letrero en Alameda la última semana de Junio. Esa vez se fueron todos los artistas presos y uno que otro recibió golpes y patadas por parte de carabineros. Esta vez los esperan casa adentro. Telas, máscaras, trajes, pinturas, sombras, teclados y cables serán las armas para enfrentar a un gobierno que quiere volver a poner un candado a la puerta de República 550.

Mauricio Becerra R.

El Ciudadano

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