Volodia Teitelboim «recogió los materiales en sus mismas fuentes, estudió los protagonistas directos, recogió los escenarios en que se desenvuelve la trama (…) el núcleo de la presente obra se basa en temas y episodios reales», dice el prefacio de su libro «Hijo del Salitre», que narra la historia de la matanza en la Escuela Santa María. Más de 3.500 huelguistas de distintas nacionalidades muertos fue el resultado de la masacre perpetrada por unidades militares aquel 21 de diciembre de 1907.
Recatamos acá un extracto de aquella obra que recoge el sentir de obreros bolivianos frente a la posibilidad de ser asesinados si permanecían en la Escuela. Es la contundente respuesta que dan a su cónsul, Arístides Moreno, quien los llamaba urgentemente a abandonar el lugar.
Vengo a decirles que el que se quede en la escuela, morirá. La muerte llegará a las tres de la tarde (…) No sé qué hora es. Pero todos ustedes deben marcharse en el acto, les dijo el cónsul.
Váyanse, por favor. ¡Partan, por amor del cielo! ¡Párense de una vez! ¡Anden! ¡Salgan! ¡Van a pasar barbaridades, cosas graves aquí! A las tres ¡Apúrense! ¡Yo me tengo que ir al instante! ¡Párense, por Dios! ¡Vámonos!, insistió.
Váyase no más, señor cónsul, fue la respuesta. ¿Pero ustedes…? ¿Ustedes entonces son suicidas?, interrogó. Nosotros con chilenos vinimos, con chilenos morimos, fue la última y contundente respuesta.
Por Daniel Labbé Yáñez