No hay en Venezuela sólo «cacerolazos» contra el Gobierno bolivariano, como dice El Mercurio, sino una minuciosa asonada golpista preparada de antemano, que hasta este martes había cobrado la vida a siete personas. Nada de esto informa nuestra «prensa independiente».
El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, había desvelado antes de las elecciones el plan desestabilizador, que se ha ido cumpliendo paso a paso:
– Campaña del terror en las semanas previas, con desabastecimiento y sabotajes (similar a la que precedió el golpe de Estado en Chile)
– Advertencias de posible fraude electoral, con llamados a «defender el voto» antes y en especial durante el día electoral
– Desconocimiento de los resultados y convocatoria a actos callejeros nocturnos en todo el país, con miras a crear una imagen de «oposición rebelde» al estilo de Siria.
El resultado ha sido hasta ahora el asesinato de partidarios del Gobierno, el incendio de casas del Partido Socialista Unificado de Venezuela y Centros de Diagnóstico Integral (consultorios de salud gratuita), asi como acoso a funcionarios del Poder Electoral y del Estado.
Los golpistas intentaron ocupar las sedes del canal de televisión estatal VTV, y la cadena latinoamericana TeleSUR, pero fueron repelidos por el pueblo movilizado espontáneamente, en la noche del lunes, y al momento de escribir esto, tenían médicos cubanos secuestrados en un centro de salud.
Esos son los llamados «pacíficos» del candidato derechista Henrique Capriles, activo participante del Golpe de Estado de 2002, contra Hugo Chávez.
Mientras tanto, el presidente Nicolás Maduro ha denunciado que en coordinación con la embajada de Estados Unidos, se ha estado desarrollando un amplio esfuerzo para corromper -con dinero- a oficiales de la Fuerza Armada e incitarlos a sumarse a la intentona golpìsta.
De fracasar en esto, algunos oficiales podrían integrarse a algún tipo de «Ejército Libre», para lo cual han inflitrado en las últimas semanas paramilitares y mercenarios. Exactamente como ocurrió en Siria, para así inventar luego una «guerra civil» y un «gobierno» alternativo que permita la injerencia política y militar desde el extranjero.
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