«Hacer harto y hablar poco” es el lema no reconocido del establecimiento del proyecto político-pedagógico que se instaló en 2013 en Santiago, siguiendo algunos de los postulados del pedagogo brasileño Paulo Freire.
El grupo de trabajadores y trabajadoras que componen la entidad, afirman, es muy diverso y ahí radica su fortaleza. Ajenos a los grandes discursos, sus propuestas son las grandes acciones. Por ello es que pocas veces salen a la luz pública o la esfera mediática: sus esfuerzos están centrados hacia el interior de la comunidad.
Sin embargo, conscientes de la enorme importancia de comunicar los avances de un proyecto de educación crítica y popular como es el Colegio Paulo Freire, y en busca de entablar relaciones solidarias con otras experiencias similares y/o que se encuentren combatiendo esta sociedad de mercancías e individualismos, hoy realizan una apertura hacia parte de su trabajo.
Educación gratuita y de calidad
Lejos de un slogan publicitario y con la convicción por hacer suya una demanda explícita en las últimas movilizaciones estudiantiles, la organización ha participado de múltiples alianzas y experiencias de construcción colectiva, siempre con el interés de alimentar el espíritu y seguir un trabajo sin descanso de poner todos sus conocimientos (profesionales y no profesionales) al servicio de los más excluidos del sistema educacional: jóvenes y adultos que buscan poner fin a su etapa escolar en un espacio que acoja y valore su diversidad.
Ajenos a la dualidad Estado-mercado que parece apresar mediante la administración municipal o empresarial a la institucionalidad educacional, su calidad educativa se hace evidente en las listas de espera por matrículas con que inician cada año escolar o por el compromiso de ex estudiantes que continúan vinculados al proyecto mediante, por ejemplo, la coordinación de talleres. Por supuesto, ésta no es medible en pruebas estandarizadas ni tampoco con un puesto en algún ránking.
Convicción, solidaridad y autogestión para la transformación
Los primeros días del Colegio Paulo Freire, cuando se llamaba Instituto popular de humanidades y ciencias del sur Arrabal y el lema era Educar para re-pensar y transformar, se caracterizaron por constantes discusiones político-ideológicas y pedagógicas, cuestionando todo, obligando al re-pensar, siempre en la constante búsqueda de la transformación. De ahí los profundos cimientos, consistentes en estar siempre dispuestos/as a cambiar de opinión, a abandonar los dogmatismos y dejarse llevar por la inquietante deriva del cuestionamiento permanente, con el único objetivo de enriquecer sus prácticas, creciendo como seres humanos y como organización.
No confían en una sociedad donde todo puede ser calculado en dinero, el poder manda, el éxito tiene cara de hombre, blanco, heterosexual y europeo, y la educación no es más que un instrumento para reproducir toda esa maquinaria de sometimiento. En el colegio confluyen quienes comparten este rechazo y combaten los tres grandes sistemas de opresión: el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo.
No exentos de problemas, la claridad de construir educación para la liberación, aseguran, no es mostrar un camino, sino animarse a emprender un viaje, a empezar la búsqueda. Y como el primer campo de batalla y de transformación está dentro de nosotros/as mismos/as, todos/as los/as que han formado parte de la experiencia aceptaron que el cuestionarse, el disciplinarse y el autoformarse juntos/as es una exigencia en la vertiginosa tarea de construir un establecimiento educacional sin un sostenedor, un director o un patrón.
Las contradicciones están presentes día tras día al tratar de que el colegio sea un colegio normal, con todas las rutinas y exigencias que requiere la institucionalidad y, a la vez, sea un colegio distinto, liberador. Por ello, las interacciones curriculares se realizan apuntando hacia la integralidad del conocimiento, replanteando la evaluación de los aprendizajes, tomando riesgos metodológicos con rigor y creatividad, involucrando a las y los estudiantes en la elaboración de los contenidos, saliendo del aula, afirmando la igualdad salarial y horizontalizando la participación de todos/as. Así, todos/as quienes componen la comunidad del Freire son la “entidad sostenedora”.
Nuevos desafíos
Agrupados en una fundación que les permite ampliar el proyecto hacia nuevos horizontes, este año se han propuesto levantar un «Centro de Reflexión e Investigaciones», orientado a generar conocimiento al interior de la comunidad. También están ad portas de la apertura de una escuela básica, cuyas labores también ya han empezado, por lo cual se ha convocado a un equipo de docentes y educadores/as que, en conjunto con la asamblea de trabajadores y trabajadoras, están iniciando un nuevo proceso.
Todo aquel que haya participado de un proyecto educativo conoce que los días más intensos del año son los últimos y los primeros. Los últimos debido a que se comienza todo el proceso de evaluación, donde se replantea todo lo que parezca necesario. Por otro lado, los primeros días del año, antes que ingresen los y las estudiantes al colegio, es el momento de preparar el espacio para que a su llegada exista un espacio acogedor, que refleje el amor que trabajadores y trabajadoras han puesto a todo. Porque independiente del rol que asuman durante el año, ese domingo antes del primer día de clases, todos y todas duermen con sonrisas en las caras y cosquilleos en sus estómagos. ¿Será la sensación de libertad?