En el pueblo de Lazkao, el domingo en la mañana, la ciudad estaba animada fuera de lo común. El pequeño pueblo al pie del monte Aralar fue invadido por miles de personas de todas las edades. En esta bella jornada, la atmosfera era de una fiesta campestre donde todos se saludaban y conversaban. Todos habían venido de todas las esquinas del País Vasco, en Francia o España, desde la gran Bilbao hasta los pequeños pueblos, con la universidad o su comité de barrio, con su escuela o su sindicato. Todo está listo para el evento: 900 autobuses arrendados para la ocasión, el servicio de trenes reforzado y 2.500 voluntarios trabajando para este momento que ha requerido meses de preparación.
Hay muchos niños, como un domingo en familia. En la multitud abundan también jóvenes de menos de 20 años hasta 35 años que se animan alrededor de una conversación en euskera. ¿Euskera? ¿La lengua vasca? ¿No es una lengua muerta? Aquí, en los confines de la provincia de Gipuskoa, cerquita de Navarra, escuchamos que esta lengua domina las conversaciones de sus viejos habitantes. Pero también, estos miles de jóvenes, que han venido de otros pueblos, dialogan fácil y naturalmente en su lengua, el euskera, que lo han aprendido en la escuela y que recobra tranquilamente su dignidad perdida durante siglos.
Estamos en el kilómetro 61, a medio camino de la cadena humana, y hoy España no existe más….por un instante. Al mediodía en punto, el silbato de los voluntarios disciplina a la multitud, tomamos las manos de quien esté al lado. Unos minutos más tarde, las campanas suenan, los cuernos suenan, la cadena se ha completado. Se extiende por un recorrido que surca los estrechos valles, de pueblo en pueblo, y que moviliza a miles de vascos. La bandera vasca roja – blanca – verde está en todos lados, pero es el color turquesa el que domina, el color de las poleras que ha sido concebido por la organización Garu Esku Dago. Durante media hora, es la euforia: gritamos, cantamos, hacemos la ola. A pesar de lo que dirán los medios y las autoridades españolas, es una jornada de fiesta inolvidable en una solidaridad inquebrantable.
Esta cadena humana ha reivindicado “el derecho a decidir” del pueblo vasco, lo que incluye el derecho a organizar un referéndum sobre la independencia. La constitución española prohíbe a las minorías nacionales hacer consultas sobre la modalidad de su adhesión al estado español. El concepto de la cadena humana ha sido tomado de los independentistas catalanes que han realizado una hazaña similar en dos ocasiones, en 2012 y en 2013. Los catalanes y catalanas ya habían tomado el concepto de la cadena humana realizado en los países bálticos en 1989. En Cataluña, el gobierno catalán ha anunciado un referéndum para el 9 de noviembre próximo, un gesto calificado de “ilegal” por Madrid.
La manifestación es una iniciativa de la ONG Garu Esku Dago (entre nuestras manos) y ha obtenido el apoyo de la izquierda abertzale, los independistas vascos. Los organizadores han querido hacer la demostración de unidad de la nación vasca al unir por medio de la manifestación las dos comunidades autónomas consideradas como parte de la gran nación vasca, Euskal Herria: Euskadi (el país vasco español) y Navarra. La nación vasca porta una sola lengua única, la única lengua no indo-europea de la Europa occidental. Dividida entre España y Francia, la nación vasca cubre el territorio montañoso en el golfo de Vizcaya. Su lucha por la autodeterminación estructura la vida política sobre el territorio vasco, sobre todo del lado español.
En 2011, la organización armada independentista ETA, de tendencia marxista y revolucionaria, ha anunciado un cese al fuego unilateral. A pedido de las organizaciones civiles de la izquierda independista, simpatizantes del ETA, el cese al fuego ha permitido una renovación de la acción política de masas. Después de décadas, la lucha nacional vasca ha sido percibida al exterior como un acto de una minoría violenta, a pesar de las raíces profundas que tenían los organismos independentistas que forman la mayoría de los sindicatos y movimientos sociales. O con represión constante de las autoridades de Madrid y la propaganda histérica anti vasca de los medios españoles, los movimientos de la izquierda vasca tenían dificultad de hacerse conocer y obtener legitimidad en el resto de la sociedad española. La sociedad movilizada demuestra hoy día que la lucha por la autodeterminación de los vascos está profundamente enraizada en el hecho de que no se ha debilitado por la represión brutal de los estados español y francés. Confiada en ella misma y reforzada por su determinación en la lucha, la sociedad vasca gana poco a poco su autonomía. Antes de la independencia, la soberanía o el nuevo país, han reivindicado el derecho a ejercer la democracia, a decidir por ellos mismos.
La prensa española fiel a su costumbre, ha tratado de manera anecdótica la manifestación, dándole una cobertura secundaria. El gobierno ha minimizado la importancia de la manifestación afirmando que había reagrupado solo el 10% de un millón y medio de personas que habitan Euskadi. Sin embargo, la demostración de solidaridad del pueblo vasco viene una vez más a inquietar a las instituciones burguesas españolas, atacadas este último tiempo por la contestación popular. Después de la abdicación de Juan Carlos, hace una semana, los fundamentos políticos del Estado español han sido sacudidos. Los indignados reclaman la Republica con ardor, mientras que los pueblos oprimidos ponen en marcha procesos políticos hacia la autonomía. Una coyuntura que abre un espacio de posibilidades…
Por Antoine Casgrain
Desde el País Vasco.