A. Daniel Roth entrevistó a Avigail Shaham, una joven israelí, sobre el pasado, el presente y el futuro del sionismo socialista y el kibutz.
Miembros de Hashomer Hatzair participando en manifestaciones por justicia social en Tel Aviv (Por A. Daniel Roth)
-¿Qué haces? ¿Por qué te identificas como “shomeret” (integrante del movimiento Hashomer Hatzair)? ¿Qué atractivo tiene para vos?
-Mi nombre es Avigail. Nací y me crié en Jerusalén, rodeada por personas buenas e inspiradoras. Entre muchas otras actividades en mi infancia y adolescencia, fui parte del movimiento juvenil Hashomer Hatzair, un movimiento sionista y socialista de cien años de antigüedad que creó algunos de los más importantes fundamentos, estructuras y cultura de la sociedad cooperativa en Israel. Cuando egresé de la escuela secundaria, fui voluntaria en un año de servicio dentro del movimiento, durante el cual mis amigos y yo trabajamos como educadores en centros del movimiento juvenil a lo largo del país, y creamos para otros jóvenes la experiencia única del movimiento: la experiencia de una comunidad juvenil autónoma, creativa y liberadora dentro de la cual uno formula su personalidad a la luz de grandes ideas y a través de discusiones sociales y contemplación mutua. Mientras lo hacíamos, nos dimos cuenta de que éramos shomrim y shomrot en nuestro carácter [identificándose verdaderamente con los ideales del movimiento]. Nos dimos cuenta de que la ideología y la cultura del movimiento eran una brújula central para nosotros al evaluar nuestras acciones y comportamiento y al elegir nuestro rol y camino en el mundo. Queríamos continuar siendo shomrim y shomrot, y crear un recorrido de vida que expresara la esencia del movimiento.
Hoy, casi 12 años después, vivo en un grupo comunal [conocido como “kvutzá”, que significa “grupo” en hebreo] en Guivat Haviva, con muchas de las personas con las que comencé este camino en aquel entonces. Somos educadores y activistas sociales, trabajando en ámbitos diferentes de la sociedad israelí para promover la justicia social, la cooperación, la paz y el humanismo, y ofreciendo alternativas para las estructuras sociales y paradigmas existentes.
Trabajo como abogada especializada en derecho laboral y trabajando en pos de los derechos colectivos de los trabajadores así como por la igualdad de la mujer en el lugar de trabajo. Participo en diferentes iniciativas dentro del movimiento, como acción política y proyectos de desarrollo de sindicalización de base, y en los procesos internos de dar forma a la sociedad “shómrica” adulta [que refleje los valores del movimiento].
-¿Qué es una kvutzá? ¿Cuál es su objetivo?
-La kvutzá íntima es una forma de vida en comuna que busca liberar al individuo y darle fuerza para actuar de forma creativa en el mundo para conseguir un cambio positivo. La creencia subyacente de la vida en kvutzá es que la presencia de otros es clave para la libertad del ser humano; la idea de que lo que nos impide expresarnos en el mundo es la soledad, la alienación y la competencia; que necesitamos pares cercanos a nosotros que nos quieran y vean la bondad que tenemos para que podamos creer en nosotros mismos y nos atrevamos a crear las cosas que soñamos; que nuestro encuentro con otros nos permite reflejar los procesos personales y obtener inspiración de ellos para progresar en esos procesos; que la acción colectiva es siempre más efectiva, significativa y placentera que la acción individual, y que el mundo se cambia a través de movimientos y no de personas. Por lo tanto, la kvutzá es la unidad nuclear de nuestra estructura social alternativa, y la afiliación inicial de los integrantes del movimiento.
-¿Cuáles son las características que definen el kibutz clásico? ¿Qué pasó con el movimiento kibutziano clásico? ¿Fracasó? ¿Qué atributos consideras importante para tomar de ese modelo?
-El kibutz clásico es una forma holística de vida socialista, que históricamente es quizás el modelo más radical de vida comunal creada en la cultura occidental. Es un intento de concretar las ideas del socialismo utópico y el sionismo espiritual. Hashomer Hatzair estableció 85 kibutzim [el plural de kibutz] dentro de un total de aproximadamente 270 que fueron fundados en Israel desde la década de 1920. El kibutz es caracterizado como una comunidad de trabajo (tradicionalmente de trabajo agrícola en un ambiente rural) que lleva a una vida interna rica y vibrante de discurso ideológico, creación cultural, participación política y procesos internos de educación. Es una unidad económica colectiva que implementa la igualdad basada en el principio de “de cada quien de acuerdo a su habilidad, a cada quien de acuerdo a su necesidad”.
El movimiento kibutziano contribuyó a la construcción de la sociedad israelí de forma inconmensurable, en campos como el asentamiento, la educación, los sindicatos, la seguridad, la cultura, la producción, y más. Este movimiento atravesó una crisis profunda, comenzando de forma notable en la década de 1980, a medida que la política israelí se alejó de su liderazgo tradicional socialdemócrata y basado en el Estado de Bienestar por un liderazgo capitalista neoliberal. Dentro de esta crisis, muchos kibutzim optaron por procesos de privatización y se alejaron de muchas de las ideas fundacionales y esencias que caracterizaban a la vida kibutziana. Los motivos de la crisis del kibutz son varios, tanto externos como internos.
Nuestra creencia es que el kibutz no fracasó: su esencia es tan relevante hoy como antes, si no más, y lo que fracasó (o fracasó en parte) fue la forma en la que esta esencia fue puesta en práctica. Por este motivo, nos sentimos comprometidos a tomar inspiración de la magnífica iniciativa del movimiento kibutziano y aprender de sus errores y limitaciones, para encontrar formas nuevas de concretar sus ideas esenciales.
-¿Cuáles son las características que definen a tu kibutz y a tu movimiento? ¿En qué se diferencia y en qué se asemeja al antiguo modelo? ¿Hay cosas que estás haciendo ahora que crees que durarán diez, veinte o cincuenta años en el futuro?
-Hay algunas diferencias centrales entre nuestro modelo y el modelo kibutziano original, que se vinculan a nuestro análisis con respecto a los problemas y desafíos del viejo modelo. Primero, los kibutzim originales eran asentamientos agrícolas en los cuales la mayoría de los miembros ejercían labor física en ramas agrícolas e industriales o tomaban roles internos dentro de la comunidad (como educadores de los niños del kibutz o trabajadores en el comedor colectivo o lavadero); por otro lado, el trabajo realizado por los miembros de nuestro movimiento se dirige hacia afuera, hacia cambiar la sociedad y educar a amplios sectores dentro de ella. La gran mayoría de las comunas están ubicadas en ciudades, a menudo en barrios céntricos y de trabajadores, y aspiran a crear conexiones con comunidades locales, encarar sus necesidades, educar dentro de ellas y actuar en cooperación con ellas. En vez de pioneros clásicos en el frente agrícola o territorial, los miembros del movimiento hoy somos pioneros en lo social, lo educativo y lo político.
Otra diferencia central es que nuestro modelo está basado en la kvutzá íntima y no en una comunidad grande. Esto es porque creemos que la forma de vida comunitaria y el compartir requieren relaciones directas y el diálogo continuo entre pares, y un espacio para el liderazgo y la influencia para todos los miembros de la comunidad. Mientras que en el kibutz clásico la vida comunal era manejada en un formato establecido, administrada por reglas escritas y comités representativos, nuestros grupos creen que cada persona debe participar en las decisiones y los dilemas vinculados al estilo de vida comunitario y que debemos reformular constantemente las formas y el contenido de nuestra vida comunitaria para que correspondan a los deseos, necesidades y creencias individuales. Por esta razón, elegimos un modelo de comuna entrelazada, en el cual, a diferencia de un nivel comunitario más grande, nuestro intenso compartir está basado en una unidad íntima más pequeña, capaz de conversar y mantener relaciones cercanas y personales. La unidad íntima existe dentro de círculos más amplios de la vida comunal, que también tienen elementos de la vida dentro del movimiento, como misiones [iniciativas educativas y activistas], cultura, ubicación geográfica o economía en grados variables.
-¿Hay algo judío sobre el kibutz o tu kibutz? ¿Es aplicable este modelo en otros países? ¿Para otros pueblos?
-Sentimos que el movimiento kibutziano, tanto el modelo original como el nuestro, es un fenómeno específicamente socialista, sionista y judío. Obviamente creemos que es un modelo deseable y aplicable para cualquier ser humano, sin importar la religión o la nacionalidad. Y de todas maneras, la cultura, la lengua, y la conciencia histórica de nuestro movimiento es judía, dentro de otras características.
Entendemos al judaísmo como un movimiento social antiguo dirigido por una fuerte noción de solidaridad y comunidad. Los antiguos textos judíos contienen algunos de los más antiguos principios y normas de bienestar humano en la historia humana; los ritos del ciclo de vida judío se centran en la idea de recibir la responsabilidad social y obligación hacia la comunidad; la cultura y el legado de las comunidades judías de la Diáspora es de una inseparable conexión entre el individuo y la comunidad y de profundos códigos de contribución personal y empatía; la mística judía enfatizó la conexión inherente entre la redención personal y la redención colectiva [conocidas en el movimiento por los términos hebreos “Tikun Adam” y “Tikun Olam].
El kibutz original ha sido comparado al estilo de vida jasídico; históricamente hablando, el movimiento estableció kibutzim a raíz de la creencia de que son la mejor manifestación de una existencia judía liberada, como parte de la revolución sionista, y debido a la aspiración de poner en práctica valores judíos y principios perdidos en las condiciones de la Diáspora. De la misma forma, nuestras comunas hoy ponen en práctica la cultura judía, estudian textos judíos y crean costumbres originales alrededor de las festividades y conmemoraciones judías, que obtenemos del antiguo acervo cultural judío agregándole nuestra contribución original. La terminología formativa y los contenidos educativos están basados, entre otras cosas, en fuentes y conceptos de la historia judía y la filosofía sionista.
Habiendo dicho eso, la vida comunitaria es una idea humanista y socialista, y en ese sentido es universal, y debería ser puesta en práctica por todos en todo lugar.
-Algunos críticos han afirmado que los kibutzim comenzaron como experimentos anarco-socialistas para liberar a los judíos de la opresión capitalista, pero pronto se convirtieron en comunidades “étnicas” exclusivas, y herramientas de un Estado que buscaba apropiar tierra. ¿Es eso verdad? Si es así, ¿cuál es el valor de este modelo? Si no lo es, ¿cuál es la forma “correcta” de ver al kibutz en la historia?
-Oy, eso es demasiado académico como para que pretenda responder. Obviamente, la respuesta es muy compleja y los kibutzim son un fenómeno amplio con muchas variaciones y diferencias.
¿“Experimentos anarco-socialistas para liberar a los judíos de la opresión capitalista”? Sí, y también para liberar a los judíos de la decadencia espiritual, complejos de victimización históricos y el desamparo colectivo.
“¿Comunidades “étnicas” exclusivas?” ¿Exclusivas? Sí hasta cierto grado. El kibutz clásico es una comunidad bastante cerrada, con una interacción limitada con la sociedad en general. Aunque debemos tomar en consideración que cuando un grupo de personas tiene un lenguaje común muy profundo, un conjunto de valores y en una cultura, es difícil entenderlo en su totalidad y participar en él, y no se puede esperar que las comunidades intencionales preserven un bajo común denominador con el fin de ser más “comunicativas”. No olvidemos: el movimiento kibutziano absorbió más personas recién llegadas que cualquier otra comunidad en Israel, y realizó grandes esfuerzos para ofrecerse como hogar para diferentes poblaciones recién llegadas al país.
¿“Étnicas”? Eso sería una afirmación injusta. Los kibutzim eran, en mi opinión, comunidades tolerantes, liberales y anti-racistas que luchaban por la paz y la justicia. Que los miembros hayan sido mayoritariamente judíos no lo hace una comunidad étnica, si se apunta al sentido exclusivista del término. Así como tiene sentido que una familia aspire a ser parte de una misma cultura, legado y lengua, también tiene sentido que esto suceda en una comunidad intencional, que es en muchas formas una versión extendida de la familia.
¿“Herramientas de un Estado que buscaba apropiar tierra”? Los kibutzim se fundaron en lo que serían las fronteras del Estado de Israel, en parte como un mecanismo para asegurar esas fronteras y hacerlas realidad. No creo que hayan sido una herramienta; más bien creo que lo hicieron porque se identificaban con el proyecto, esté o no de acuerdo uno con el mismo. Eran parte del proyecto sionista de proteger las fronteras delicadas del nuevo Estado y defender su población. Lucharon voluntariamente en el frente nacional y no sólo en el frente social, y lo hicieron a través de la contemplación, un discurso moral y equilibrios delicados.
Para ser claros, Hashomer Hatzair nunca buscó asentar en los territorios ocupados por el Ejército de Israel durante las guerras, incluyendo los Altos del Golán. Hasta hoy no hay ningún kibutz de Hashomer Hatzair pasando la “línea verde”.
¿Otros kibutzim establecidos por otros movimientos? Les dejo a ellos la tarea de responder.
-¿De qué revolución eres parte? ¿Cuál es el mundo que imaginas? ¿Es realmente posible?
-¡Es una pregunta bastante amplia! Soy parte de una revolución contra la alienación moderna, el cinismo y la soledad. Soy parte de una revolución en contra del capitalismo neoliberal y la cultura del imperialismo económico y la explotación.
Soy parte de una revolución en contra de la percepción distorsionada del significado de ser judío y sionista tan común en la sociedad israelí de hoy. Soy parte de una revolución en contra de la fragmentación de la sociedad y la destrucción de estructuras y nociones colectivas.
Soy parte de una revolución del espíritu humano, que se rebela en contra de la desesperación y el desamparo del individuo atómico. Soy parte de una revolución de solidaridad, de intimidad y de unidad, que cree en que el estar juntos fortalece al individuo y le permite concretar su humanidad y realizarse.
El mundo que imagino es un mundo en el cual los códigos de todas estas revoluciones son los códigos formativos en la base de la política pública, la educación general y las normas formales. Es una visión a lo lejos, pero lo que nos permite continuar esforzándonos hacia ella sin perder esperanza es que nuestra revolución, en muchas formas, es ya una manifestación de este futuro.
Como decimos en el movimiento:
«!החברותא שלנו אינה רוצה במהפכה, היא הינה המהפכה»
(¡Nuestra comunidad no aspira a la revolución; es ya una revolución!
Por A. Daniel Roth
19/02/2014
(Traducción: Kevin Ary Levin)
Tomado de www.allthesedays.org