Educación superior: chilenito paga doble

La realidad supera a la ficción


Autor: nrojasi

La realidad supera a la ficción. Estudiar una carrera universitaria en Chile es más costoso que cursar estudios en países como Francia, Inglaterra, Irlanda, Noruega o Suecia. En este escenario internacional el sistema universitario chileno se ubica entre los seis más caros del planeta prometiendo un difuso futuro esplendor a los que abandonan el colegio.

Por Nicolás Rojas Inostroza

¿Qué haría usted con 5 millones de pesos? ¿se compraría un auto?, ¿arreglaría la casa?, ¿daría el pie para un departamento?, ¿pagaría un año de arancel en una universidad? Todas las respuestas son factibles, especialmente la última. En Chile hay carreras, específicamente en el área de la salud, cuyo arancel mensual bordea los 500 mil pesos.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define a la universidad como una “Institución de enseñanza superior que comprende diversas facultades, y que confiere los grados académicos correspondientes”. Literalmente así es en Chile, al pie de la letra. Nada de universos, ni espacios del conocimiento. Al parecer todo tiempo pasado fue mejor.

Un poco de historia

Durante la Colonia, la educación en Chile estuvo reservada a los cabildos y a la Iglesia Católica, que operaba algunos colegios y seminarios. En 1622 nació la Universidad Santo Tomás de Aquino que pasó a ser, en 1728, la Real Universidad de San Felipe. Luego de la independencia, se crea -en 1842- la Universidad de Chile. La institución fundada por Andrés Bello tuvo la tuición de todos los niveles de educación en el país. 46 años más tarde, se funda la Universidad Católica, que posteriormente lograría el carácter de Pontificia.

El siglo avanza con rapidez y el sistema educacional chileno se inserta dentro de la normalidad de la región. Las universidades públicas se extienden en el país y proliferan sus sedes regionales. El año 1968 se conoce como el año de la reforma universitaria: fue el tiempo de luchar por una universidad nacional descentralizada, además se modificaron programas de estudio, y se introdujo el “currículo flexible”.

Con el advenimiento de la dictadura, la totalidad de las universidades fueron intervenidas y se instauró la figura del “rector delegado”, enviado desde el gobierno de facto a cada casa de estudios. En 1981, el D.F.L. Nº 1 reestructuró la educación chilena: nacían los Centros de Formación Técnica (CFT) e Institutos Profesionales (IP). Las universidades de Chile y Técnica del Estado, fueron desintegradas con la creación de universidades regionales autónomas.

Empezaban los nuevos tiempos. Las universidades podrían ser privadas, sin apoyo económico del Estado, financiadas íntegramente por sus alumnos (clientes). Las universidades pioneras fueron la Central, Diego Portales y Gabriela Mistral. Hoy existen más de 30 universidades privadas que crecen año a año, produciendo el 72 por ciento del gasto total en marketing publicitario en educación superior.

Con los grandes

Chile por fin lo logró. No se llama subdesarrollo, se dice “en vías de desarrollo”. El país ha logrado aparecer en la misma categoría con países desarrollados en un estudio internacional. Es para sorprenderse, la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD) – que reúne a más de 30 países desarrollados y a algunas naciones invitadas- emitió un informe que deja al sistema universitario chileno como uno de los seis más caros del mundo. Los costos pondrían a nuestro país al nivel de Australia, Canadá, Japón y Corea. Un pequeño detalle: los resultados en los ranking internacionales nos distancian profundamente.

En el caso chileno, el costo promedio de una carrera universitaria es de 3.140 dólares al año (aproximadamente 2 millones de pesos). El país presenta también uno de los mayores niveles de privatización de la enseñanza superior, tanto a nivel de matrícula -el 75 por ciento de los alumnos estudia en una institución privada- como de fuentes de financiamiento. Según el estudio, el 85 por ciento del gasto que realizan las universidades en sus alumnos se financia con el aporte de los hogares. Así, comienza a crecer un sistema económico en torno a la educación donde caben tantas universidades como bancos y financieras.

Entre 1995 y 2004 el gasto total de Chile en educación creció desde un 1,5% del Producto Interno Bruto (PIB) a un 2, según las cifras entregadas en el reporte. Pese a este aumento en el ingreso de dinero al sistema, el gasto por alumno es relativamente bajo, sobre todo si se le compara con este mismo ítem en los países que se ubican en el mismo rango de aranceles promedio según la estandarización de Poder Paridad de Compra (PPP): US$ 7 mil (PPP) aproximadamente en el caso chileno, frente con los US$ 15 mil PPP que invierte el sistema universitario australiano y los US$ 13 mil PPP que gasta Japón.

Plata hay

El Estado debe asumir su responsabilidad esencial en este fortalecimiento, y entre él y sus instituciones deben establecerse las bases de sustentabilidad que proyecten la educación pública”, afirma Víctor Pérez, rector de la Universidad de Chile en una columna recientemente publicada en El Mercurio. Leer estas pequeñas arengas resulta penoso, donde la máxima autoridad de la principal casa de estudios del país le envía señales de humo a una nación que está sumida en otros asuntos “más importantes”. Claramente no hay voluntad de país para volver a tomar a la educación como una herramienta fundamental, como un derecho que el Estado debiera asegurar a todos los chilenos. Desde la irrupción de las universidades privadas, los profesionales se han multiplicado, con ofertas educacionales para todos los bolsillos.

Un dato a considerar es que hace tres años la oferta de vacantes en el sistema universitario, es mayor a los egresados de enseñanza media. En el mundo de la educación privada, sólo cinco universidades concentran el 50% de la matrícula. La oferta y la demanda. Luego de la irrupción de la educación privada el Estado se ha desentendido del tema, dejando la educación a merced de la libre competencia. Basta hacer un poco de memoria y recordar el caso de los alumnos de la carrera de Perito Criminalístico, que no tendrán el campo laboral que les ofrecieron a través de coloridos folletos. ¿Dónde está la regulación?, ¿cómo es posible que se impartan carreras sin futuro laboral y que el Ministerio de Educación no tenga injerencia alguna?

¿Cómo andamos por casa?

Chile posee el menor gasto público destinado directamente a las instituciones públicas. De hecho, es el más bajo de los 41 países para los cuales el programa World Education Indicators de la OCDE y la UNESCO produce información comparable. En cambio, el gasto público destinado a instituciones privadas es alto, aunque menor que el de Israel. Al momento de comparar los pesos invertidos por las familias y el Estado en educación universitaria pública sólo es comparable a algunos países de Asia-Pacífico como Corea, Indonesia y Filipinas.

La vocación versus el futuro laboral. Justamente ésa es la disyuntiva que miles de jóvenes egresados de enseñanza media deben afrontar. La situación no es menor: Pedagogía General Básica, Contador Auditor, seguida de Administración de Empresas, Derecho, Trabajo Social, Sicología, Educación Parvularia, Ingeniería Comercial, Periodismo y Medicina Veterinaria conforman la lista de carreras más saturadas. Pero al asunto no termina con la elección de la carrera. El mercado tiene una sobre oferta de ciertos profesionales, a los cuales les ofrece miserables sueldos y explotadoras jornadas laborales. El Estado mira de lejos con insuficientes intentos informativos como el sitio web www.futurolaboral.cl

Los países desarrollados no poseen elevados aranceles para los alumnos, pues la educación se garantiza como un derecho. Pero no sólo a nivel del primer mundo se aplica esta premisa, aún en gran parte de los países de América Latina persiste el concepto de educación pública donde las posibilidades económicas no son una valla para formar a los ciudadanos del mañana. El caso extraño se genera en Chile, donde los gobiernos que sucedieron a Pinochet no han tenido la voluntad suficiente de poner a la educación pública como un tema central para el desarrollo del país. Si bien la privatización de la educación se inició en dictadura, ya han pasado casi 20 años y los cambios radicales parecen ser una lejana utopía.

Al analizar las cifras, parece vergonzosa la comparación en los valores de arancel entre Chile y países desarrollados. Es preciso señalar que en dichas naciones los impuestos superan ampliamente los que aquí rigen. Pero el problema no es de dinero: Chile tiene más recursos que nunca en toda su historia y no ha tenido la más mínima voluntad de aprovechar esta oportunidad de entregar educación de calidad a todos sus hijos, de regular un mercado feroz y de potenciar un la concepción de educación con sentido público (sea estatal o privada).

Hoy las universidades del Estado están en  retroceso, sus presupuestos son exiguos y deben cobrar elevadas cifras a sus alumnos para poder mantenerse. Eso no es normal, no pasa en los países capaces de proyectarse con inteligencia hacia el futuro. Por desgracia, la inercia ha podido más y nuestra situación parece ya estar clavada en la categoría de lo normal e incuestionable.

Alguna vez le oí decir a alguien que el himno nacional debería ser El baile de los que sobran. Bajo esa lógica, el eslogan del escudo nacional perfectamente podría ser “se paga en cómodas cuotas”. Y si alguna trasnacional nos formula una buena oferta, le hacemos un precio especial por el huemul y el cóndor: 6 cuotas precio contado.


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