Poco a poco, el protagonismo de las cooperativas agropecuarias cubanas aumenta para bien de la salud de la economía, urgida de formas de gestión más dinámicas y eficientes en su propósito de configurar un modelo socialista sustentable.
En la agricultura, este tipo de organización ha demostrado que es capaz de dinamizar los procesos productivos y de comercialización, a la vez que diversifica y consolida servicios estratégicos para un sector llamado a sustituir importaciones e incrementar los rubros exportables.
En Cuba existen hasta la fecha tres tipos de cooperativas: las de Créditos y Servicios (CCS), en las que los asociados mantienen la propiedad individual sobre la tierra, pero se integran con el objetivo de contratar servicios y hacer trámites, por ejemplo, solicitar créditos.
Las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) resultan una modalidad de la socialización, mediante las cuales los campesinos unen voluntariamente sus tierras, las cuales, junto a otros activos, conforman un patrimonio común.
Por último, están las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), integradas por obreros de las empresas estatales a los que se les entregaron tierras en usufructo gratuito y se les vendieron las instalaciones, equipos y animales en condiciones ventajosas.
De acuerdo con el Lineamiento 180 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobada en el VI Congreso del PCC [Partido Comunista de Cuba], es necesario lograr la autonomía de gestión de las distintas formas de cooperativas e introducir de forma gradual las cooperativas de servicios en la actividad agroindustrial a escala local.
Según estudios recientes, la tendencia será a incrementar las CCS en la medida que disminuyan las CPA y las UBPC. Una tesis doctoral defendida en enero de 2011 confirmó que mientras han desaparecido 136 CPA en el país desde su creación (un promedio de tres anuales), se han disuelto 474 UBPC, para un promedio de 24 anuales, en tanto, las CCS han demostrado ser más estables.
Esta última modalidad debe, como mínimo, duplicar la cantidad de tierra actual en un lapso muy breve, según el proceso de reordenamiento del sector cooperativo y campesino que se desarrolla en el país con miras a eliminar entidades irrentables y sin perspectivas como consecuencia de la descapitalización a que fueron sometidas en los últimos años.
La clave de las cooperativas radica en su capacidad de autogestión y en el manejo eficiente de todos los recursos a su disposición, así como en los mecanismos para garantizar la participación activa de sus miembros en la toma de decisiones.
Para Yusmany Pérez González, presidente de la CCS Antonio Guiteras, de Villa Clara, la verdadera participación de los asociados es un principio establecido en el reglamento interno que ejercen de manera democrática en las asambleas y otros espacios colectivos, lo que garantiza la motivación y el interés de los campesinos para que la forma productiva funcione armónicamente.
«Entre todos decidimos qué hacer y cómo hacerlo –plantea-; eso nos diferencia de las empresas estatales, que tienen una dirección más vertical y a veces en la base los planes no concuerdan con las proyecciones de las instancias superiores».
Félix Martín, presidente de la CPA Jesús Menéndez, también en el centro de la Isla, se declara optimista con los cambios que se desarrollan para permitirles a estas entidades que desplieguen todas sus potencialidades productivas.
“Ahora hasta podemos venderles de manera directa a instalaciones turísticas, lo que permitirá que los alimentos lleguen al destino final con mayor calidad y a precios mutuamente ventajosos para las partes. Los beneficios los podremos invertir para diversificar nuestras producciones, e incluso, adquirir mejores tecnologías que eleven los rendimientos”, dijo a Cubahora.
Aunque la mayor cantidad de su área está dedicada al cultivo de café, rubro que en la región montañosa del Escambray logra una alta calidad de gran demanda en el mercado foráneo por la exquisitez de su aroma y su sabor, la CPA Jesús Menéndez también incursiona en la siembra de granos, hortalizas, tabaco y viandas, y en la cría de ganado menor, así como en cebaderos de toros y cerdos.
La rebaja de precios de los implementos agrícolas, la posibilidad de comprar con cheques en los establecimientos de la red de comercio minorista y la continuación de entrega en usufructo de tierras por el Decreto Ley 259, han contribuido al fortalecimiento de las cooperativas y abren nuevos horizontes para otras modalidades enunciadas en los Lineamientos 25, 26, 27, 28 y 29 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.
Pero los beneficios de estas formas productivas no se reducen al ámbito económico. Desde el punto de vista social, los asentamientos donde están enclavadas tienen mejores condiciones de vida, dado su sentido comunitario e inclusivo, en el que desempeñan un papel importante las familias de los asociados.
Por tanto, el despliegue de las cooperativas dentro del nuevo escenario económico cubano refuerza el carácter social de la propiedad y la participación consciente de la membresía para elevar las producciones de alimentos y crear mecanismos de comercialización eficaces, a partir de formas autogestionarias, dinámicas, capaces de garantizar la sustentabilidad del socialismo.
Por Norland Rosendo González
Cuba Ahora, revista informativa
14 de diciembre de 2011
Publicado en www.centrocultural.coop