Durante el Levantamiento de Pascua de 1916, prólogo de la independencia irlandesa, Éilís Ní Fhearghail (Elizabeth O’Farrell) fue la persona encargada de comunicar la rendición de los rebeldes ante el ejército británico. Sin embargo, fue borrada, literalmente, de la fotografía de uno de los momentos más importantes de la Historia de Irlanda (Eire). Un siglo después, volvió a ser eliminada, esta vez por el director de cine Neil Jordan en la película Michael Collins (1996), que decidió sustituirla por un hombre, en uno de los casos más delirantemente machistas del cine. Elizabeth O’Farrell, al igual que la Dra. Kathleen Lynn, otra de las rebeldes irlandesas, mostraron siempre con orgullo su lesbianismo, negándose a contraer matrimonio y plantándole cara tanto a la retrograda y católica Irlanda como a sus propios compañeros de lucha.
Nacida en Dublín en 1884, Elizabeth se unió muy joven a la causa republicana a través de la organización feminista Inghinidhe na hÉireann (Hijas de Irlanda). Más tarde se incorporó a Cumann na mBan (Liga de Mujeres, sección femenina de los Voluntarios Irlandeses, embrión del IRA). Allí, junto a quien sería su pareja toda la vida, Julia Greenan, aprendió primeros auxilios y también el uso de las armas, teniendo como formadora a una de las más importantes líderes del republicanismo irlandés, la Condesa Markiewicz.
El 24 de abril de 1916, durante el Levantamiento de Pascua, Elizabeth formó parte de la ocupación de la Oficina General de Correos, actuando como enfermera, su profesión, y también como mensajera, responsable de la entrega de boletines e instrucciones a los distintos puestos de avanzada. Cuando la Oficina General de Correos fue bombardeada, Elizabeth y Julia se negaron a abandonar el edificio, quedándose al lado de sus compañeros hasta el desalojo y posterior salida por la parte de atrás hacia Moore Street, que se convertiría en la última sede de la rebelión.
La brutalidad del ejército británico provocó muchos muertos y heridos en la población civil. El líder de la rebelión, el poeta y educador Pádraig Pearse (Patrick Pearse), junto al resto de los miembros presentes del denominado Gobierno Provisional de la República irlandesa, tomó la decisión de negociar la rendición y fue Elizabeth la elegida para trasladar el mensaje y actuar como portavoz en aquella negociación.
Pasada la medianoche, los disparos no cesaban, tampoco los muertos y heridos, aunque algunos intentaran protegerse exhibiendo banderas blancas. En esas condiciones arriesgadas, Elizabeth salió del número 16 de Moore Street, llevando tan solo una insignia de la Cruz Roja y una bandera blanca, que esta vez fue respetada. Las armas callaban a su paso, aunque algunos militares se burlaban al descubrir que era una mujer. Siguió caminando hasta encontrarse cara a cara con el General Lowe, responsable de la operación militar británica, quien le anunció que solo aceptaría la rendición si era incondicional.
De vuelta a Moore Street, el Gobierno Provisional reconoció que no había otra salida viable y, a las dos y media de la madrugada, el propio Patrick Pearse acompañó a Elizabeth para entregarse en persona a Lowe. Este momento histórico de la rendición fue fotografiado, pero inexplicablemente en la imagen que pasó a la Historia la mensajera fue eliminada. Aquella mujer heroica que se negó a abandonar el edificio bombardeado para continuar junto a sus compañeros, que atravesó el fuego cruzado con su bandera blanca para llevar un mensaje al ejército británico, que regresó con la respuesta y que acompañó a Pearse, presidente del Gobierno rebelde, para hacer efectiva la rendición, fue borrada burdamente de la fotografía histórica.
Elizabeth se encontraba a la derecha de Pearse en ese momento, pero en la imagen manipulada solo permanecen sus pies y parte de su abrigo. Tras la rendición, junto a tres soldados británicos y un sacerdote, recorrió las posiciones de los republicanos, bajo un persistente fuego cruzado, para transmitir el mensaje de Patrick Pearse y del líder socialista James Connolly acerca del final de la sublevación para evitar así un mayor derramamiento de sangre.
Posteriormente, O’ Farrell fue arrestada y enviada a la cárcel dublinesa de Kilmainham, donde pasó varios meses bajo duras condiciones, hasta que el propio General Lowe abogó por ella, solicitando clemencia debido a su «gran ayuda en la gestión de las últimas horas de la insurrección».
Elizabeth O’Farrell siguió toda su vida fiel a su compromiso con la República irlandesa. Participó primero en la guerra de la independencia. Y en la posterior guerra civil, se alineó con Eamon de Valera y los contrarios al Tratado angloirlandés que había consagrado en 1920 la partición de Irlanda. Rebelde siempre, continuó militando en el Sinn Féin sin aceptar nunca el Estado Libre irlandés de la partición. Su independencia política le llevó a ser una mujer incómoda, lo que contribuyó a que fuera intencionadamente olvidada.
Murió en Bray, condado de Wicklow, el 25 de junio de 1957 y fue enterrada en el área republicana del cementerio de Glasnevin, junto a su mujer Julia Greenan.
Hoy su nombre lo recuerda una placa conmemorativa en el Hospital de Holles Street donde trabajó. También existe la Fundación Enfermera Elizabeth O’Farrell que otorga becas para estudios de postgrado en el campo de la enfermería. Algunas obras de teatro y series de televisión, de alcance minoritario, sí han reconocido el protagonismo que Elizabeth tuvo en el Levantamiento de Pascua. Todo lo contrario que en la superproducción de Neil Jordan ya citada, en la que se masculiniza su personaje.
Elizabeth O’Farrell forma parte de la larga lista de mujeres que, a pesar de haber empujado la historia, de haber triunfado, de haber conseguido sus objetivos, son enviadas al cajón del olvido. Primero por los británicos, después por sus compañeros rebeldes, finalmente por un director del cine y, en suma, por la propia historia. No obstante, en los últimos años, de cara a la conmemoración del Centenario del Levantamiento de Pascua, en círculos republicanos se está recuperando la memoria de aquella generación que prendió la mecha de la libertad irlandesa en 1916 y, especialmente, de las mujeres, como la pionera Condesa Constance Markievicz, la primer mujer al mando de tropas y electa en un Parlamento, o como la propia Elizabeth O’Farrell. También se ha comenzado a revindicar la homosexualidad de algunos de aquellos héroes, como el diplomático Roger Casement (inmortalizado por Mario Vargas Llosa en El sueño del celta), la cirujana pionera Kathleen Lynn o la propia Elizabeth, aunque sobre otros nombres todavía no existe consenso historiográfico. Las nuevas generaciones parecen por fin dispuestas a rescatar del olvido a los protagonistas de su independencia, rompiendo tabúes machistas y censuras históricas.
pikara magazine / via Arainfo