Las movilizaciones estudiantiles de las últimas semanas por la recuperación de la educación pública en Chile han tenido su línea más luchadora y adelantada en los estudiantes de la Universidad Tecnológica Metropolitana, Utem. Y el presidente de la Federación de la Utem es Eduardo Salazar, un joven de 27 años, que cursa 4º año de Trabajo Social. Luego de haber estado junto a un equipo de compañeros preparando un documento para la comunidad universitaria hasta las 06.00 horas de la mañana, atiende esta entrevista.
Eduardo habla rápido, pero es riguroso, estricto y cuidadoso en sus palabras. El líder universitario no parece cansado y se da el trabajo de conversar y resolver dudas y entuertos estudiante por estudiante.
-¿Cuáles son las razones profundas de la movilización universitaria y escolar?
-Existe una crisis integral asociada a la excelencia educativa que se imparte. Pasa en el sistema escolar y universitario. Y en la educación superior, se sufre hasta en la privada. Existe una relación inversamente proporcional entre el acceso a la enseñanza y su excelencia educativa. Además influye la preexistencia de movilizaciones anteriores. La crisis de la educación ya es un lugar común para todos los chilenos. Por eso, aunque criminalicen nuestro movimiento, siguen sumándose estudiantes y se gana la simpatía de la opinión pública. Estamos en condiciones de producir un gran paro y movilización nacional. De aquí a dos semanas más deberíamos estar en medio de un paro generalizado, convocado por la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech).
-¿Qué papel juegan en la Confech?
-Formamos parte de la mesa ejecutiva de la Confech, donde se encuentran los voceros de los estudiantes del país.
-¿Cómo te explicas las multitudinarias movilizaciones que han llevado adelante?
-Estamos frente a una nueva generación que se ha desprendido de los traumas de la caída del muro de Berlín. Nosotros estamos formados en una sociedad distinta, donde de nuevo los derechos ciudadanos son fundamentales. El Estado debe garantizar el desarrollo de la sociedad, y en ese sentido las generaciones actuales están protagonizando una reconquista, una recuperación de los derechos perdidos. Y creo que, paulatinamente, en la medida que se establezcan relaciones más fuertes con los movimientos sociales, con los trabajadores, se irán transversalizando las luchas. Ya el 2010, los estudiantes solidarizaron, como no se hacía desde hace muchas décadas, con el movimiento mapuche. Eso marcó un hito contra cierto gremialismo y corporativismo de los universitarios. Hoy se trata también del tema ambiental.
-¿Y por qué no los acompañan los trabajadores masivamente, considerando que la educación es un tema país?
-Muchas generaciones de trabajadores están ligadas a sus propias lógicas y métodos. Y más se agrava con la reducción dramática de la sindicalización (12 %). Cuando el presidente de la CUT, Arturo Martínez, dice que se alcanzará un crecimiento económico de un 6 %, entonces puede decidir no movilizarse porque cree que esos números “chorrearán” a los trabajadores. Por eso el sindicalismo también tiene que renovarse en todo sentido.
EL ESTADO DEL ARTE
-¿Cuál es la radiografía actual de la educación pública?
-Lo que queda de educación pública en la educación superior está financiada por el Estado apenas en un 14 %. Nosotros planteamos que, a prueba de la propia realidad, ya no existe educación pública universitaria. Legalmente son públicas, pero realmente son privadas. Y ello bajo la lógica del autofinanciamiento de las instituciones. Salvo un pequeño centro de formación técnica (CFT) que está en la comuna de Lota. El sistema de educación en su conjunto está privatizado. Y no sólo eso. La dinámica que marca las pautas de la enseñanza es la competencia entre universidades privadas y las llamadas estatales. Y las privadas por ley son mucho más empresariales. Desvían recursos a través de inmobiliarias con el fin de evitar infringir la ley que no les permite tener fines de lucro. Por eso las instituciones públicas han debido subir sus aranceles. Tiene que haber una inversión de proporciones más que sustantivas para la denominada educación pública. Esa es la reivindicación coyuntural central.
-Más allá del tema económico, ¿Qué ocurre con un proyecto de universidad propio?
-El Gobierno tiene un alto sentido de oportunidad. A toda situación desfavorable le saca provecho. Todavía no es adecuado que hoy planteemos el rol del Estado en cuanto a su dirección estratégica sin haber creado las condiciones suficientes para contar con un proyecto de desarrollo acabado. Ello significa crear puntos de encuentro entre las comunidades estudiantiles –estudiantes, funcionarios y académicos-, para arribar democráticamente a una posición homogénea desde la propia autonomía de las instituciones universitarias. Por eso creemos que la democratización de las universidades es otro aspecto fundamental en el corto plazo. Debemos sacar ventaja de la autonomía que ofrece la legalidad y que trasciende los gobiernos de turno.
-El Ggobierno y los poderes los acusan de “corporativistas”, de pelear sólo por beneficios mezquinos. Ellos plantean que en los Centros de Formación Técnica y los Institutos Profesionales se encuentran los jóvenes más pobres del sistema y que, por tanto, a ellos hay que privilegiar.
-Siempre los gobiernos hacen lo mismo con nosotros. Sobre los Centros de Formación Técnica (CFT) y los Institutos Profesionales (IP) –entidades subalternas en la estructura de la enseñanza superior- creemos que el Estado debería asumir una posición consecuente. Legalmente, las universidades del Estado tienen prohibido que impartan carreras profesionales y técnicas. No existe, como en las universidades privadas, un modelo de continuidades de estudio donde se mezclan técnicos con universitarios (licenciados). Entonces, como Utem, nosotros decimos que se nos permita impartir esas carreras para poder tener un horizonte de desarrollo que también contemple esas materias. Eso tiene que ver con un proyecto integral. Además los CFT y los IP son privados; los empresarios toman decisiones educacionales en asuntos que no son de su competencia y con el único afán de enriquecerse. Al respecto, estimamos que existe un plan a largo plazo del Gobierno que está asociado a cuestionar falsamente a las instituciones universitarias, como la nuestra, poniendo en riesgo su acreditación, y crear un nuevo paradigma de acreditación con estándares que imponga que las universidades sean sólo para los sectores más acomodados de la sociedad. De eso de trata la iniciativa del ministro Joaquín Lavín y su Acreditación 2.0. Ella faculta el envío de estudiantes nacionales al extranjero, a Europa y Estados Unidos, extremando las medidas de exigencia. De este modo, las 61 universidades y de las 176 instituciones de educación superior que hay en Chile, se reducirán. Muchas terminarán cerrándose.
-¿Por qué?
-Porque en el país somos un millón de estudiantes en la educación superior y el sistema precisa estrechar el número de entidades para que siga siendo negocio la enseñanza. Es decir, imponer mayor concentración y elitismo.
LA POLÍTICA
-Muchas federaciones estudiantiles están bajo la dirección de militantes de la Concertación o filo Concertación, ¿Qué buscan?
-La Concertación quiere botar a Joaquín Lavín, pero más allá de ese objetivo –que se justifica por su proyecto ideológico asociado al Opus Dei y a volver a la educación una mercancía por completo-, nosotros luchamos por transformaciones sistémicas y estructurales.
LA UTEM
-¿Cuáles son las características particulares de la Utem?
-Aquí respondemos a un momento de reconstrucción del movimiento estudiantil de la Utem que viene de 2007, cuando los movimientos de base de la Universidad derrocamos a un tipo de Federación que funcionaba sobre lógicas verticales y que lo único que hacía era utilizar las asambleas estudiantiles para poder servirse de ellas. Además, esa dirección estudiantil se robaba hasta los dineros. Y me refiero a gente de la Concertación y la Surda. Entonces se vive un proceso donde se desborda la “institucionalidad”, y nos autoorganizados a través de un pleno de presidentes de carrera más horizontal. Luego fuimos a las elecciones, juntando dinero con trabajo, y le ganamos a la Concertación y a la Surda. Nuestra consigna estaba ligada a la creación de un proyecto capaz de trascender los muros de la Utem; integrando la justicia social, la generación de vínculos con sectores populares; y producir crítica y espacios de discusión dentro de la Universidad.
-En el último tiempo han realizado las medidas más audaces…
-Salimos a la calle el 1º de junio con más de dos mil personas. Somos la única casa de estudios que está saliendo con esa cantidad de gente. Y también estamos cuestionando el sistema educativo en su conjunto, interpelando directamente al ministro de Educación, Joaquín Lavín.
-¿Cuáles son las peculiaridades de la Utem, qué los distingue?
-Los estudiantes de la Utem siempre se han caracterizado por provenir de los territorios económicos más empobrecidos. Ello condiciona el sentido de pertenencia con la Universidad: aquí no existe gente que se retira de las carreras, simplemente porque no tenemos posibilidades de ser profesionales en otra parte. Lo mismo ocurre en universidades regionales, como la Arturo Prat, la de Los Lagos, y otras muchas. Por nuestra situación de clase, en la Utem hay estudiantes muy creativos. Por ejemplo, quienes estudian Ingeniería Comercial, si no tienen dinero, venden sándwiches. En la Universidad Católica eso es imposible. Aquí los muchachos tienen un sentido superior de adaptabilidad frente a escenarios adversos, más capacidad de resiliencia, de cohesión. Ello provoca mayor unidad a la hora de organizarse y pelear. Por eso podemos denunciar en sus narices al ministro, a Televisión Nacional de Chile, manifestarnos numerosamente, etc.”
-¿Y económicamente cómo se encuentra la Utem?
-Como también estamos afectos a la crisis de la educación, se produce mucha rabia colectiva. Nosotros recibimos apenas el 5 % del financiamiento estatal. Es el más bajo junto con la Universidad de Valparaíso. Entonces observamos que el Gobierno se ha desentendido de su responsabilidad con nosotros. El mismo gobierno que dice, cínicamente, que tenemos crisis financiera. Las contradicciones del sistema educativo se vuelven mucho más evidentes en la Utem.
-Pero existe una crisis financiera real en la Utem…
-En la Universidad estuvo de rector 10 años Miguel Avendaño, quien abrió sin criterio carreras como Criminalística; generó empresas privadas vinculadas a la Institución cuyo 98 % de sus activos pertenecían a privados y sólo un 2 % iba a parar a la Utem. Y las carreras se impartían aquí, se daban títulos de la Utem, se hacía publicidad con la Utem. ¡Y esto es un fenómeno que la ley ampara! De hecho, junto con el rector, desaparecieron 22 mil millones de pesos (US$ 47 millones de dólares). Y ahora Miguel Avendaño es accionista de la Universidad Bolivariana, donde también está haciendo de las suyas. Él juega con las familias más empobrecidas de este país.
Por Andrés Figueroa Cornejo