Autogestión: La utopía posible de la empresa justa

Las experiencias de trabajadores al mando y con ganancias equitativas para todos los estamentos de las empresas han demostrado que se puede hablar de autogestión

Autogestión: La utopía posible de la empresa justa

Autor: Wari

Las experiencias de trabajadores al mando y con ganancias equitativas para todos los estamentos de las empresas han demostrado que se puede hablar de autogestión. Aunque en Chile la dictadura y el modelo neoliberal las aniquilaron en gran parte, hoy siguen existiendo y demuestran ser una valiosa alternativa.

Juan Bustos y Celso Aravena trabajaron por más de 30 años en la fábrica Machasa, de la familia Yarur. Ambos, a mediados de los años 90, tras el cierre definitivo de la empresa, fueron despedidos junto a más de 600 trabajadores, dejando atrás una larga trayectoria como fabricantes de telas. Ante la crítica situación Bustos y Aravena decidieron aunar fuerzas y continuar con el trabajo que habían aprendido desde niños. Junto a 25 ex obreros de la empresa formaron la Cooperativa textil Los Almendros.

Desde 1998, por medio de esta cooperativa pudieron continuar con la fabricación de telas de algodón y lana cien por ciento nacional y, por sobre todo, apelando a la autogestión, lograron instaurar un trato igualitario entre todos sus miembros; tanto en salario como en condiciones laborales y profesionales.

Actualmente trabajan con 60 personas y aunque ambos asumen que han tenido altos y bajos a nivel productivo y en ganancias, orgullosos destacan que durante el periodo de “vacas flacas” nunca han tenido que reducir personal ni mucho menos rebajar beneficios a sus trabajadores.

¿CÓMO SE ORGANIZAN?

Las empresas de trabajadores son entidades autogestionadas que, cumpliendo parámetros democráticos y sociales, buscan desarrollar alguna actividad productiva en beneficio de todos sus miembros y de la comunidad.

Definiéndose como una expresión de las economías sociales y solidarias, estas empresas buscan hacer prevalecer la fuerza de trabajo por sobre el capital, donde existe una adhesión voluntaria de todos sus miembros para conjugar sus intereses en un bien común y así, crear una red de productividad igualitaria para todos.

El aporte que realizan los socios fundadores va desde el capital hasta organizar y trabajar la empresa. Principalmente se identifican como una empresa donde los trabajadores son dueños y mano de obra a la vez, sin embargo, esta condición no es limitante para incorporar a otros trabajadores bajo una relación contractual pero con la condición de tener un trato más igualitario.

En Chile, desde sus orígenes en los años 60, se han caracterizado por experimentar una serie de procesos; pasando desde surgimientos espontáneos, debido a la influencia socialista de Europa, hasta su institucionalización durante los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende e incluso durante los primeros años de la dictadura.

¿POR QUÉ SON TAN POCAS?

Según datos del Departamento de Cooperativas del Ministerio de Economía, a marzo del 2011 existen 232 cooperativas de producción y trabajo vigentes, de las cuales sólo un tercio están activas.

Según Marcos Almonacid, presidente de la Cooperativa San Francisco de Los Andes y ex miembro del Instituto Chileno de Educación Cooperativa (Icecoop), uno de los principales obstáculos que deben afrontar las empresas autogestionadas tiene relación con el financiamiento y el apoyo que pueda brindarles el Estado.

“Para consolidar una empresa, los trabajadores deben aportar su fuerza laboral, pero además deben velar por la productividad y solvencia de ésta, ya sea recurriendo a capitales externos o por autofinanciamiento, y existe poca información y capacitación adecuada entre los socios para realizar ambas labores, lo que en muchos casos los lleva a la quiebra”, argumenta Almonacid.

La Cooperativa San Francisco fue fundada en 1990 en Los Andes por Marcos Almonacid y siete ex trabajadores de la frutícola Campo Lindo de esta misma ciudad. Tras el quiebre de la empresa que los albergó durante diez años, el grupo decidió invertir sus fondos de indemnización en la compra de un terreno para cultivar frutos secos y posteriormente comercializarlos en la zona. Aunque los primeros años no fueron buenos por la grave sequía que asoló al país a principio de los 90, ya a fines del año ’98 sus ventas se duplicaron, permitiéndoles comprar otro campo y aventurarse en la exportación a Perú y Ecuador.

Hoy cuentan con 20 socios más en su cooperativa y, a juicio de Almonacid, “distribuyen las ganancias equitativamente porque valoran el aporte de todos por igual”.

LA EXPERIENCIA ARGENTINA

El caso de la fábrica de cerámicas Zanón, de Neuquén, es valorizado y reconocido como un emblema de la autogestión.

Tras el quiebre de la empresa en 2001, miles de trabajadores quedaron cesantes y sin posibilidad de obtener indemnización, ya que los dueños se declararon en banca rota, así que los trabajadores se tomaron la fábrica, y comenzaron su recuperación mediante una estructura asamblearia y democrática.

Con el tiempo, se formalizaron como una cooperativa de trabajo y, hoy, llamada Fasinpat (Fábrica Sin Patrones) económicamente ha logrado consolidarse. Desde su reapertura, han sido contratados más de 170 nuevos trabajadores y sus buenos resultados también se han reflejado en las diversas acciones sociales que han emprendido.

A nivel mundial, el mayor complejo de cooperativas de trabajo es el consorcio Mondragón, experiencia iniciada en 1956 por el sacerdote José María Arizmendiarrieta en el país vasco. Hoy agrupa a 256 empresas, 85 mil empleados y 7.500 alumnos, y tiene presencia en 19 países.

DATOS

Para formar una cooperativa de trabajo en Chile se necesitan sólo cinco integrantes.

La legalización de una cooperativa de trabajo en Chile tiene un costo aproximado de 180 mil pesos.

Más informaciones: Ciescoop Usach

Por Claudia Pedreros Saá

Fotografía: Oriana Eliçabe/flickr.com

El Ciudadano Nº101, primera quincena mayo 2011


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