1. El no votar como ejercicio político: Mesas donde ni los vocales votaron y comunas en que hasta un 73% de electores no llegaron a las urnas serán la imagen de la esperada contienda municipal del 2012. Si en las municipales de 2008 la participación fue de 85% de los inscritos, voto obligatorio de por medio; ahora, cuando el padrón electoral creció en un 40 % al sumar a casi 5,2 millones de electores, sólo cuatro de cada diez chilenos concurrieron a sufragar. O sea, no sólo los que no estaban inscritos persistieron en no participar, sino que muchos de los que votaban obligatoriamente, no lo hicieron.
El escenario que descolocó al patriciado político criollo hace tiempo que venía armándose. En las anteriores municipales sólo votó un 18% de los jóvenes. Hoy no se puede decir que la campaña ‘Yo no presto el voto’ representó a todos quienes se abstuvieron de participar, pero sí es válido que el llamado de la Aces inteligibilizó un escondido ánimo ciudadano.
El sociólogo Alberto Mayol, advierte que “la elite política ha sido astuta en fetichizar el voto como símbolo de democracia. Si no votas, te acusan de las peores cosas. Cuesta hacer entender que hay formas de no votar fuertemente políticas”.
2. Crisis de la democracia de Pinochet: La palabra política, reducida por los medios a la repartija de candidaturas para las elecciones o las discusiones intestinas de partidos políticos, se desinfló en el imaginario ciudadano, dando cuenta de la desafección por el sistema electoral representativo y, aún más, por las alternativas políticas disponibles. La cacareada estabilidad institucional chilena y el supuesto civismo que el patriciado político exhibe orgulloso en otros países, mostraron sus pies de barro.
El analista Álvaro Cuadra, comenta que “la cifra de abstención es una suerte de sismógrafo que muestra el grado de desprestigio en que han caído los políticos y la política tal y como se practica en Chile hoy. Hemos asistido a un terremoto político que no puede dejarnos indiferentes, pues nos guste o no, el malestar ciudadano va a buscar cauces de expresión tarde o temprano”.
Mario Sobarzo, de Centro Alerta, agrega que estamos ante “una crisis del sistema constitucional de Pinochet-Lagos que se expresa en falta de legitimidad, representatividad e incapacidad de cambio”.
3. Ocaso del elector como consumidor: El resultado electoral anuncia que la época de las ofertas políticas como productos en un supermercado que concibe al elector como un consumidor seducible por una estudiada propaganda, tiene los días contados. Y justo le tocó enfrentarse a este fin al Presidente que montó su campaña para llegar a La Moneda en base a encuestas y focus group, convencido en que nos comportamos como consumidores en todas las áreas de nuestras vidas. Es el mismo Presidente que aprovechó el accidente de los mineros para intentar sentar una nueva economía de gobierno, centrada en el evento milagroso, pero que duró sólo el instante en que demoró asomarse a las ventanas de La Moneda para ver a miles de chicos crecidos bajo el neoliberalismo pidiendo más Estado.
La frase de Andrés Allamand “las sonrisas y los besos con las señoras en terreno no son suficientes”, da cuenta del fin del estilo propagandístico pergeñado por Joaquín Lavín hace más de una década (su hijo que hizo la campaña regalando tortas a los vecinos de Maipú sacó un magro 34%) y ensayado por Laurence Golborne y la UDI en su fracasado intento de presidencializar la campaña.
Si ni las platas del empresariado alcanzaron. Semanas antes de la elección dirigentes de partidos de derecha se quejaban de la mezquindad con su sector de parte de los empresarios cuando pasaban el sombrero. Clientelismo o no de por medio, incapacidad de tapar con dinero todas las demandas de una población acostumbrada al asistencialismo o no, lo cierto es que los electores de derecha no fueron a votar.
Es el fin de una época en que la ausencia de ideas de sociedad se tapa con planificadas campañas publicitarias. Hasta el Editorial de La Segunda el día después de la elección constataba que “la clientela de los caudillos de la centro derecha mostraron baja disciplina frente al voto voluntario”. De ahora en adelante los electores que no sean conscientes de su voto, simplemente se abstendrán de participar.
4. Sospecha sobre las encuestas: La incapacidad de predecir la escasa participación por parte de las encuestas, dan luces y sospechas de cómo su uso, en vez de intentar anticipar un resultado, terminan induciéndolo. Los estudios reproducidos por los medios masivos pronosticaban que habría un incremento de al menos 10% de la votación. “La abstención fue una de las grandes sorpresas. Nadie se esperaba este nivel de abstención. Se pensaba que podía ser alta, pero nunca al nivel que se produjo”-fueron las palabras del encuestador preferido del gobierno, Roberto Méndez, para salir al paso del fracaso probabilístico.
5. La Concertación no ganó: Pese al optimismo, la Concertación no puede venir a arrogarse el triunfo de la elección. La Concertación-PC junto a la Alianza alcanzan una representación real de 16,9 y 14,7 por ciento respectivamente, en una elección (concejales) completamente proporcional y plurinominal. Eso no significa en absoluto ser mayoría.
Pese a ello, ambos conglomerados políticos mantienen una abrumadora presencia en casi el 85% de los puestos electos de la sociedad. Si tal proporción se condijera con la realidad, ocho de cada diez chilenos serían sus seguidores.
6. De la protesta a la política: Los resultados electorales en Aysén y Pelequén dan cuenta de que pese al ascenso en la movilización social, eso no implica un correlato en lo político electoral. Esto requiere que dichos conflictos sean politizados, para que de dicho proceso emerjan reales alternativas a los conglomerados políticos vigentes.
Sobarzo destaca que “en lo mediato es necesario intensificar tres procesos en el movimiento social: la capacidad de articular propuestas colectivamente, la capacidad de coordinarse y cooperarse entre distintas organizaciones y mantener la movilización como principal instrumento de negociación”.
7. El costo de enfrentarse al movimiento estudiantil: Los alcaldes que tomaron la batuta junto al Gobierno para criminalizar y reprimir el movimiento estudiantil se fueron para la casa. Las derrotas de Labbé y Zalaquett comprobaron que enfrentarse al movimiento estudiantil es un suicidio político. Bien los saben Joaquín Lavín y Felipe Bulnes.
8. Oportunismo de la Concertación: Tal como en las últimas presidenciales la gente votó por Piñera para terminar con los gobiernos de la Concertación, en las municipales, votar por la coalición del arco iris fue el vehículo de los votantes para manifestar su rechazo al Gobierno. Pero como el reino de los partidos políticos es el del oportunismo, al otro día de las elecciones los presidentes concertacionistas se atribuían la victoria. Los ingenieros electorales de ese conglomerado saben que la ausencia de fuerzas alternativas competitivas les permite llegar a La Moneda en 2014.
El retorno de Bachelet para mantener la estabilidad y evitar el riesgo del fin del Estado neoliberal ya está en las planillas de las inversiones a futuro de los grandes grupos económicos. No en vano, su principal guardián, Camilo Escalona, salió a mordiscos contra los que plantean una Asamblea Constituyente.
9. Hay más política en la calle que en un voto: La intención de traspasar el accionar político de los jóvenes en las asambleas y en las calles al pequeño cuadrilátero de las contiendas electorales es el gran fracaso de la oposición. Si bien la Concertación ganó alcaldías a la derecha, la votación que obtuvo fue más bien en rechazo a la coalición de gobierno que un respaldo a una gestión que en obra y omisión se confunde con la derecha.
La emergencia de movimientos sociales el año pasado, de Hidroaysén a los estudiantes o de Magallanes a Calama, pasando por Aysén y Freirina, ponen en cuestionamiento el modelo neoliberal, más que las capacidades de la administración del actual gobierno. Se cuestiona también la gobernabilidad de tasa de leche de la que se ufanaba el ex presidente Lagos. Estos movimientos, con elecciones de por medio o no, seguirán ampliándose y madurando sus estrategias, esté en el gobierno quien esté.
10. La fuerza de las asambleas: También se demostró que en las comunas donde la población accede a información más allá de los medios masivos, genera una ciudadanía politizada y se acumula la experiencia de las asambleas y del contacto con el territorio, se logran conquistar espacios de poder público. Josefa Errázuriz se fogueó más siendo dirigenta de juntas de vecinos que como tecnócrata de la Cepal.
En Providencia no sólo perdió un militar, sino que también perdió un gerente. Quien se concebía como autoridad comunal desde su capacidad de ‘gerenciar’ una comuna, con toda la verticalidad que eso implica, fue destronado por una dirigenta vecinal. Es la gran metáfora de un momento de inflexión en los valores de esta sociedad que ya creíamos modelada en su totalidad por la racionalidad tecnocrática.
La paradoja es que los hijos del mercado y un segmento social muy favorecido por la ‘economía social de mercado’, se articularon para vencer, con alguien que se dedicó a hacer política entre los vecinos, a un autodenominado gerente que gestionaba el préstamo de bicicletas en los parques o la última tecnología en riego sincronizado.
11. El movimiento social necesita ser más popular: Providencia nos recuerda que las movilizaciones de 2011 tuvieron como protagonistas a los sectores medios y que, aparte de pequeños grupos de secundarios conscientes, los sectores populares aún no se suman a un horizonte de cambio del actual modelo.
En zonas urbanas de las grandes ciudades quizás sirva de experiencia la trayectoria del Movimiento de Pobladores en Lucha (MPL), que pese al ardid armado por el alcalde Orrego para borrarlos del mapa, lograron renovar su concejalía en Peñalolén.
12. Un programa es más importante que un candidato: A partir del triunfo de Josefa Errázuriz en Providencia es posible consensuar un programa de gobierno y después elegir al candidato que lo represente. De ahora en adelante, una propuesta país discutida vale más que candidatos sonrientes. Ya lo advertía la última encuesta del Instituto Nacional de la Juventud (Injuv), que constataba que para los jóvenes el mecanismo más efectivo para convencer a los electores son las Propuestas programáticas, con un 42% de las nominaciones, superando por lejos otras variables.
Es el fin del ciclo político en que Joaquín Lavín saca más de un 47% de los votos sin haber presentado programa de gobierno alguno, el fin de la época en que Piñera se juntaba con María Luisa Brahm y en una semana redactaban un programa o en el que Bachelet resultó electa con el eslogan ‘Estoy contigo’.
Tras la crisis económica de 2008, cualquier propuesta seria de país implica desmantelar el Estado neoliberal y terminar con la vigencia de la Constitución de Pinochet vía Asamblea Constituyente amplia, inclusiva y participativa. Así las cosas, es bien difícil que provenga de Bachelet, cuando su principal capital político, como le llaman, es su carisma. Bachelet tiene ideas vagas de lo que es ser de izquierda y menos aún de lo que es un programa de gobierno. Menos aún uno generado en la discusión con las bases sociales.
13. Unidad en base a un programa de gobierno: Al igual como pasó en Ecuador y Venezuela, el ciclo político chileno ofrece la oportunidad de constituir una nueva mayoría que supere al eje Concertación-derecha. Una candidatura que emerja del movimiento social tras consensuar un programa de gobierno sería capaz de convencer (no encantar) a las mayorías. Esa nueva mayoría es capaz de darse cuenta que más que una Concertación renovada, el proceso político exige el fin de la coalición de gobierno cuya impronta fue legitimar y profundizar el modelo económico y político instalado por Pinochet.
Un programa de gobierno haría sentido para muchos si integra las demandas de educación gratuita, fin de las AFP, nacionalización de los recursos naturales -y, sobre todo, mineros-, retorno de la propiedad pública del agua, una salud pública de calidad para todos. En resumen, se trata de propuestas que superen el actual entrampamiento institucional neoliberal y propongan una política centrada en ampliar y bien gestionar los bienes comunes. Las propuestas educativas de la Aces y la Cones dan cuenta de que sí es posible generar programas de gobierno por áreas en las asambleas sociales.
Que el enfermo sistema representativo reciba el tiro de gracias depende de la madurez del movimiento social, la capacidad de crear propuestas e instancias de poder de las asambleas estudiantiles o barriales y de un fino y experimentado olfato político a la hora de sumar alianzas.
Por Mauricio Becerra Rebolledo
@kalidoscop
El Ciudadano Nº135, primera quincena noviembre 2012