El Liceo Barros Borgoño en Santiago inició hace una semana la autogestión educativa dentro de la toma que se extiende por más de un mes. Clases de materias y enfoques decididos por los propios alumnos, realizadas por profesores externos voluntarios, y la integración de padres y profesores internos, es la respuesta frente a quienes dicen que el movimiento estudiantil pierde fuerza y que con tomas y paros ‘sólo se pierden clases’. La experiencia avanza en Santiago y regiones.
No es fácil liberarse de una dinámica educativa instalada por décadas, donde profesores y alumnos cumplen con las disposiciones emanadas de un escalafón superior, no pudiendo dirigir los esfuerzos de acuerdo a las particularidades de cada grupo humano.
Sin embargo, uno de los caminos que han abierto las paralizaciones y tomas de establecimientos ha sido el necesario minuto de reflexión, evaluación, y puesta en tensión de las formas (y fondos) educativos, y ya surgen ideas que dan una salida participativa y autónoma a las lógicas dominantes en las salas de clase.
Así, algunos alumnos del Liceo Barros Borgoño, más gente ligada a la librería Proyección, al Frente de Estudiantes Libertarios (FEL) y colaboradores externos, iniciaron la semana pasada un proyecto de autogestión educativa que comenzó a trabajar con los 1ºos, 2ºos y 3ºs medios en clases de matemáticas, lenguaje, historia y ciencias, y con contenidos más enfocados hacia la PSU, en el caso de los 4ºos –según el propio interés de los involucrados. Además se impartirán talleres complementarios de temáticas diversas, las que, junto a las clases, serán instancias de aprendizaje, pero también de reflexión y crítica.
Aunque a la toma muchos no asisten por desinterés o por prohibición de los padres, el promedio de 200 alumnos asistiendo a estas clases libres no es menor, considerando el desgaste físico y psicológico de la prolongada ocupación. El Liceo alberga unos 1.600 estudiantes, pero como es una escuela libertaria no puede haber una obligación de asistir. Tan sólo apelar a la conciencia. La iniciativa se ha difundido por las redes sociales y varios son los que han aparecido por las clases.
En una asamblea de coordinación realizada ayer viernes, un profesor colaborador destacaba la asistencia y motivación, comparándola con la de otros colegios. Además, concordaba con los estudiantes en la necesidad de difundir la idea para que sea replicada en otros establecimientos. Ya se sabe de iniciativas similares en el Liceo Darío Salas, en Santiago, y en el Liceo Eduardo de la Barra en Valparaíso.
Entre quienes están potenciando la iniciativa se tiene la conciencia que con esto se puede dar un vuelco al manoseado movimiento estudiantil. “Esto es una patá en la guata al sistema de educación formal”, señala un asistente a la asamblea.
La amenaza de perder el año ronda como un fantasma, pero “si el Ministro dice eso, nosotros le decimos ‘No, nosotros seguimos con nuestro proceso de aprendizaje. ¿No nos cree? Entonces daremos exámenes libres y se lo demostraremos’”, enfatiza otro asistente.
La posibilidad de dar exámenes libres es un derecho que tiene cualquier persona. Y es que los secundarios son, sin duda, el ala más radicalizada del movimiento estudiantil, en el sentido que saben que la pelea es compleja, pero están dispuestos a llevarla hasta las últimas consecuencias.
Y puede considerarse ingenuo voluntarismo o coherencia absoluta, pero lo que está claro es que esta generación formada en la movilización y la toma de conciencia ha creado nuevas formas de practicar la política y hoy se siente con más derecho que nunca de tomar la vida con sus propias manos. Por eso la invisibilización de este sector, opinan los estudiantes.
Alguien plantea el tema de fondo: ¿Cuál es la crítica más recurrente a la hora de las tomas? (aparte de la usurpación de la propiedad): Que se pierden clases. Pero ¿qué ocurre si en la toma se organizan clases libres dentro los parámetros curriculares? Ahí el problema pasa a ser por el control del colegio, que ahora está en manos de los estudiantes. Pasa a ser un problema político, que pone en jaque toda la institucionalidad educativa.
Los jóvenes saben que en su tarea deben integrar a sectores del profesorado interno que estén dispuestos a apoyar y participar. Mal que mal, los profesores también están sujetos a los órdenes de arriba, a cumplir con un programa muy poco flexible, lo que sumado a las rigideces de cada establecimiento y el temor a perder el empleo, se transforma en un corsé difícil de desabrochar.
Por eso están generando momentos de coordinación y discusión con éstos y con los apoderados, “lo que le da un mayor peso político” a la movilización, señala otro asistente. Porque, también –opina una profesora voluntaria- esto puede significar un momento que sirva a esos profesores tradicionales a cuestionar sus prácticas dentro de la sala de clases, y a los padres a superar la brecha generacional e incluso de conocimiento que tienen frente a sus hijos, opina otro profesor.
Las cartas en el Barros Borgoño y otros lugares están echadas. Este lunes hay una asamblea entre diferentes colegios y a la brevedad esperan reunirse con padres y profesores. La experiencia puede significar un nuevo impulso y una vuelta de tuerca al proceso de luchas estudiantiles que hoy se lleva a cabo y, por qué no, la posibilidad duradera de construir en comunidad el espacio al que hubiese gustado siempre asistir a aprender.
Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano
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